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Nota tardía para un premio musical trascendente


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Sergio Vitier y de Leonardo Acosta-Premio Nacional de música

Finalizaba el año 14 del presente siglo y como ya se ha hecho tradición se anunció los nombres de los ganadores del Premio Nacional de Música, que esta vez reconoce el trabajo de Sergio Vitier y de Leonardo Acosta. La noticia me sorprendió mientras  ajustaba elementos de albañilería, plomería y pintura para recibir el año 15 (con mi casa de lo más bonita, para que Manuela no me pelee), y poder seguir haciendo estas notas discretas que a veces suelo publicar.

Los premios en los últimos tiempos se han convertido en fuente inagotable de discordia en algunos sectores de la cultura y en el caso de la música esta manzana siempre ha estado presente; sin embargo, esta vez el jurado ha dado muestras de madurez, independencia y sobre todo sentido común para correr un riesgo sorprendente y agradecible para la música y la cultura nacional en general.

Sergio Vitier no es solo un importante instrumentista y compositor, sino que además ha sido padre de importantes proyectos musicales que poco a poco han sido imitados de una u otra forma por todos los músicos cubanos, sin importar su estilo o filiación estética; ejemplo de ello es su grupo Oru, tal vez el ensemble musical donde mejor se exprese lo cubano como factor de sincretismo, pero también está su música para el cine y la televisión, sus trabajos sinfónicos (tal vez lo menos conocidos y ejecutados) y por sobre todo su cubania, una cubania que expresa sin ambages y su mejor arma intelectual.

Leonardo Acosta, el otro premiado, es un hombre de una corta carrera musical; me atrevo a afirmar que casi un 95% de los músicos cubanos ignora su existencia y el resto de los compatriotas no saben quién es; por lo que haberle nominado y premiado debió haber sorprendido a más de uno. Pero Leonardo es tal vez el sabio musical cubano vivo más importante de estos tiempos. Así lo afirmo, lo asumo y sé que muchos lo han de suscribir.

Para la memoria más reciente está su paso por el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos (ICAIC), del que ambos fueron fundadores, uno como saxofonista y el otro desde los atriles de la guitarra. Sergio, además de sobrino de Felipe Dulzaides, y Eliseo Diego; ha marcado un estilo en la guitarrística cubana que algún día la “escuela cubana de guitarra” tendrá que incorporar junto al creado por la familia Nicola y Leo Brower.

Leonardo es tal vez la persona que más haya escrito y reseñando la importancia del maestro Dulzaides para la música cubana y el jazz afrocubano en general. Sin embargo, Leo, como le llaman sus amigos, es más que eso.

Permitan que presente a grosso modo a Leonardo Acosta.

De ojos grandes, sonrisa siempre presente y una inagotable capacidad para conversar sin aburrir a sus oyentes; Leonardo Acosta es tal vez el más recurrente de los musicólogos y musicógrafos cubanos de los siglos XX y XXI. No exagero.

Su vida es la suma de todas las leyendas posibles de la música cubana que usted pueda imaginar —me permito citar otros dos nombres que me son cercanos y Jesús Blanco y el finado Helio Orovio— y que contadas por él son tal vez un viaje necesario.

Por otra parte, está su trabajo como periodista durante años en diversos medios, sobre todo en los años sesenta y parte de los setenta; donde sobresale Prensa Latina; pero están sus colaboraciones con la revista Revolución y Cultura, la Gaceta de Cuba de la UNEAC, el Caimán Barbudo, hasta llegar a Salsa Cubana. De todos esos artículos publicados considero que hay dos dignos de figurar en cualquier enciclopedia de la música cubana y del jazz. Uno es el antes mencionado referido al maestro Dulzaidez y el otro en el que reconoce y reivindica la figura de Mario Bauza, a quien con justicia llama el padre del Latin Jazz.

Hay otro Leonardo Acosta y es el escritor acucioso que en sus textos nos lleva a reflexionar sobre los fenómenos de la música contemporánea, su difusión, sus estructuras y otros acontecimientos a ella asociados; para la historia quedan Música y Descolonización y Del tambor al sintetizador; dos ensayos obligados para los estudiosos de la cultura en general; y Cubano Be, Cubano Boo; la historia del jazz en Cuba, texto de importancia vital. Ese mismo Leo escritor fue el que recibió el Premio Nacional de Literatura hace unos años y ahora repite con el de música. Es la primera figura de la cultura cubana que ostenta dos Premios Nacionales.

En anteriores líneas me referí a la valentía del jurado y no es para nada errada esa afirmación. Es Leonardo Acosta el primer musicólogo (prefiero decir estudioso) que es galardonado y en su hoja de vida no hay estudios académicos en esa especialidad; es, igualmente, un músico que no está en activo (aunque suele viajar con el saxofón a cualquier parte, ese es su único equipaje) por lo que hablar de su trabajo con este o aquel formato musical sería imposible; y por último, pero no menos importante está el hecho de que tal precedente salda una deuda de la música cubana con otros nombres que aportaron importantes estudios al conocimiento y difusión de la música cubana como Alberto Muguercia, Helio Orovio y desde la radio Manuel Villar; y más recientemente el Dr. Cristóbal Díaz Ayala.

Pero a mi juicio la obra más trascendente de Leonardo Acosta para la cultura cubana está en dos hechos desconocidos, uno es la fundación y el mantenimiento del Club Cubano de Jazz durante los años sesenta y en los setenta el Festival Jazz Plaza. Si él es uno de los padres fundadores junto a otros olvidados como Horacio Hernández (padre); Bobby Carcases y otros amigos. Ese mérito, del que nunca habla, ha quedado en el olvido.

Nunca antes un premio de Música causó tanto regocijo en quien escribe estas líneas. Por coincidencia ambos premiados son hombres de la Calzada de Jesús del Monte; y de ellos se hablará hasta la saciedad, y espero, si la tarde lo permite compartir un largo trago de ron en cualquier esquina de esta ciudad y seguir, seguir haciendo estas líneas.

 


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