Minerva López… Pinturas cargadas de lirismo, tiempo y cubanía


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Su pintura –como la poesía– no se aprende en las escuelas,
se lleva adentro, y Minerva la despliega en abundancia y aciertos”.

Julio Girona

 

Cubanísima en su aparente primitivismo,
nos traduce un éxtasis de vitalidad asombrosa”.

René Portocarrero

 

Basten esas frases de dos grandes artistas nuestros para reconocer el arte de la pintora cubana Minerva López, quien recientemente falleció en nuestra capital a la edad de 86 años. Esa creadora, cuyas imágenes cargadas de elocuencia y poesía, se entretejían siempre con mensajes/motivaciones extraídas de la realidad nuestra.

La huella primigenia e indeleble del hombre primitivo, materializada en el trazo mítico-expresivo de sus pictografías, fue lo que indujo a la artista a registrar en sus telas y cartulinas la expresión más pura de todas sus vivencias. Ella vive en sus obras, es así como cada pintura describe la marca mística e introspectiva de una descarga emocional que se transforma en figura que fascina a nuestros sentidos.

No cabe dudas de que las creaciones pictóricas de Minerva López (1), lejos de constituir narraciones explícitas sobre un hecho determinado, resultan formas sintéticas que representan el impulso emocional expresivo del momento en que tomó el pincel y la paleta, y se enfrentó al vacío virginal del soporte en blanco.

Ante las obras de Minerva, el espectador resulta atrapado por un mundo iconográfico que se desliza entre lo representado reconocible del mundo material, y lo representado evocador de la fuerza de un espíritu pictoricista que trasciende los límites de la realidad inmediata.

Sus pinturas están sujetas a un orden en el que las imágenes aparecen, indistintamente, como formas simbólicas intensas, sintéticas y hasta corpóreas definidas sobre un fondo sobrio, pero rico en valores, y otras en las que las composiciones constituyen más bien acercamientos que exploran las zonas más íntimas e infranqueables de las visiones creadas por Minerva. Precisamente es con este sentido, con el que las formas aparecen unas veces como figuras y otras como entes abstractos, que su pintura oscila entre la figuración y la abstracción.

Como dijera, en una ocasión, la profesora y crítico Adelaida de Juan, “los temas de Minerva tienen un punto de partida en su mundo vivencial inmediato y lejano. Leyendas, mitos, cánticos recordados con una memoria siempre selectiva, la vida y las emociones cotidianas, la contemplación ávida de la realidad, se entremezclan y nutren una imaginería rica en sugerencias”.

Por sus incursiones pictóricas en el paisaje interior y exterior del hombre, la creadora descubre cómo se presenta el mundo ante nuestros ojos, regalando imágenes desenmascaradas donde desborda lo emotivo. Su arte expresa el mestizaje (físico y espiritual) que aparece en nuestros productos más auténticos.

Espacio temporal y cubano

La manera ecléctica de la pintora y dibujante Minerva López resulta una afirmación precisa que presenta su propia individualidad artística, como productora de signos estéticos, con rasgos muy definidos en medio de un contexto cultural diversificado.

Ella ha logrado una obra en la que la espacialidad se transforma en una “aventura en el tiempo”. La materia de la creadora –a pesar de estar hábilmente modulada– se reduce a simple medio para lograr algo más importante y complejo. En cambio, el espacio –en su lenta, pero irreversible estructuración a través de los impulsos de una continuidad– es lo que ha conquistado la artista.

Desde que comenzó a pintar, siendo ya una mujer adulta, ella advirtió la necesidad de imprimir el sello de su personalidad más escondida, a través de algo más directo que un frágil signo o una ágil pincelada. Así nació sobre la tela o la cartulina una imagen primordial que podrá ser única o múltiple, pálida o encendida, lisa o rugosa, pero que sobre todo adquiere ese ritmo indispensable para quien quiera alcanzar la dimensión de "tiempo" dentro de una superficie bidimensional.

Introducir el tiempo dentro de la espacialidad de la superficie ha sido una antigua ambición, una repetida esperanza de la pintura. La temporalización de Minerva López es genuina, porque se basa en un mecanismo elemental, pero auténtico: el de la sucesión múltiple de elementos homológicos. La repetición de estos elementos análogos (no idénticos), a distancias discontinuas, suscita inevitablemente un ritmo, y ello trae consigo el nacimiento mágico e imprevisto de una escansión, que es espacial y temporal al mismo tiempo.

Increíble imaginación bulle por sus tintas, acrílicos, óleos y acuarelas, esas que combina con creyones o lo que tenga a su alcance que dan lugar a esos “hallazgos inesperados”, tanteados con líneas y punteadas misteriosas, y coloreados con alucinaciones poéticas.

En sus poemas pictóricos se descubren gestos y rasgos donde recrea un jeroglífico visual, en cuyo desciframiento el público encuentra lenguaje, pensamiento y visión.

Jeroglífico poético/cubano

Minerva ya no está con nosotros, físicamente. Quedan, para recordarla, sus obras y, también, las palabras y diálogos compartidos en múltiples ocasiones con este periodista a lo largo de los años, que ahora emergen cargadas de memorias y de vida…

Los güijes para ella fueron siempre familiares imágenes, grafías que se introducían, sin permiso en muchas de sus creaciones pictóricas, y que le regalaron no pocas alegrías... “Esos que siempre encontrará observándolo, tratando de hallarle un defecto a usted que mira los cuadros. Porque sus ojos son como microscopios. Todo lo ven”.  Me dijo en una ocasión, sonriente y con voz pausada, en 1990 justo antes de partir hacia Morelos, México donde expondría los cuadros de su serie Rutas interiores.


Minerva junto a Wifredo Lam y Manuel Mendive

Un día conoció a los güijes en el campo “porque la vida está llena de ellos para todo el mundo. Lo que pasa es que a unos los impresionan más que a otros. ¿No crees tú que tienes güijes en tu vida?”, relató con la elegancia y sosiego que dibujaba cada conversación. Porque esos seres que están arraigados en las leyendas y los mitos afros tomaron formas en las manos de Minerva junto con las casas que son también motivos de su pintura. “Porque para el ser humano lo más importante es el hogar. Sin casa no existe la vida. El hogar es para mí el amor que se le da”, expresó.

Cuando pregunté sobre el título… ¿Rutas interiores? Dijo sin respiro: “Después de largo trecho pictórico realizando mi obra con colores llamativos hago ahora mis güijes menos agresivos –y quiso especificar que nunca fueron malos–, quizá más intelectuales. Sí, porque aquí están como entretejidos en las sombras. Y se llaman rutas interiores, ya que los güijes son de adentro hacia afuera… Antes era al revés. Eran más visibles…”.

Papeles, lienzos, cartulinas revolotearon en aquella exposición que era portadora del mundo de Minerva, en el que sus personajes principales se confundían con el paisaje, esa espesa vegetación de monte adentro, tan lejana como su imaginación. De aquella estancia en el país azteca trajo recuerdos en blanco y negro que la hicieron muy feliz…

“Tu pintura atrapa…”. “Su obra nos lleva por un laberinto de una angustiada búsqueda, que conduce, paradójicamente, a la meditación. Es como el Caribe y el encuentro de sus culturas”. “Un arte que abunda en expresión auténtica y fresca de vida…”. “Esos cuadros nos sorprenden con sensaciones que nos dan la idea de una vida nueva…”.

El libro de los visitantes de aquella muestra, que expuso en el Instituto de Cultura de Cuernavaca, en Morelos, donde había llegado invitada por el Gobierno de ese estado mexicano, constituía para ella una de las memorias más hermosas de su visita allí. Y lo guardaba como un tesoro. Recuerdo que lo abría y cerraba feliz, porque siempre encontraba motivaciones, palabras nuevas, un camino que desembocaba siempre en su pintura.

Pero dejemos que ponga el punto final el destacado crítico Alejandro G. Alonso (AGA) cuando expresó acerca de su labor pictórica: “¿Ingenua? ¿Naif? Minerva no encaja en tales clasificaciones. Su labor (hablemos del mito, del misterio, agreguemos una omnipresente fuerza ritual) no tienen la candidez de un Rousseau, se separa del modo de hacer de otros cubanos que cultivan la línea con éxito… Se ubica entonces en un terreno donde cabe mejor hablar de primitivismo, considerado este factor como constante dentro del desarrollo del arte del siglo XX, en su vigor originario”.

 

Nota:

(1)Minerva López (Matanzas, 1934-La Habana, 26 de julio de 2020). Artista básicamente autodidacta que recibió cursos con la destacada pintora cubana Antonia Eiriz. En 1976 comienza a pintar regularmente. En su currículo tiene decenas de exposiciones colectivas y alrededor de 15 personales en Cuba, México, España, Venezuela, Estados Unidos, Polonia, Checoslovaquia. Entre los lauros destacan: Premio en la Bienal de Arte Bantú contemporáneo (Zaire, 1977), Premio del Salón UNEAC 1990 (La Habana). 


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