Mis recuerdos de Cintio Vitier (II)


mis-recuerdos-de-cintio-vitier-ii

Hubo varios momentos muy singulares en nuestra relación de amistad. El primero ocurrió en la tarde del 13 de noviembre de 1991, hace ya tres décadas exactas. La fecha no es que esté registrada en mi memoria, sino que poco después de ocurrido, tomé unos apuntes para que el tiempo no diluyera los datos más interesantes de la ocasión. Ahora es que me decido a rescatarlos y darlos a conocer.

Esa tarde, visité a Fina y Cintio en su casa, él me había convocado para hablar de poesía y salimos en mi auto, primero a devolver a Cleva Solís a su casa (Clevita estaba con ellos de cuando yo llegué), muy cerca, también en El Vedado, y después yo me ofrecí a llevarlos a buscar el pan (el pan diario), pues ese día la persona que hacía esa función no había podido acudir a casa de la pareja. 

Estábamos, no es ocioso recordarlo, en los inicios del llamado Período Especial y las colas para conseguir cualquier alimento eran muy similares a las del presente debido a  la pandemia de la Covid-19. Nos sentamos Cintio y yo en uno de los bancos del parque que dan a la calle Calzada, al costado de El Auditoriun, rebautizado como Teatro Amadeo Roldán, en Calzada entre C y D, y rápidamente nos involucramos en una charla sobre Octavio Paz, a quien yo leía y estudiaba por aquellos días y sobre el que ya habíamos conversado anteriormente. 

Rafael Acosta de Arriba.

Meditada reflexión de Cintio

Ese día, Cintio habló con deseos sobre el mexicano, ellos habían tenido una bonita y fructífera amistad epistolar por años. Un aspecto que fue sustancial en las cosas que me dijo Cintio fue su valoración acerca de los efectos que la carencia de lecturas de Paz sobre la obra martiana produjo en opiniones del mexicano sobre las ideas y la literatura continentales; carencia que, por ejemplo y según su criterio, había lastrado la percepción paciana sobre el modernismo literario. 

Cintio pensaba que la lectura de Martí debió haberla hecho Octavio Paz en su momento, durante su voraz deglución de la literatura latinoamericana, y me contó, precisando su tesis, que Paz le había pedido, como un favor, en una de sus cartas, que le enviara a la India, donde estaba radicado como embajador de México, las obras completas de José Martí, cosa que él hizo, pero que al parecer no le llegaron nunca. 

La meditada reflexión de Cintio sobre esa carencia del aprendizaje martiano en Paz, tuvo consecuencias negativas en su visión panorámica de la historia literaria y política continental. Es un asunto muy interesante y original, pues durante mis estudios de la voluminosa bibliografía pasiva existente sobre el autor de Piedra de sol, no me he encontrado a otro autor que haya coincidido con ese juicio de Cintio (la que, por cierto, Paz mismo consideraba una carencia real). 

La amistad entre ellos se fracturó a raíz de la publicación (no recuerdo bien ahora si en Vuelta ó Plural) de un texto de Cabrera Infante en el que acusaba a los escritores cubanos amigos de Lezama Lima de abandonar al autor de Paradiso durante los días finales de su vida, ya ingresado en el hospital. Tanto él como Fina se disgustaron mucho por ese injusto ataque en la revista que dirigía Paz, pero callaron y esperaron a confrontarlo personalmente. 

La oportunidad llegó tiempo después cuando se encontraron en una recepción en París. Fina llevó la voz cantante cuando Cintio le reprochó a Paz lo del artículo ofensivo de Cabrera Infante, pero según él, Fina cortó radicalmente el encuentro (no era desacertado aquello de la “paloma de acero”, con que Agustín Pí gustaba de llamar a Fina) y terminó abruptamente la conversación. Paz, en respuesta, se excusó y versallescamente se despidió de la pareja. 

Ahí quedó interrumpida una amistad de muchos años. A continuación de esa anécdota, contada con evidente pesar, Cintio describió al gran poeta mexicano: caballeroso, muy educado, buen conversador (aunque no con el ritmo parlero cubano), muy inteligente, pero sobre todo (e hizo énfasis en ello), muy mexicano.

Su valoración sobre Jorge Luis Borges

Cintio hizo a continuación una breve digresión sobre otro intelectual enorme, Jorge Luis Borges, para compararlo con Paz como pensadores políticos, y en ese cotejo, reconoció la agudeza de Paz al lado del discurso “disparatero” (sic) del argentino.  Cintio, durante la larga charla, no escatimó elogios para el poeta mexicano, a quien consideró “un clásico viviente”; dijo que era un escritor (sobre todo como poeta) muy influenciado por el surrealismo francés y especialmente por André Bretón, y que Paz era el último exponente vivo de aquel surrealismo. 

Indiscutiblemente sentía una gran admiración por el antiguo amigo. Entonces, Cintio agregó sobre El arco y la lira una alabanza con la que coincidí por completo: que era un libro formidable, cuyos juicios Cintio compartía y que consideraba a El laberinto de la soledad como su mejor pieza ensayística a pesar de haberla escrito a los treinta y tantos años de edad (treinta y seis).

La charla duró cerca de una hora y antes del regreso, Cintio me regaló y dedicó su libro Poemas de la casa. Para mí aquella experiencia fue muy sustanciosa porque me aportó mucho sobre el poeta mexicano, al que Cintio seguía estimando a pesar de la desavenencia comentada y a quien yo continuaría estudiando en lo adelante, ahora con mayor interés. 

Fue curioso y sumamente interesante para mí, que él me mostrara, días después, una correspondencia cruzada entre ellos. El trato recíproco utilizado por Paz y Cintio era el respetuoso de usted, y las cartas databan de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. En las misivas aparecen elogios de Paz a Cintio (le llama “su lector ideal”) e, incluso, hay un trato admirativo a la Revolución Cubana en sus años iniciales, raros en la escritura de Paz, pues posterior a 1971 y los sucesos de la encarcelación de Heberto Padilla y su sonada “autocrítica”, tomó distancia y se convirtió, poco después, en uno de los críticos más duros y sostenidos.

Seguía viva su estimación por Paz

Años más tarde pude corroborar que, a pesar de ese lance, seguía viva su estimación por Paz, pues acudí a su casa en vísperas de un viaje a México, en 1997, en el que yo acompañaría a Alfredo Guevara (ya me había trasladado de la Biblioteca Nacional a trabajar al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos) y en el que estaban pactados encuentros con Carlos Fuentes y Carlos Monsivais, entre otros relevantes intelectuales mexicanos que Alfredo visitaría (con los que tenía una antigua amistad, a pesar de que ambos se habían distanciado de la revolución), además de algún intercambio con los directivos del cine mexicano (yo pensaba hacer un aparte para ver a Alberto Ruíz Sánchez, director de la revista Artes de México, y uno de los fieles colaboradores de Paz, a quien conocía, para que este me introdujera con el poeta). 

Recuerdo que, en el umbral de la puerta, ya al despedirnos, Cintio me pidió que, si finalmente lograba encontrarme con Octavio Paz, le trasmitiera un saludo de su parte. Un repentino malestar de salud de Alfredo hizo que el viaje se suspendiera por los riesgos que implicaba la altura de la capital mexicana.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------En ocasión del Centenario de Cintio Vitier, vale mencionar la obra de Fina García-Marrúz, su esposa, quien estuvo muy identificada con él desde el punto de vista literario y en todos los aspectos de la vida.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte