Nuria López Torres: saber fotografiar “lo cubano”.


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Nuria López Torres: saber fotografiar “lo cubano”.

Me cuentan que es una amante de nuestra tierra y de su cultura. Me dicen que es fotógrafa, investigadora, antropóloga, una mujer de temple y opinión. Hoy, frente a su obra fotográfica expuesta en el salón de actos de la Embajada de España en La Habana, corroboro de su mirar profundo, de fina comprensión y aprehensión por “lo nuestro”.

La Larga Travesía, título de la muestra, es también el nombre de un proyecto documental mayor, donde se “reflexiona sobre el peso y la gran trascendencia que tiene la africanidad en la conformación de la identidad cubana”. Solo que, para Nuria López Torres, documentalista y fotógrafa española, la cosa no se queda en el enunciado del socorrido peso identitario, dejándonos entrar, desde muchos frentes, en la articulación de su ruta discursiva. Sí, en esos vericuetos entramados donde el proceso intelectual se acomoda entre afectos, elecciones, seducciones, revelaciones y credos; haciendo que el objeto fotográfico (y el sujeto fotografiado) redimensione su modo expresivo al entreverar imagen, voces, conceptos, ideografías, signos y símbolos culturales y religiosos desde el elegante ojo visor de la artista.

Sí, es Nuria López Torres una antropóloga. Hurgando en su hacer investigativo/creativo (recomiendo visitar www.nurialopeztorres.com), no deja resquicio para dudar de su potente vocación por analizar al sujeto en el contexto cultural y social donde se ancla; posicionamiento antropológico de rigor. De ahí que se me antoja entender que en La Larga Travesía, aun teniendo a Cuba y nuestros asuntos como centro, las rutas que Nuria ha tejido en sus caminos y exploraciones anteriores y paralelas al proyecto, van y vienen desde y hacia los cuatro puntos cardinales. Como si la artista, en el juego de alteridades que pudiera gravitar en sus modos de captar, ajustar y componer, siguiera siendo la misma que mira y resguarda con idéntico amor/convicción/tribuna/llamado los múltiples y distintos contextos que su cuerpo y lente recorren. Vivir y traducir en imágenes el día a día del barrio marginal de Tarlabasi, considerado uno de los más peligroso de Turkey; apresar el color de los muxes (indígenas nacidos hombres que desempeñan sin extrañezas roles femeninos) en la región zapoteca del Istmo de Tehuantepec o, revelar el clamor de las mujeres desaparecidas que son convertidas en esclavas sexuales dentro del tráfico de personas en algunos países de América Latina, constituyen algunos ejemplos de sus itinerarios.

Ahora, en esta, La Larga Travesía cubana de 2023, se acumula un conglomerado de información poderosa. La muestra extracta un compendio que Nuria fuera documentando desde que nos visitara por vez primera en 1997. Es así que las obras expuestas en los muros, al no poder abarcar el inmenso archivo de la artista, requieran del soporte audiovisual que nos permite acercarnos a una selección mayor, tanto de piezas fotográficas, como de sus tránsitos por distintas manifestaciones culturales, religiosas, corporales, visuales, sonoras e imaginales del universo cotidiano de quienes habitamos esta Isla.  En ese sentido, se puede profundizar en proyectos fotográficos y editoriales anteriores que configuran la filiación y asombro de Nuria por Cuba.

Con La Larga Travesía, al tiempo que sincera en su hechura representativa y sus variados propósitos vivenciales asociados, relee muchos signos supuestamente conocidos que ahora se superponen como secuencia indetenible de lo que la herencia africana re-articula cada día en su viaje al presente. Es esta muestra y el proyecto mayor que la alberga, solo una estación, un gesto generoso y cómplice de la Nuria fotógrafa, antropóloga e investigadora que sabe cómo filtrar de lo común y habitual, aquello sutil y concreto. Y sí, no hay engañifas ni enrarecimientos banales en el tratamiento de las imágenes. Lo negro es negro y lo blanco pudiera ser que lo siga siendo más allá del mestizaje y mezcolanzas que propone la exposición.

La Larga Travesía, también como homenaje anunciado por las Naciones Unidas dentro del “Decenio Internacional para los afrodescendientes 2015-2024”, ha contado con el acompañamiento de muchas instituciones (destacar la propia Embajada de España, la Agencia de Cooperación Española, la AECID, el Instituto Cubano de Antropología o la Casa de África), pero, y así lo reafirmó la artista en la inauguración de la muestra, con la complicidad de quienes admitieron que la cámara se posara sobre sus rostros, cuerpos, acciones y escenas. Como si el sujeto fotografiado (humano o divino, real o imaginado, presente o ausente, público o secreto) ensanchara las fronteras que lo contiene para expandirse hacia nuevos horizontes.

Hay en La Larga Travesía, en su especie de juego de abalorios de lo común y cotidiano, un espacio multipolar para todo lo posible: narración oral, tambor, canto, baile, rumba, descarga y vid; todo concurrente y protésico, como si emergiera de la foto misma, del cuarto de santo, del plante, del tablero; como omiero salvífico y aleccionador. Nuria lo sabe. Sabe cuánto puede emanar de su obra, de su mirar polivalente y, a la vez, centrado, objetivo, concreto. Cualidad atendible dentro de las franjas conceptuales que están contenidas en los propósitos discursivos de la artista. Acaso, La Larga Travesía, la que Nuria propone y promete, será expansión de luz de un adentro hacia su afuera, será parte de ese movimiento sin oposición, de camino abierto, salvador y lleno de esperanzas al saber fotografiar “lo cubano”.

 


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