Muchas formas de decir “aquí estamos”


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Del 4 al 10 de agosto de 2025 se celebró en La Habana la quinta edición del Festival Habana Titiritera: figuras entre adoquines, convocado por Teatro La Proa y el Centro de Teatro de La Habana. Durante siete días, el títere volvió a tomar la ciudad con su fuerza poética, su capacidad de diálogo y su vocación comunitaria.

Agrupaciones teatrales de Cuba, Colombia y México, junto a estudiantes que aportaron frescura y mirada crítica, compartieron funciones, talleres y encuentros en la sede de Teatro La Proa, la Sala Llauradó, la Casa de Cultura Joseíto Fernández en Centro Habana, La Madriguera, la Quinta de los Molinos, el Museo de Teatro de Títeres El Arca y diversos espacios comunitarios, incluso alejadas de la sede principal. Cada escenario se convirtió en retablo y fue también un abrazo, una conversación, una forma de decir “aquí estamos”.

Esta edición estuvo dedicada a Dora Alonso y Armando Morales, figuras esenciales en la historia del teatro de títeres cubano. Su legado acompañó cada función, cada gesto, cada palabra dicha desde la escena.

Durante siete días, el títere volvió a tomar la ciudad con su fuerza poética, su capacidad de diálogo y su vocación comunitaria.

Cinco ediciones después, Habana Titiritera continúa siendo mucho más que un festival: es un encuentro colectivo, un abrazo escénico que reúne memorias, saberes y afectos. Esta quinta entrega reafirmó que el arte de los títeres no pertenece solo a la infancia, sino a todas las edades del alma.

Más allá de las funciones teatrales, el festival desplegó una programación diversa que incluyó un evento teórico —espacio de reflexión organizado por Assitej Cuba—, la proyección de cortometrajes que amplían la mirada sobre el arte titiritero, la entrega del Premio Timonel como reconocimiento a trayectorias de instituciones y artistas comprometidos, las exposiciones Una Isla llamada Armando y Retablo de vidrio y el esperado Cabaret Titiritero; donde el humor, la irreverencia y la complicidad se dieron cita en celebraciones nocturnas inolvidables. Los talleres fueron espacio para el aprendizaje del lenguaje de los objetos, los títeres parlantes y la utilización del títere como herramienta terapéutica en contextos de terapia narrativa.

La participación de colectivos de varias provincias del país, junto a las agrupaciones foráneas, enriqueció el intercambio artístico y afectivo.

La participación de colectivos de varias provincias del país, junto a las agrupaciones foráneas, enriqueció el intercambio artístico y afectivo. También fue valiosa la presencia de estudiantes, que aportaron sus preguntas, frescura y nuevas formas de mirar. Cada grupo trajo consigo una manera distinta de entender el títere, de construir la escena, de dialogar con el público.

Estos momentos no fueron actividades paralelas, sino parte esencial del latido del evento. Espacios donde se cruzaron generaciones, territorios y saberes; donde se celebró la pluralidad y se reafirmó que el teatro de títeres es también pensamiento, comunidad y fiesta.

El arte que resiste y transforma

Esta edición dejó claro que el teatro de títeres sigue siendo una forma de expresión profunda, capaz de nombrar el mundo desde la imaginación y la memoria. Cada función fue una afirmación de presencia desde los cuerpos que animan y las voces que cuentan.

Fue valiosa la presencia de estudiantes, que aportaron sus preguntas, frescura y nuevas formas de mirar.

La programación fue un tejido diverso, donde convivieron la fábula y la crítica, la ternura y el humor, la imagen poética y la reflexión directa. Hubo títeres que contaban recuerdos, que enfrentaban miedos, que reían con picardía, que acariciaban con sutileza. Se contaron historias de perros, lobos, cochinitos, conejos, magos, príncipes, héroes, soldados, niñas con alas, entre caricias, colores, hielo, piedras, diablos, infiernos y rastros de estrellas; de la mano de Guille, Opalín, Pedroni, Mowgli, Romeo, Julieta, Pelusín… estéticas tan variadas como las emociones que despertaron: desde lo artesanal y lo simbólico hasta lo provocador y lo lúdico. Se cruzaron lenguajes escénicos que desafiaron formas tradicionales, que apostaron por nuevas maneras de contar, que dialogaron con lo contemporáneo sin perder la raíz.

El público asistente en las salas convencionales y las habilitadas para el festival se dejó tocar por historias que conmueven, por gestos que acompañan, por silencios que invitan a pensar. Fue una programación que abrazó la diversidad de voces, de territorios, de formas de mirar el mundo.

No fue solo una muestra de obras: fue una puesta en común de mundos posibles. Un espacio donde lo íntimo y lo colectivo se encontraron, donde el humor convivió con la herida, donde cada función fue una experiencia compartida.

Esta quinta edición de Habana Titiritera deja una certeza: el teatro de títeres sigue siendo una herramienta viva para imaginar, para recordar, para reunirnos. Y mientras haya manos que animen, voces que cuenten y públicos que escuchen, el fuego escénico seguirá encendido.

Cada función fue resultado del esfuerzo colectivo y del compromiso con el arte escénico como espacio de encuentro y de memoria.

Llegue el reconocimiento a todas las personas que participaron en el festival: al equipo organizador, por su entrega constante y su mirada cuidadosa, a cada espacio que acogió funciones, talleres y diálogos, a cada uno de los artistas por compartir sus universos con generosidad y valentía. El agradecimiento se extiende al público, ese indispensable; cuya presencia sostuvo el ritmo de cada jornada.

Cada función fue resultado del esfuerzo colectivo y del compromiso con el arte escénico como espacio de encuentro y de memoria.

Aquí estamos

Finaliza la quinta edición del Festival Habana Titiritera: figuras entre adoquines, y con ella se reafirma la vigencia de un arte que convoca, dialoga y se transforma, nos deja abiertas nuevas rutas para el diálogo y la creación. La variedad de propuestas escénicas, la participación activa de públicos diversos y el compromiso de los colectivos titiriteros confirman que el teatro de títeres en Cuba no solo tiene historia, sino también impulso y proyección. “Aquí estamos” es una afirmación de presencia creativa y de apuesta por posteriores encuentros.


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