Cuando aún era muy joven me llegó a las manos el libro del poeta. Después supe que  Surco, de Manuel Navarro Luna, ha sido de enorme interés de nuestra poesía, realmente lo que se llama un libro de vanguardia  y de gran impacto en el mundo social de la época.  Aquello de que corren las calaveras de los niños que no tienen nombre, las de los negros y la de los blancos y nadie supo jamás si alguna vez murieron!, no lo olvido. Creo que esos versos quedaron en mí, guardados y queridos en mi tesoro espiritual que en años he venido  acumulando. Cuando triunfó la Revolución cubana, al pensar en la poesía de Martí, era imposible olvidar aquellos versos del poemario de Navarro Luna. Con su ojo lírico asido a su raíz, había vibrado el cantor de Manzanillo. Una vez me enteré que no era oriental, sino de Matanzas. Había nacido en Jovellanos. Tras la muerte del padre, la familia se trasladó a Manzanillo y allí la madre con sus hijos  se enfrentó a muchas calamidades y tuvo el poeta que trabajar para ayudarla.

Un amigo me habló una tarde del Soneto al Socialismo, escrito por Navarro Luna, allá por el año 1915, tiempo antes de publicar su primer libro Ritmos Dolientes. Salió a la luz en Bohemia, me dijo.

Otros  libros llegaron después. Corazón abierto, Refugio, Surco (ya mencionado), Siluetas aldeanas, Cartas de la ciénaga, Pulso y onda, La tierra herida, y las Odas mambisas y milicianas.

En una ocasión, al viajar por los campos de Cuba, recuerdo, algunos años antes de 1959, haber visto por vez primera un bohío cubano y recordar al poeta, cuando en referencia a aquella rústica vivienda expresaba: ese tallo de sombras, ese copo de sombras, anudado a la madrugada delirante con la voz del gemido, abrazado a una estrella que los hombres ataron a un muro de ignominias.

Como expresara Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, no solo Navarra Luna, fue un gran poeta, fue un gran hombre.

Nació un 29 de agosto de 1894 y murió en 1966. Tenía al fallecer casi 72 años. Desde los años 30 había pertenecido al Partido Comunista de Cuba, y en época de la dictadura de  Batista tuvo que sumirse en la clandestinidad. Fue un luchador intransigente por los niños, los pobres, los negros y los blancos, por el campesino, por los obreros, en fin, de un descendiente de mambises no podía esperarse otra cosa.

Revistas y periódicos radiales y escritos lo vieron colaborar, fue conferencista, y creador de versos patrióticos que levantaban los empeños de los revolucionarios. Antonio Maceo y Marianas Grajales le inspiraron bellos textos.

Ahora en este Siglo XXI, cuando el mundo se debate tenebroso, y hasta se anuncia el holocausto, cuando muchos hombres, más que hombres fieras desalmadas, hacen arder ciudades patrimoniales, cuando el racismo, la homofobia, el fascismo proliferan y la Amazonía arde, los versos de Navarro Luna alcanzan una trascendencia luminosa. Aquellos horrores que vio en su Patria dolorida antes del triunfo del 1ro de enero, el campesino, el pobre, el hambriento, aquel soñar para andar parece apoderarse del presente cuando nos atraviesa el corazón cada una de las noticias de espanto que publican hoy los medios masivos de comunicación. La canción del niño negro y del niño blanco ya no es solo de Cuba, es de América y del Mundo, cuando la estrella desciende con los senos desnudos/ y palpitando/ muere/.

En estos momentos que vive la humanidad, el campesino pobre, el campesino cubano, aquel que salvó la gloriosa Revolución de Martí, de Fidel y del poeta, ahora se mantiene en  los pueblos sojuzgados de otros continentes,  y Navarro Luna, sigue cantando /Por las venas del agua corren semilleros de fiebre/ Agua para la sed de los niños /Agua para la sed de los pobres/.

Hay que unir voluntades, hay que seguir luchando, hay que seguir con el alma encantada del poeta, sembrando conciencia solidaria para que se arme el sueño del amor y de la vida.

El dolor se extiende, los imperios y sus aliados acumulan injusticias, las migraciones no cesan, el hambre y la angustia se debaten entre la asfixia y la muerte. ¿Qué ocurrirá con los pueblos de la Amazonía condenados por el fuego, el saqueo y el abandono? , y los emigrantes en el Mediterráneo, que nadie, absolutamente nadie los quiere, mientras los asesinos, acomodados en sus trincheras de poder, blasfeman del cambio climático que dicen no creer, o deciden comprar Groenlandia. ¿A dónde se irán a meter los cobardes? No puedo olvidar aquellos versos del cantor manzanillero cuando llega de la estación del pueblo a su ciudad, esa ciudad que lo espera con los brazos abiertos. Llovía torrencialmente, aquella ciudad que lo estrecha fuertemente contra su pecho y lo acaricia con los dedos de sus calles…

Después / Entra un grupo de árboles que me acompañan / agitando en el aire sus sombreros / camino lentamente hacia la casa / que con el rostro embadurnado de polvo y colorete / estaba esperando mi regreso / Allí me abrazan todos / primero que nadie / mi / perro /  

La realidad que hoy vivimos es mucho más cruda. Somos más búfalos que hombres, más enemigos que amigos, más individualistas que solidarios. ¡A dónde queremos llegar!

Desde muy joven Navarro Luna sintió la necesidad de defender al pobre, al hambriento, a los niños desamparados, a los pueblos oprimidos. Vio triunfar la Revolución cubana por la que él tanto luchó, pero supo siempre con sus versos, que el ejemplo de Cuba era un faro de luz para los pueblos oprimidos por el capitalismo.

Manuel Navarro Luna fue un guerrero, un defensor de la verdad más justa.

Sus versos hoy, a 125 años de su nacimiento, parecen dedicados a los niños que ahora mismo sufren hambre y maltratos.

Corren/ Corren tras una estrella/tras un resplandor encadenado/ para morir sin luz/sin pan/sin agua limpia/.

¡Desde la eternidad, el poeta nos alerta! Sirvan estas líneas de sentida recordación a un cantor cubano que defendió la justicia y la dignidad de su Patria, y que sigue defendiendo  estos valores esenciales para los pueblos de Nuestra América y del Mundo.