El odio venía fomentándose, cada día, por años ya, a través de los programas en YouTube de los “influencers” políticos cubano-americanos de Miami, también mediante las “directas” y, especialmente, por instrumento de Facebook, la red social más empleada desde la otra orilla tanto para difundir su decálogo de anulación como para alentar y sufragar el trabajo sucio aquí.
Para emplear una imagen de Bergman, cuando revienta el huevo de la serpiente, procreado por el odio, solo pueden nacer monstruos y estos tienen ahora el rostro de personas amorales que, por una simple “recarga”, resultan capaces de apedrear hospitales y seres humanos, vandalizar y prestarse para actos terroristas al servicio de una potencia extranjera: algo severamente castigado en todas las constituciones del planeta, mucho más en las occidentales por cierto.
Los nuevos terroristas domésticos (a quienes les están pidiendo continuar agrediendo instituciones del pueblo, ponchar y atacar autos de la Policía Nacional Revolucionaria u otros desmanes) son los hijos o nietos de quienes incendiaron el 8 de mayo de 1980 el círculo infantil Le VanTam, o de aquellos quienes prendían fuego a los cañaverales sembrados por sus hermanos y provocaron disímiles perjuicios a sus congéneres.
A estos sujetos, primarios, les tocan la campana de mando y salivan, por reflejo condicionado. Pavlov no hubiera necesitado perro alguno con ellos. Pero al menos son predictibles en su forma de actuar. Pero cuanto sí ya resulta mucho más difícil de comprender son algunas posturas de esos quienes se pronuncian, en las redes sociales, desde un distanciamiento atroz de los hechos objetivos, como si fueran marcianos, a través de prismas del todo sesgados e intentan contar la historia al revés desde el cipayismo abierto, el semi-centrismo, la falsa solidaridad, la calumnia o el desprecio fratricida.
Es vomitivo, tóxico, deshumanizador e indignante el nivel de mentira de talla mayor abatida sobre Cuba los días previos y, principalmente, posteriores al 11 de julio. Y cuánto han escrito, de forma alucinante, determinadas personas.
Nunca había sido visto en las redes tanto congestionamiento de dobles raseros en la expresión individual de quienes cuestionan un vestigio de polvo en el mantel de la casa, pero jamás se pronunciaron en contra de quienes hostigan, asfixian y quieren derrumbar esa casa. La lupa personalizada para revisar su casa detecta absolutamente todas las falencias reales, e inventadas; sin embargo no expone ningún acierto, ni siquiera la denodada lucha para inmunizar a un país mediante vacunas soberanas fabricadas aquí a través de un esfuerzo máximo y sin esos recursos necesarios cuyo acceso el bloqueo impide (y le impide a los demás países) .
¿Puede ser legítima la voz de “denuncia” al gobierno cubano de quien nunca dedicó un post en su muro a censurar a los causantes del bloqueo que propició la actual situación económica, como si no existiera y no provocara daño alguno?
¿Puede ser legítima la voz de “denuncia” al gobierno de quien hasta ahora no ha escrito ni siquiera una línea de censura a quienes piden constantemente bombas para este pueblo a través de manifestaciones públicas y recolección de firmas?
A propósito, tampoco se les ve pronunciarse, ni una sola vez, cuando las fuerzas policiales de EE.UU. matan a afroamericanos como cucarachas, los carabineros chilenos dejan sin el más preciado sentido de la visión a manifestantes, o los antidisturbios europeos intervienen con su indumentaria y equipamiento de ciencia-ficción.
¿Qué debe interpretarse cuando alguien, aquí en este país, escribe, en un momento así, que es amigo de todos, que su mesa está servida para todos y aclara, por si las dudas, que esos todos incluyen también a quienes exigen la invasión a los suyos?
No, quien está trabajando de forma incansable para que te achicharren tus ciudades, destruyan tus hogares, eliminen a tus seres queridos, no es tu amigo. Ni en Facebook ni en la vida real. La ingenuidad en tal sentido puede ser extremadamente peligrosa. Al propalar esos “entendidos” con la voz del agresor se está contribuyendo, de forma explícita, a llevar a la práctica su decálogo de muerte y horror.
No resulta una postura soberana, sensata e inteligente adoptar o mimetizarse con el discurso del enemigo, de forma impúdicamente acrítica, sin parar mientes en cuánta distorsión y mala intención se cobija en este.
¿Puede ser una voz compungida real la que llama “dictador” a un hombre entregado de sol a sol a su pueblo y un gobierno de similar proceder que solo busca el bienestar de los suyos, profiriendo la calumnia, además, en burdo desconocimiento o ignorancia intencional de la historia de un país cuya historia está repleta de verdaderos tiranos, déspotas ensangrentados que masacraron a su jóvenes y nación toda, como Machado y Batista?
¿Puede ser creíble el verbo supuestamente airado de alguien que solo está preocupándose por su contrato y el futuro personal –conminado a decir su bocadillo ahora, para dejar constancia–, no por el mañana de su gente?
¿Puede ser ético, viril, humano, acosar y querer poner contra la pared a Cuba cuando –por más ingenuo, confundido, “flexible”, “librepensador”, “independiente” o “subido a la corriente” que fuere el emisor–, tenemos arriba de esa Cuba, en plan directo a la yugular, a la más poderosa estructura de dominación ideológica, económica y militar de la historia, con ejércitos de ciberterroristas?
Ejército de ciberterroristas que está empleando recursos de la propaganda de terror del régimen fascista. Para comprobarlo, lo ideal sería acudir a los libros de historia, pero como sé que no todos tienen mucho tiempo para hacerlo, recomendaría una simple búsqueda en Google. Por orden de Hitler, Goebbels y la camarilla nazi, los alemanes iniciaban campañas de terror sobre los pueblos que invadirían. El objetivo era sembrar el pánico en la población, derrumbarla emocionalmente y ponerla en la disyuntiva de que “si no nos apoyas te eliminaremos”. Esos mismos mensajes intimidatorios se están enviando, cada día, de forma personalizada. Como cada día ese ejército de ciberterroristas vomita más odio, intenta provocar cismas, fracturar…
Pero también recibe, cada día, la respuesta de centenares de miles de cubanos que protagonizan otra batalla de resistencia en Facebook, Twitter o Youtube (compañías norteamericanas diseñadas para visibilizar la voz del enemigo y ocultar la nuestra, pero que no queda otro remedio que continuar usando para difundir la verdad, tan maltratada por tantos).
Ahora es cuando más seguro de nosotros mismos estamos. Y más corazón debemos poner a la Patria. También vida, alma, brazos. La dignidad, la razón y el honor se encontraron siempre y continúan encontrándose de nuestro lado. Son elementos sagrados; no se venden ni se someten a la ambigüedad. O se les tiene o no.
Esos miles de cubanos que defienden cada minuto a su país y a su gente, también allí en el escenario digital, saben bien que equivocarse es lícito, rasgo humano además, pero hacerlo en momentos cuando tu Patria, tus padres, hijos y hermanos reciben un castigo despiadado e inmerecido no resulta el mejor momento para ello. Como tampoco para congraciarse con los titiriteros o marionetas que han conducido al actual escenario, al servir, sabiéndolo o no, a sus intereses expresos.
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