Mediterráneo: un conflicto tan antiguo como el hombre


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Mediterráneo, performance de Carlos Martiel durante la Bienal de Venecia. Fotos: Cortesía de la autora.

En ocasión de la inauguración del pabellón cubano en la Bienal de Venecia, ocurrida el pasado viernes 12 de mayo, el artista habanero Carlos Martiel impresionó al público con su performance Mediterráneo. El hecho tuvo lugar en el salón grande del antiguo palacio Loredan. Cercano al Canal Grande, vacío de todos sus muebles, con sus pisos de mármol, sus paredes de paneles leñosos y su techo de madera, el recinto evocaba sentimientos tan antiguos como el ser humano mismo. Los espectadores se situaron alrededor del artista. Él, de rodillas, encerrado en un dado de cristal y otro dado encima, del mismo tamaño, pero lleno del agua fría del canal cercano.

El agua pasaba poco a poco de un dado al otro, por simple gravedad, simulando un reloj de arena, mientras Carlos esperaba, siempre en silencio, el ascenso del agua que iba llenando su espacio. Todo el público callado, inmóvil, contempló la escena durante media hora, mientras el artista temblaba de frío y de fatiga, encerrado en la pecera y sin ninguna posibilidad de movimiento. Algunos indagaban sobre el sentido de aquel acto, otros tomaban videos del performance, otros lloraban por la fuerza emotiva de lo que veían. Todos miraban fijamente a Carlos y percibían sus impulsos ancestrales de miedo, apego a la vida y silente petición de auxilio. Cuando el agua llegaba hasta su cara y dejaba muy poco espacio en la pecera, agotado ya el volumen del compartimento superior, los asistentes del artista desmontaron la estructura y él pudo liberarse y salir. Un fuerte aplauso retumbó en el salón, rindiendo homenaje al artista y disipando la tensión suscitada durante una media hora que pareció interminable y dejó inaugurado el pabellón de Cuba en la 57 Bienal de Venecia.

Como luego declaró el propio Carlos, Mediterráneo aborda el tema de las migraciones humanas e indaga, específicamente, en el compromiso y la responsabilidad de Italia y de Europa ante el dilema de la emigración africana: “Es sobre cómo la comunidad europea se opone a las personas que llegan, buscando la supuesta salvación, dejando atrás un mundo de miedo y de guerra, para entrar en una pesadilla aún peor, que se traduce en centenas de muertos en las costas italianas o en la imposibilidad de nuestros pueblos de ayudar a quienes consiguen llegar”.

De ahí que el performance de Carlos nos interrogue, más que todo, sobre la incapacidad de la Comunidad Europea para ofrecer ayuda a quienes realmente más la necesitan, más allá de paliativos o soluciones a medias a favor de aquellos “afortunados” que consiguen atravesar el mar y llegar al otro lado. En este sentido, la obra juega directamente con la voluntad de los espectadores, quienes, pudiendo retirar el dado superior, contemplaban impávidos la escalofriante escena: “Así ocurre cada día. Las personas están allá, mirando, y no hacen nada, no pasa nada”, acotó el artista.


Una metáfora, según el artista, de las migraciones humanas.


Carlos explicó que este performance es una analogía con un reloj de arena  —una variante muy antigua de reloj—, con la cual se evoca el carácter ancestral de la emigración misma, fenómeno tan antiguo como el hombre, ese ser de naturaleza gregaria, deseoso siempre de proyectarse más allá de su geografía, alimentando a través del tiempo una ley tan real como terrible.

Sobre el arte cubano en general, Carlos afirmó que, cuando se tienen las ideas, siempre se encuentra el modo de decir, aun cuando las condiciones obliguen a decir “mucho con poco”. Manifestó también que el arte cubano ha estado siempre muy ligado a lo social y lo político. “En mi trabajo como artista cubano siempre trato de expresar las cosas que siento, y tengo mi propio pensamiento sobre problemáticas sociales y políticas del contexto en el que vivo y desarrollo mi trabajo artístico”, agregó.

A propósito del tema, Jorge Fernández, Comisario de la Muestra y director del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, celebró la oportunidad de tener a Carlos Martiel y su performance, de extraordinaria fuerza: “Creo que diseñar este  performance y hacerlo con esa autenticidad, con ese nivel de sinceridad, con esa vitalidad, ha resultado fabuloso”.

Y luego fue la inauguración, llena de buena conversación, música y brindis con Habana Club; como corresponde a la inauguración de un pabellón que represente a Cuba, así sea en la 57 Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia.

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