Ni “aprobación bondadosa”, ni “ira insultante”


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Julius Fučik, periodista checoslovaco nacido en la Praga del imperio austrohúngaro en 1903, murió ahorcado por la Gestapo el 8 de septiembre de 1943, después de que los checos fueran excluidos del Pacto de Munich y las tropas hitlerianas ocuparan su bella capital en 1939. A pesar de que existen en el mundo diversas fechas para conmemorar el Día del Periodista, en Cuba se ratifica  esta, como homenaje a Fučik. Si bien es cierto que podrían proponerse muchas fechas relativas a primeros periódicos, grandes primicias, promulgaciones de leyes relacionadas con el periodismo, profesionales asesinados… en cada país, es posible que no exista otra como esta para reconocer a quienes han asumido los peligros y contingencias que implica asumir el ejercicio del periodismo responsable y comprometido. Fučik, con sus bien escritas denuncias y su ejemplo consecuente, reivindicó la dignidad de una profesión que actualmente es una de las más riesgosas que existen, aunque resultaría relativamente fácil convertirla en un aquiescente modo de vida.

Combativo acusador del Pacto de Munich, Fučik pasó a la clandestinidad cuando su país fue invadido y continuó publicando con seudónimo; detenido por la Gestapo en 1942, fue salvajemente torturado pero sus verdugos no le arrancaron ni una sola palabra complaciente o delatora. En la celda en la cual lo incomunicaron, escribió Reportaje al pie de la horca, manuscrito sacado hoja a hoja de la cárcel gracias a la colaboración de muchos, y publicado en 1945 en unos noventa idiomas, cuando el sentimiento antifascista alcanzó su apogeo.

El Reportaje… además de testimoniar su resistencia hasta la muerte, resulta una crónica histórica de la barbarie fascista, un fragmento autobiográfico de su madura personalidad, las memorias de quien está convencido de la inminencia de la muerte, y un diario que al mismo tiempo es retrato de la brutalidad del fascismo, de su psicología y métodos, de su condición primitiva e inhumana. Escrito en primera persona, el Reportaje… recoge sintéticamente lo que el propio autor llamó “el eco de los pensamientos”, no exentos de ironía y dramatismo: “El interrogatorio no fue largo. El comisario Friedrich tocó no muy delicadamente mi cuerpo y yo regresé otra vez sin conocimiento…” o “…mi peluda barba atrae a los SS y los impulsa a hacer bromas ingeniosas. Agarrarse de mi barba como a la manilla de un coche y sacudirla violentamente, constituyen algunos de sus placeres favoritos…”.

Hoy los horrores practicados contra periodistas y comunicadores en países en guerra, como en el Medio Oriente, o en otros con aparente estatus de paz, como México, dejan pálidos aquellos métodos de tortura en los inicios de la crisis de la modernidad. Sin llegar al asesinato, otros muchos profesionales del periodismo y la comunicación, han sido amenazados, desterrados, silenciados, excluidos… en muchos lugares del mundo por ejercer dignamente una profesión que requiere coraje e inteligencia y la confluencia de ciencia, conciencia y paciencia. Así la ejerció el padre Félix Varela desde Estados Unidos contra el régimen colonial español en Cuba, con la altura de un patriotismo ejemplar. Baste ir una y otra vez a los trabajos aparecidos en El Habanero, el primer periódico revolucionario de Cuba, y releer “Máscaras políticas”, “Cambia colores”, “Tranquilidad de la Isla de Cuba”, “Bombas habaneras”, “Amor de los americanos a la independencia”, “Paralelo entre la revolución que puede formarse en la Isla de Cuba por sus mismos habitantes, y la que se formará por la invasión de tropas extranjeras”, “¿Hay unión en la Isla de Cuba?”… Reflexiones que han trascendido el paso de casi dos siglos, porque sus análisis de la sociedad cubana penetran profundamente en las raíces de su cultura.

Sin desconocer la brillante obra periodística de no pocos compatriotas, la continuidad del diarismo cubano de este alcance y talla le pertenece a José Martí. Durante su primera estancia en México en 1875 pudo aquilatar la importancia del buen periodismo en lo que serían las sociedades modernas, en su lucha por la emancipación. En uno de los artículos de aquella época, publicado en la Revista Universal el 29 de mayo de 1875, afirma: “No existe gobierno invulnerable; la prensa debe ser el examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo” (José Martí. Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 6, p.214). En otro artículo aparecido en la misma revista, definía: “No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente sobre los hechos que acaecen, o censurarlos con mayor suma de afecto o de adhesión. Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un alarde de adhesión tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consulta y reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país la respete, y que, conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre. […]. La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo” (Ibídem, p. 263).

Posiblemente alguien podría argumentar que estos conceptos se refieren a los inicios de la modernidad, pero no a los tiempos que vivimos, de una desenfrenada irracionalidad que afecta el equilibrio humano. Una nueva era de comunicación se ha abierto con el desarrollo y variedad de los medios digitales, en que la vigilancia se enmascara y la indagación en espacios donde antes no había luz lo ha desenterrado todo, para bien y para mal; para bien, porque es necesario matizar, comprender y ampliar las causas de los acontecimientos históricos, pero para mal, porque ciertas informaciones han servido para desprestigiar, desvalorizar y manejar hacia zonas perversas a figuras y procesos complejos. Sin embargo, el postulado ético martiano sigue en pie, si no queremos sumarnos a los malolientes caminos de un mercado que inventa, descontextualiza, confunde, tergiversa y manipula para salvaguardar intereses espurios.

La llamada “posverdad” debe tener la certeza y el juicio de corresponderse con lo objetivo y la justicia; el engaño y el artificio, la falta de generosidad y el antifaz, la superficialidad y el acomodamiento, la politiquería y las caretas superpuestas, le hacen mucho daño a la comunicación actual. La condición humana y la ética no son temas del pasado, por muchos cambios que se produzcan en la manera en que hoy nos comunicamos. Bajo circunstancias diferentes los mejores periodistas y los comunicadores han puesto el listón de los paradigmas, pero la prensa, bajo ninguna circunstancia puede ser “aprobación bondadosa”, ni “ira insultante”. Ahí están Varela, en la formación de una conciencia nacional patriótica frente al colonialismo español; Martí, con su universal pensamiento; Fučik, con el estremecedor final de su Reportaje…: “El telón se levanta. Hombres: yo os he amado. ¡Estad alertas!”.


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