Manuel Santos: “Discutir las ideas de Marx, hoy, aquí y desde el teatro”


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Carlos Marx regresó en el siglo XXI de la mano de Los Internacionales Teatro Ensamble, en la XVIII edición del festival de las tablas cubano. “Marx está más vivo que nunca, ocupa nuestros pensamientos y acompaña nuestras lecturas y acciones”.

Manuel Santos Iñurrieta, director de la agrupación teatral argentina, tiene el reto de crear una trama interesante, de presentar un personaje en un contexto y tiempo totalmente diferente. Durante el Festival de Teatro de La Habana conversó con El Periódico Cubarte.  

¿Cuál es la propuesta de esta obra?

Eléctrico Carlos Marx: Ensayo, teatro y aproximación es un monólogo que llevamos a escena con los Internacionales Teatro Ensamble, una nueva formación que se desprende del Bachín Teatro, antigua compañía con que hemos venido a Cuba en reiteradas oportunidades. Esta es la cuarta vez que venimos. Y por supuesto, estamos felices.

Los Internacionales es un grupo que investiga mucho sobre el Teatro Político, a partir de Brecht, para pensar una épica, pero una épica latinoamericana, una épica nacional, argentina. También, cómo conectan todas esas ideas y lineamientos brechtianos, y a partir de ahí, pensarlos hoy.

Este espectáculo camina por esos andariveles. La idea era poner a discutir las ideas de Marx, hoy, aquí y ahora y construir un espectáculo con mucho humor, que tenga diferentes aristas y posibilidades de abordaje. Para que la gente que no conoce absolutamente nada de la vida de Marx o para que la gente que conoce algo de Marx, pueda entrar por diferentes lugares a la obra y pueda sacarle distintas lecturas y aprovechar el espectáculo desde distintos lugares.  

Marx hoy, aquí y ahora, con sus ideas a discusión; con todas las actualizaciones que cada uno le puede hacer. Como creadores, miembros del grupo y artistas, creemos firmemente que son más necesarias que nunca esas ideas, las ideas transformadoras del marxismo. Hoy en este presente cada vez más injusto, desigual.

Esa es un poco la impronta y la importancia del espectáculo que también dialoga con otras cosas, con la actualidad y con las nuevas tecnologías, las redes sociales y cómo se construye la subjetividad a partir de la comunicación, de las redes. Son muy importantes estos temas y hay que discutirlos. Nos interesaba muchísimo entrar en ese terreno.

Entonces, Marx necesita conocer la tecnología de hoy e inicia un juego totalmente imaginario. Llega a Buenos Aires, se encuentra con unos chicos en la esquina y empieza a dialogar con ellos. Tienen inquietudes distintas a su tiempo; empiezan a aprender uno del otro.

Otra línea que también se asocia con la trama tiene que ver con los "padres", pero los padres de las sociedades, los constructores que han dejado ideas, que necesitan ser actualizadas y ser puestas a discusión todo el tiempo.

Marx ha influido en toda humanidad, pero también los padres, y los pibes de la esquina, y todo gesto humano que nos ha generado transformación.

La obra se llama Eléctrico Carlos Marx, pero bien podría ser Ecléctico Carlos Marx por la cantidad de estímulos que propone lo audiovisual y lo político, presente en toda la obra, obviamente”.

¿Qué retos conlleva traer a Marx al siglo XXI?

Creo que tiene que ver con la aplicación; cuando la persona descubre la aplicación de esa teoría, cuando uno lo puede tocar. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de Marx? Cuando lo bajas, cuando humanizas la teoría, la gente conecta porque sabe de qué estás hablando. La teoría es un poema en un cajón, no tiene demasiada utilidad, pero cuando juegas en el presente y lo asocias con un montón de situaciones que te van pasando en la vida, en lo cotidiano, el público se va enganchando, porque vas generando una empatía y empiezas a lograr una complicidad.

Lógicamente es una obra con la que también generas rechazo. Vengo de un país muy particular en estos días, Argentina, dónde hay un alto anticomunismo, hay expresiones incluso fascistas. Sé que meternos con Marx era una parada difícil. Hubo otras personas que quizás no tanto, pero Marx es uno de los creadores de todos los males para la derecha mundial.

Por eso, ahí tiene que entrar el teatro, ahí tiene que entrar la teatralidad, el juego, el sueño, la ensoñación, la humanidad, el amor, los sentimientos y empezar a conectar todo eso. Humanizar la palabra, intentar lograr ese diálogo, esa comunicación con el otro.

Es un espectáculo de confrontación, lo tengo claro. Algunos amigos críticos de Buenos Aires que siempre nos han acompañado en otros espectáculos, están condicionados a escribir en función a los grandes medios, y en esta obra también nos acompañaron con un elogio a la teatralidad y no tanto al fundamento, ni a resaltar la figura de Marx y su vigencia. Hacemos teatro para cerrarnos puertas laborales, ja ja ja.

¿Cómo ha sido la aceptación de la obra?

Con este espectáculo fuimos a Montevideo. Aquí en Cuba hicimos algunas adaptaciones en función del lenguaje. Hicimos tres funciones y creo que fue muy buena la aceptación del público.

Es una obra que te discute la producción cultural en el mismo terreno que te lo propone el capitalismo, con la idea del vídeo, de la imagen, la saturación y en esa saturación el vaciamiento de contenido. Lo que hacemos es algo muy de laboratorio teatral. A ciencia exacta no se ve en el espectáculo, pero es un poco la idea del abordaje y de investigación, pero ver qué cosas funcionan y qué cosas no.

Esto del vídeo clip, la forma, el contenido, la tensión y la estética en función de intencionar el mensaje utilizando las nuevas tecnologías, mostrar la imagen permanente, la repetición sistemática, van creando una multiplicidad de sentidos con un objetivo claro.

Volvimos después de 10 años al mismo teatro, a El Sótano, o sea, es como un círculo que se cierra. La participación del público ha sido buena, nos ha generado debate y eso es lo interesante. Nos hemos quedado intercambiando con los compañeros del teatro, incluso con la planta técnica, y ha sido fascinante.

¿Cómo valora la escena teatral cubana?

Lo digo siempre que vengo. No sé si son conscientes, como lo viven permanentemente, de la capacidad que tiene la formación de los artistas cubanos; de la formación en todos los sentidos, de lo específico sí, pero también del contexto y del mundo. Es fascinante para uno cuando viene, siempre aprendes y sientes que hablas con personas que conocen la materia, y de esas discusiones tratar de sacar mucho provecho.

La escena teatral cubana es maravillosa, con una gran producción y mucho conocimiento, mucho empuje y una formación destacable, que no sucede en muchas partes del mundo. Por ejemplo, hay formaciones que solo se concentran en reproducir a profesionales del gesto. Acá hablamos de otra cosa, de formar un profesional integral, que pueda manejar su herramienta, pero que la pueda poner en sintonía con un presente. Un conocimiento general siempre es bueno y en Cuba existe una escena teatral poderosa.

¿Cuáles son los puntos en común y las diferencias entre el teatro que se hace en Cuba y el de Argentina?

Todos los que hacemos teatro en Argentina estudiamos en las escuelas mientras trabajamos y no vivimos de lo que hacemos. No podemos sostener nuestra vida material haciendo teatro, exceptuando a algunos actores privilegiados que pueden hacer cine, que puedan tener algún contrato temporal.

Algunos tenemos que trabajar ocho horas en un empleo cualquiera para poder sostenernos y después ir a hacer teatro. Situación esta, que acá, con todas las dificultades que puede haber en términos materiales, el actor se dedica a su especificidad, entra en la escuela haciendo un concurso riguroso y después se desempeña de lo que ha estudiado, cosa que nosotros en su gran mayoría no podemos hacer.

Sí tenemos la producción independiente bien instalada. Puedes armar una cooperativa y hacer, hacer y hacer. Aunque, también hemos estado un año ensayando una obra para hacer cuatro funciones. A la primera quizás ni asistan tantas personas porque no tenemos la capacidad de comunicar lo que se está haciendo y tenemos que pagarle además al teatro y la escenografía.

Hay algo material que me parece que no está en el medio, que está de otra manera, pero los actores están vibrando en esa sintonía, están formados y están trabajando en lo suyo. Eso es notable y se ve encima del escenario.

La escena argentina es muy potente, desde el punto de vista teatral, hay mucha producción, hay una historia del arte histriónico muy fuerte, incluso es una de las ramas potentes. Tenemos teatros comerciales, teatros oficiales, del estado y teatros independientes, que son la mayoría, a lo largo y ancho del país. Somos más de 40 millones de personas. Hay teatro en todos lados. 

¿Qué significa el teatro para Manuel Santos?

Hay una frase muy linda del arquitecto Oscar Niemeyer, brasilero, que dice 'prefiero la vida a la arquitecta'. Yo no soy el Niemeyer del teatro, pero a veces digo eso, prefiero la vida al teatro.

Hemos construido nuestra vida alrededor de la búsqueda y de la investigación del hacer teatral y ese hacer teatral en el marco de un país con determinadas características, en el cual debemos de trabajar pensando en sintonía y en consonancia con nuestro arte y con nuestra realidad.

Hay que asumirnos como argentinos, como latinoamericanos, formamos parte de un mundo y tenemos que pensarlo. No somos de la política del arte por el arte, somos de la idea de que hay que mancharse, hay que meterse en los conflictos de la vida, de la historia y del teatro.

En Argentina se quiere desautorizar al teatro social por una idea del deber ser, nosotros no decimos como es el deber ser de la vida o de la historia; lo que no dejamos de hacer es decir lo que pensamos y eso son dos cosas distintas. Una es ocultarte atrás de lo que haces y otra, es decir, yo no sé lo que es, pero a mí me vibra así.


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