Marilyn Bobes: En estos meses el trabajo ha sido una especie de “tregua fecunda”


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Marilyn Bobes, es una reconocida periodista, poeta, narradora, crítica literaria y editora cubana, por demás multipremiada nacional e internacionalmente: el Premio David de Poesía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), fue a sus manos en 1979 por su cuaderno La aguja en el pajar; en dos ocasiones conquistó el Premio Casa de las Américas, en 1995 con su cuaderno de cuentos Alguien tiene que llorar, y en 2005, con su novela Fiebre invernal.

 

 

 

 

Obtuvo el Premio Iberoamericano Julio Cortázar en el año 2016, y en 2018, se alzó con el primer Premio Guantanamera de literatura cubana por su novela Alguien tiene que llorar otra vez.

 

Este galardón lo confiere la Editorial Guantanamera, especializada en narrativa cubana actual, e integrada en el grupo Lantia, y cuenta con el respaldo de la Agencia Literaria Carmen Balcells, con más de 60 años de labor editorial.

Alguien tiene que llorar otra vez, explora el universo femenino y sus conflictos en la vida contemporánea.

Y es que este es un tema que interesa en alta medida a la escritora, que destaca por su ocupación en temas asociados a la literatura escrita por y para mujeres, desde 1978, en que publica Alguien está escribiendo su ternura, en el que hace un homenaje a Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gabriela Mistral, Sor Juana Inés de la Cruz, y Alfonsina Storni, y también por la tan bien recibida antología de cuentos femeninos Estatuas de sal (1996), que compiló de conjunto con Mirta Yáñez.

Bobes desarrolla una activa faena periodística y de crítica literaria en varios medios y tiene una amplia obra literaria publicada en Cuba, Argentina, Puerto Rico, Italia y Colombia.

El Periódico Cubarte se interesó en conocer acerca de sus actividades durante la pandemia de la COVID-19 y sus opiniones sobre este inédito evento epidemiológico.

Para suerte de los lectores, frecuentemente aparecen artículos suyos en el Boletín semanal digital IPS, como el más reciente, del 23 de junio, titulado «Retamar siempre en la memoria». Además de este ejercicio sistemático, ¿qué más ha escrito en este tiempo de reclusión obligatoria?   

En estos meses el trabajo ha sido una especie de «tregua fecunda» ante los rigores del aislamiento.

Antes de la llegada de la pandemia a Cuba me pareció que había terminado una novela con mucho de autoficción titulada Amor constante más allá de la muerte. La retomé y le hice numerosos cambios.

Está además mi trabajo a distancia en Ediciones Union. Él me obligó a hacer un grupo importante de reseñas para la página web de la UNEAC. Escribí y todavía escribo algunos poemas que nada tienen que ver con el aislamiento. Trato de no pensar en él para no desesperar.

¿En algún caso surge la pandemia como tema?

  No, en ningún caso. Por lo general yo paso mucho tiempo en casa. Escribiendo y leyendo. Mi rutina cotidiana ha variado poco y la pandemia es solo un poquito más restrictiva de lo que habitualmente permanezco en casa.

¿Ha tenido que abandonar/modificar algún proyecto por la crisis sanitaria?

Todo lo contrario. Si de modificaciones se trata solo están los cambios que he hecho a mi novela que, creo, la benefician y mejoran. Trato de hallar en lo negativo una positividad y ello me ha permitido mantenerme escribiendo y activa.

¿Ha cambiado su visión del mundo y de las relaciones humanas o se han reafirmado algunas intuiciones o certezas que ya tenía, en esta etapa?

Creo que mis certezas se han reafirmado. Tengo buenos amigos solidarios y una familia en la que siempre he podido apoyarme. La solidaridad y empatía son características de mi personalidad y he encontrado reciprocidad en los buenos amigos de siempre que me auxilian y los auxilio en todas las esferas de las relaciones humanas.

En una reciente entrevista a Josué Pérez, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz, él me comentaba, «Creo que la crisis sanitaria cambiará de una vez y por todas la promoción de la literatura». Quisiera saber sus consideraciones al respecto.   

Me cuesta trabajo pensar que cuando lleguemos a una nueva normalidad la promoción de la literatura pasará al mundo virtual. Yo soy esencialmente analógica. Desconfío un poco de las nuevas tecnologías. Sin embargo he entregado mi libro Mujer Perjura a la campaña del verano para que se divulgue de manera digital.

Si las predicciones de Josué se cumplen, me costará trabajo adaptarme a esas nuevas maneras. Pero no me quedará otro remedio que hacerlo. Lo importante es que los lectores no disminuyan, que la gente encuentre en el libro una manera de enriquecer su mundo espiritual.


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