Conozco a Ronel González desde hace más de tres décadas y siempre me ha impresionado su capacidad creativa y sus aptitudes para la promoción de todo lo que sea cultura, esté o no al alcance de su mano.
Autor de más de cuarenta libros de poesía, décima, sonetos, literatura para niños y jóvenes, investigaciones literarias, textos humorísticos, antologías, etc. Ronel es un poeta que promueve incansablemente lo que ocurre a su alrededor, aunque a veces algunos de sus comentarios en Facebook parezcan simples notas para alegrarle el día a los demás.
Graduado de Historia del Arte y con una Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario, poseedor de más distinciones y premios que los años que tiene, llama la atención su diáfano interés por la historia de nuestra nación que ha concretado en poemas de hondura y honestidad infinitas en La marcha de la bandera, un libro digital que circulamos desde la Uneac de Holguín en ocasión de celebrarse el 10 de octubre de 2018 el 150 aniversario del inicio de nuestras gestas independentistas, y que debería formar parte de las bibliotecas escolares y universitarias del país para apoyar las lecciones de historia, hoy que tanto hablamos de hacer más potable la enseñanza de la asignatura.
Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, Juan Clemente Zenea, Bartolomé Masó, Quintín Bandera, José Martí, Vicente García, Pedro Figueredo, Máximo Gómez, Calixto García e incluso el soldado español Antonio del Rosal Vázquez de Mondragón, forman parte de los grandes hombres escogidos por el poeta para hacernos cómplices de sus límpidos acercamientos a la patria, aproximaciones para nada complacientes, pero escritas con tanta devoción y hermosura que parte del siglo XIX pasa ante nuestros ojos como si tantas proezas ocurrieran ahora mismo.
Conozco al poeta y bien sé que cuando nos habla de Bayamo, Santiago de Cuba, Guantánamo, Camagüey, Dos Ríos, Playita de Cajobabo, San Lorenzo, la Trocha de Júcaro a Morón, entre tantos sitios que le resultan memorables, es porque se ha entrañado en ellos, para decirlo con una palabra que le gusta utilizar, porque ha vivido y revivido con intensidad personalidades y acontecimientos, para transformarlos en versos y atreverse incluso a sugerir ucronías como las posibles páginas arrancadas al Diario de Campaña de José Martí o la entrada triunfal que le negaron los norteamericanos a Calixto García en Santiago de Cuba.
Pero en la mística ignota,
donde la ucronía es dable,
relumbra y se crispa el sable obstinado del patriota.
Se escurre y cae una gota de sangre,
con majestad,
y en la intemporalidad
nadie prohíbe, grosero,
que entre su rostro severo,
vencedor,
a la ciudad.
Pocas veces había visto entre los creadores literarios a alguien capaz de convertir tanta pasión en poesía. Sus poemas a Céspedes, José Martí, Máximo Gómez y Pedro (Perucho) Figueredo, por solo citar algunos, además de aparecer en revistas, periódicos, publicaciones de internet y antologías cubanas y extranjeras, están sin dudas entre los de mayor calibre recogidos en la tradición nacional del canto a la historia y, lo más interesante, es que detrás de esas páginas hay multitud de horas dedicadas a la investigación y al hecho de ver con sus propios ojos los escenarios donde ocurrieron los hechos.
Pero hay más. Como creador no se queda Ronel en la escritura apacible y plácida de su obra, también nos ha legado textos investigativos dedicados a los poetas del grupo Orígenes, la compilación de décimas pertenecientes a clásicos autores hispanoamericanos que es obra de ingenio y de objetivo rastreo textual (Árbol de la esperanza), sus inmersiones en la historia del humor cubano a través de la décima (Erase un elefante bocarriba, La libra de verso en pie), la acuciosa historia de la décima y la poesía escrita en Holguín (La noche octosilábica, Selva interior), sus compilaciones de las décimas escritas por Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, el uruguayo Julio Herrera y Reissig, etc, etc.
Autor de un libro significativo para la historia de la creación cubana en décimas como es Atormentado de sentido; para una hermenéutica de la metadécima (2007), por el que recibió el Premio Iberoamericano Cucalambé 2006, de más de diez libros de poesía y narrativa dedicada a los más pequeños, en los meses últimos de 2018 hemos visto a González Sánchez trabajando en la elaboración de una biblioteca digital de autores decimistas, recibiendo el Premio Nacional Aquelarre que convoca el Centro Promotor del Humor en décima por su libro El Platón del Banquete, leyendo o diciendo de memoria sus décimas humorísticas en cuanta peña hay en la ciudad, viajando a San Lorenzo, localidad de Tercer Frente donde cayó el Padre de la Patria, a una feria del libro en la intrincada comunidad de La Melba en Moa, a la comunidad Flora en Urbano Noris integrando un equipo de poetas repentistas, organizando eventos literarios en la UNEAC y en la Biblioteca Alex Urquiola, compareciendo en la radio y en la televisión para divulgar concursos y eventos propios o ajenos, participando en paneles en Holguín y en La Habana dedicados a las guerras de independencia y en un acto pleno de simbolismo y cubanía presentando su cuaderno Teoría del fulgor accesorio en la Casa de la Nacionalidad en Bayamo, entre múltiples funciones, lecturas y escrituras o celebrando los reconocimientos de sus colegas como si fueran propios, porque “honrar, honra” como escribió nuestro Héroe Nacional José Martí.
Ronel González Sánchez es un poeta sin límites. Nacido el 4 de abril de 1971 en el Hospital Vladimir Ilich Lenin, el mismo día en que se fundó el Hato San Isidoro de Holguín (aunque sus primeros años los viviera en Caguairanal, zona rural distante a ocho kilómetros de Cacocum, el territorio donde comenzaron las gestas independentistas holguineras de la Guerra Grande), hoy vive y crea en Holguín, para alegría nuestra y de quienes lo saben atormentado o risueño entre décimas, investigaciones, proyectos, estudios de acupuntura y las buenas energías, inconforme siempre con todo lo que hace aunque sus Décimas selectas, ya andan por la internet y sueña con un Museo de la Décima Iberoamericana en la ciudad de los parques.
19 de Marzo de 2020 a las 16:46
Abreu, me parece magnífica la divulgación, de este modo, el quehacer literario de personalidades holguineras. Esperamos por más. Felicidades.
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