“Marx en el Soho” en el bicentenario del natalicio de Carlos Marx / Por Esther Suárez Durán


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El bicentenario del natalicio de Carlos Marx este mayo de 2018 ha sido el pretexto para que un espectáculo confirme, una vez más, el interés que despierta en el público y la excelente comunicación que consigue con su audiencia. Es el caso de Marx en el Soho, texto original del académico y dramaturgo estadounidense Howard Zinn que, en versión propia para la escena cubana, el actor Michaelis Cué estrenó en el 2004.

Luego de tal fecha la producción ha regresado a los escenarios del patio una y otra vez  acumulando ya más de doscientas representaciones y ha recorrido varios países de Nuestra América, entre los que se cuentan Chile, Costa Rica, México, Perú, Venezuela hallando aquí y allá lecturas que los públicos de distintas latitudes multiplican y disfrutan.

Concebido como obra para un solo actor, el discurso espectacular tiene presente la necesidad de seducir a su espectador y, en medio de los obstáculos que suponen la soledad del intérprete y el muro de prejuicios que ha levantado cierta versión esquemática y torpe de los aportes de Marx y su amigo y colaborador Federico Engels a la filosofía y a la comprensión de la economía contemporáneas, lo logra, pues la versión dramatúrgica de su actor y director se apoya inteligentemente en los puntos que nos muestran al reconocido filósofo en su real faceta humana, elige con sabiduría los aspectos cardinales de la teoría económica y filosófica a través de los cuales puede mantener el diálogo con el público más heterogéneo sin abrumarlo ni hacerlo sentir ajeno a tales saberes, a la vez que enfatiza aquellos temas que hoy mismo resultan de particular valor para una sociedad como la nuestra, que no es diferente a la sociedad de cualquier latitud del planeta ubicada históricamente tras la caída del muro de Berlín, el apogeo de la era de la globalización y las prácticas neoliberales; sobre todo, porque todo esto tiene que ver muy directamente no solo con los recursos que, cual  mago prodigioso, se ha guardado el capitalismo para su supervivencia, sino con las dificultades que nos plantea el socialismo en su práctica: acaso la principal de ellas, subrayada de modo especial por Ernesto Guevara, la necesidad de esculpir con la arcilla que corresponde al viejo suelo la figura distinta del representante de un nuevo mundo: el de la real libertad.

Esa construcción, en su prisa, en sus contrariedades, en sus inevitables nexos con prácticas anteriores ha pasado y pasa por el dogmatismo, el voluntarismo, la demonización del pensamiento diferente, la doble moral, el oportunismo ideológico y político y de ello ha venido a hablarnos este Marx teatral, aprovechando los recursos de la ficción y la imaginación; a preguntarnos si el progreso tecnológico de nuestra época está acompañado de una evolución ética y social, a denunciar con cierta guasa y picardía las dictaduras de las burocracias en lugar de la soñada dictadura del proletariado, las chapuzas reales y posibles a las que resulta vulnerable en su puesta en práctica aquel esfuerzo teórico tan enorme que devoró comodidades, reconocimientos, vida familiar, salud de los hijos, en una palabra, todo lo sublimemente mortal.

Por espacio de una hora el actor trae al escenario a Jenny, esposa de Marx; a Bakunin, Prouhdon, Engels, Paul Lafarge entre otras criaturas y construye un diálogo con una entidad de cierta indeterminación que, no obstante, se acota en los límites de aquel poder que opera sobre todos los demás.

Acompañado por una banda sonora elaborada con música original de Bobby Carcassés  e interpretada por este, Robertico Carcasés y Lucía Huergo el texto espectacular integra  diversos recursos teatrales que incluyen hasta el teatro de objetos, mientras transita por una gama de intenciones y sentimientos que van desde el drama íntimo hasta la farsa, hilvanados, en ocasiones, por agudas transiciones que el actor ejecuta con absoluta limpieza; participa de él la escenografía resultante de la labor conjunta de Luis Lacosta y el propio director, el diseño de vestuario de Miriam Dueñas y el diseño de luces de Marvin Yaqui.

Marx en el Soho vuelve a hacerse necesario hoy, a casi tres lustros de su estreno, en las actuales condiciones históricas y éticas de la nación y ratifica que, sin importar los obstáculos históricos, las pugnas políticas, los retrocesos reales y aparentes, los representantes de los legítimos valores humanos habrán de unirse frente a las prestidigitaciones más asombrosas del capital y escribirán la verdadera y definitiva historia de la felicidad humana, puesto que lo que está en juego es, nada menos, que la destrucción de la especie y el planeta.


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