Toda leyenda comienza así. El concierto de Pablo Menéndez que aconteció en el teatro Abelardo Estorino del Ministerio de Culturas esta vez fue un lujo. El Movimiento de la Nueva Trova también tiene que ver mucho con la obra de este músico, cuando empezó a acompañar a su madre, la cantante estadounidense Bárbara Dane, al Festival de la Canción Protesta que realizaba Casa de las Américas por el año 67. Pablo tenía apenas unos 15 años.
La fascinación de Pablo Menéndez, de orígen estadounidense, por la música cubana y el amor por sus géneros lo llevan a en 1985 fundar el grupo Mezcla, que hasta ahora ha sabido mantener la vigencia de un diálogo muy fructífero entre dos culturas diferentes capaces de construir puentes sinceros. Pablo Menéndez formó parte de esa generación que defendió en medio de las incomprensiones de aquella época un “jazz cubano”, las influencias del rock y las nuevas maneras de hacer la rumba, lo afrocubano, llevado al escenario de la música popular. Él, como mucho otros músicos, defendieron la marcada intención de poner la música cubana al nivel de los cambios sociales que estaban aconteciendo y que ellos protagonizaban sin importar si debían transgredir las estructuras musicales ya asentadas y legitimadas.
Pablo Menéndez también fue fundador del Grupo de Experimentacion Sonora del ICAIC. Con su larga inserción en el panorama de la música de la Isla ha sido capaz de transformar en riqueza espiritual una vida artística significativa, construida por los años y labrada a partir de la fuerza de las tradiciones y raíces entre las dos orillas.
Musicalmente parten de la Nueva Trova, incorporándole elementos del rock y jazz cubano, rumba, reggae, zouk de Martinica y músicas de otras zonas del Caribe. Mezcla nace con una fuerza tremenda, luego de que su líder bebiera de muy diversas fuentes y tradujera toda esa experiencia en un lenguaje musical que desde entonces y hasta nuestros días ha permanecido inalterable. Americano de nacimiento pero cubano por convicción, siempre con su acento, justo en el centro de los dos idiomas, es capaz de convencer con su sabiduría mística.
En el concierto en el teatro todos sus músicos subieron la parada con algunas de las canciones más complejas, elaboradas y reinterpretadas del catálogo de Mezcla. Hacer un cocierto así, con un repertorio que reeditó canciones como Veinte Años de María Teresa Vera, dejó un sabor muy peculiar a jazz, flolk, blues y a trova. Wendy Oram como violinista es toda una revelación sobre el escenario; tanto de forma individual como cuando le toca acompañar los solos de guitarras del líder de mezcla se roba el show. El concierto tuvo muchos momentos climáticos, y cada músico supo destacar en lo individual en la escena. Lo que me amarra aquí, de Gerardo Alfonso, y Cuando se vaya la luz, mi negra, de Frank Delgado, fueron otras de las canciones que tocaron en homenaje a ese movimiento.
Para rememorar además sus orígenes, como parte de la diáspora africana en Norteamérica y su manera de unir el blues de Estados Unidos y los tambores batá, Pablo Menéndez invitó al percusionista Octavio Rodríguez a tocar. Luego, hizo una invitación a todo el que quiera llegarse en son de paz a la isla, y eso se sintió durante todo el concierto.El tema Venenosa, de Alexander Abreu, y versiones “aplatanadas” de As time goes by y Somewhere over the rainbow eran el homenaje a la música bailable. Oakland, California, se sintió en Cuba, y ese talento, en buena parte moldeado musicalmente aquí, bajo la reinvindicación de los ancestros de su generación.
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