No importa, del Mejunje teatral en la Casa del Alba


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Dirigida al público juvenil y también para adultos la obra No importa, de la villaclareña compañía teatral Mejunje se presentó en la Casa del Alba del Vedado capitalino. Interpretada por jóvenes y talentosos actores contó con la dirección general de Ramón Silverio. A sala atestada pudimos apreciar una puesta minimalista y de gran nivel actoral ganadora de la Beca El reino de este mundo para su realización en el año 2020.

La pieza es basada en el libro Quién le pone el cascabel al látigo, del reconocido periodista Rodolfo Romero Reyes, que rescata textos publicados en la revista Alma Mater en una popular sección del mismo nombre. En una primera lectura pudiéramos decir que su trama indaga en temas complejos de nuestra realidad y promueve un mensaje de reconciliación que busca hermanar, pero hay mucho más en esta puesta en escena.

 

 

Con Romero Reyes conversó el Periódico Cubarte en exclusiva sobre la obra al finalizar la función:

“Tuve la oportunidad de ver su estreno en el Mejunje el año pasado. Pude sentir la reacción del público joven de Santa Clara, y en fecha más reciente, la del público joven y no tan joven acá en La Habana; y puedo asegurar que la obra toca las fibras de las personas. Es una historia compartida por muchos: los amigos separados por la emigración, y el recuerdo compartido de los tiempos en el pre, el servicio militar, la universidad. No importa recrea divertidas anécdotas, y otras más serias, de las que aparecen en el libro, y le añade todo un discurso serio, crítico y comprometido sobre las realidades de los jóvenes cubanos y el tan actual y no menos polémico tema migratorio. Hace críticas al país y al mismo tiempo defiende la tesis de que se puede vivir aquí y ser feliz, como le ocurre a uno de los protagonistas. En estos tiempos de pandemias y de odios en redes sociales esta es una obra que defiende la amistad por encima de religiones, credos políticos, fronteras. La obra ha logrado conmover y llegar a los más jóvenes. Ese es un mérito que nadie puede negar”, concluyó el escritor.

El libro en el que se basa cuenta con 45 crónicas de tono crítico-irónico que censuran, ridiculizan o rumian la vida cotidiana. Narra la relación de cuatro amigos del preuniversitario y la universidad que se reúnen en un hotel después de un tiempo sin verse, tres de ellos no residen en Cuba, todos con puntos de vistas diferentes acerca de la sociedad, los sentimientos humanos, la política que lleva el país y los innumerables recuerdos que forjaron esa amistad inseparable.

Llegan a la cita con la añoranza de años acumulada. A partir de aquí, con la música de Orishas de fondo, puede adivinarse que el argumento tendrá mucho de ironía y cuestionamiento. Se trata de teatro puro, sin subterfugios, rodeos, popular, desinhibido, con tópicos recurrentes y una solapada y sutil jocosidad en cada escena. Memorables los pasajes dedicados a los poemas en tiempos de reguetón al servicio militar, a la clasificación que establecen de las parejas, la vida universitaria y sus peculiaridades y la visión que presentan del placer en las relaciones amorosas.

Uno de los grandes aciertos de la obra radica en la interacción con el público. La acción de los autores de bajar a la platea para continuar el parlamento o brindar con artistas y público a la misma vez son otros de los recursos histriónicos válidos empleados en la obra.

No importa, funciona como un reflejo de la realidad, permite sentirnos identificados porque sus personajes laten y vibran como los cubanos de hoy día, con sus sentires, intereses, pesares y nostalgias. Una vez concluida la puesta, nos invade una mezcla de sensaciones que nos hacen evocar al Apóstol cuando expresó que “El humor es un látigo con cascabeles en la punta”.


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