La entrega del Premio Nacional de Literatura 2018 a la doctora en Ciencias Filológicas y Académica de número de la Academia Cubana de la Lengua, Mirta Gloria Yáñez Quiñoa tuvo lugar en la sala Nicolás Guillén de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en el contexto de la 28 Feria Internacional del Libro de La Habana.
La narradora, poetisa y ensayista recibió el premio de manos de Alpidio Alonso, ministro de Cultura y de Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro y una gran ovación del público que asistió a la ceremonia, entre los que se encontraban escritores, artistas, familiares y un significativo grupo de amigos de la premiada.
Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura, 2001 y presidenta del jurado, dio lectura al acta del mismo en la cual consta que se confiere el Premio Nacional de Literatura a Mirta Yáñez «Por su obra sólida en varios géneros literarios, avalada por cinco premios de la Crítica literaria. Por su labor a favor de la promoción de la literatura femenina en nuestro país, siendo ella una exponente protagónica, lo cual también es válido en lo concerniente a la literatura infantil».
A la par el documento resalta la repercusión de la obra de Yáñez en el ámbito internacional y señala que la misma enaltece los valores principales de nuestra sociedad y de nuestra cultura y subraya su labor como investigadora literaria que se manifiesta en prólogos, estudios monográficos y textos divulgativos.
Las palabras de elogio estuvieron a cargo de Olga Martha Pérez, Premio Nacional de Edición 2015 y miembro del jurado.
Su intervención constituyó un retrato ameno de la personalidad y labor intelectual de la homenajeada. Consideró que para esta «la escritura ha sido más que una vocación; es una manera de vivir es un elemento esencial de su humanidad; es también la vía para sus explosiones de rebeldía y para revelar a los otros su personal y única percepción de la realidad».
Recordó que desde la publicación de su primer poemario Las visitas, en el año 1961, «aparece una voz distinta con el giro brillante que sorprende y conmueve; poesía que madura con los años sin abandonar los signos iniciales de su poética».
Igualmente subrayó la importancia de su obra investigativa y ensayística, la particularidad de su voz narrativa y enumeró algunos de los muchos reconocimientos literarios conquistados por Yáñez, entre los cuales resaltó los cinco Premio de la Crítica Literaria que obran en su haber.
Entre estos figura el conferido en 2010 a su novela Sangra por la herida de la cual la oradora aseveró, constituye el testimonio de toda una generación y en la misma se aprecia el magistral dominio de diversos estratos lingüísticos que la hicieron merecedora además del Premio de la Academia Cubana de la Lengua en el año 2012.
Sostuvo que la trascendencia de su obra se afianza en la maestría en la utilización del lenguaje, en el humor fino y cáustico, en el diseño y conflictos de sus personajes y en la intensidad con que expone la realidad.
Hizo énfasis en su aporte inestimable a la visibilidad del discurso literario femenino a partir de la preparación de su antología Estatuas de sal Cuentistas cubanas contemporáneas, de 1996.
Concluyó su elogio con una cita de la laureada que demuestra, una vez más, su compromiso con la literatura.
Por su parte la premiada expresó: «Recibir el Premio Nacional de Literatura me ha redondeado los afanes de mi vida literaria; no solo lo agradezco enormemente sino que estoy conmovida por tantas muestras de afecto».
Manifestó su deseo de compartir el lauro con todos aquellos que la han apoyado en su carrera; evocó a su hermano, el escritor Alberto Yáñez, y algunos amigos que ya no están y con los que hubiera querido celebrar este momento.
Con un toque de humor negro, según sus propias palabras, afirmó que el premio le ha cambiado hasta su epitafio que consistía en «Al fin en todas las listas negras» (risas).
Posteriormente comentó que en su vocación por las letras influyó en primerísimo lugar su familia: un padre periodista con una gran sentido del humor, una madre con una excepcional sensibilidad y un tío abuelo que le enseñaba poemas «siempre tuve la lectura como parte de mi esencia».
Narró luego algunas vivencias de niñez que indudablemente alimentaron la fantasía e imaginación de la escritora, la cual recibió su primer premio literario, de la larga lista de estos que hoy posee mientras cursaba el sexto grado.
Rememoró al mismo tiempo su paso por el Instituto Preuniversitario Especial Raúl Cepero Bonilla, y apuntó que sus compañeros en este plantel se encontraba presentes en la sala; «esos tres años en el Cepero Bonilla fueron no solo felices sino decisivos en el establecimiento de una ética de exigencia y de rigor», dijo.
Sobre La Habana, confesó que es la sustancia de su primer poemario Las visitas, que es un recorrido por la Habana Vieja. «Creo que La Habana es la razón de buena parte de mis elecciones en la vida; es el mar, sus ruinas, sus gentes, la nostalgia concreta de los que no están; mis perros, mi patio de Cojímar… así que le dedico parte de mi emoción al 500 aniversario de la ciudad».
Se refirió asimismo a los escritores que más la han influido en su elección de convertirse en escritora: J. D. Salinger, Ernest Hemingway, Carson McCullers, Marguerite Yourcenar y Juan Rulfo, y entre los cubanos Ezequiel Vieta, Roberto Fernández Retamar, César López y Jaime Sarusky.
Sus estudios en la Escuela de Letras y los grandes intelectuales que fueron sus profesores, entre ellos Nuria Nuiry, Camila Henríquez Ureña, Lucía Sardíñas, Juanita Conejero y Mirta Aguirre, merecieron un aparte en su intervención. «La literatura se volvió la inquietud más será de mi vida; leer y escribir son las arma de mi existencia», reveló.
«Yo creo muy firmemente en que para escribir en una lengua hay que, ante todo, dominarla (…) insisto, hay que ser culto y conocedor de la lengua en la cual uno escribe. Mi intención estética aunque existan elementos fantásticos, es sobre todo realista», y seguidamente explicó que un elemento constante en su obra es la mezcla del humor con lo trágico y la búsqueda de personajes auténticos.
«La emoción y la sensibilidad son importantes a la hora de escribir, pero también la cultura y el conocimiento preciso del idioma y lograr que salga de una forma natural», advirtió la Premio Nacional de Literatura 2018, y añadió que se debe escribir con claridad, austeridad en el estilo y sinceridad en la elección de temas y enfoques.
«La literatura es para mí en primer lugar conocimiento; en segundo lugar entretenimiento y en tercer lugar comunicación; el escritor tiene que comunicar una emoción y trasmitir su verdad», aseguró.
Mirta Yáñez selló su intervención con la siguiente declaración:
No puedo morderme la lengua ante la vulgaridad, la corrupción, la mediocridad y la injusticia (…) desde joven, siempre he pensado que se debe ser consecuente con uno mismo; una de las palabras clave para mí es compromiso y otra es honradez al escribir. La literatura no es un sofá cómodo desde donde disponerse a ser testigo de la realidad. Escribo para exorcizarme de verdades insoportables. Todo lo demás es floritura. La esencia es esa: la igualdad de condiciones, de posibilidades, en el caso de la literatura se trata también de hacer una lectura de los textos desde una mirada de género, no exclusivista, naturalmente; siempre recalco que todo fundamentalismo es antiintelectual y que lo principal es el talento, escribir bien.
Ser escritora feminista significa para mí el rescate de la obra de muchas escritoras silenciadas, tomar conciencia ante el hecho creativo; en definitiva, escribir como se piensa.
El acto oficial de entrega del Premio Nacional de Literatura 2018 a Mirta Yáñez, terminó con sus palabras, pero otra ceremonia tremendamente emotiva y sincera fue la que organizaron a continuación, en el mismo salón y en el mismo podio, sus compañeros del Cepero Bonilla que celebraron como propio este lauro.
Deje un comentario