Patrimonio, Identidad y Medio ambiente


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Patrimonio, Identidad y Medio ambiente. Tres categorías que, como componentes del sistema que conforman, interaccionan entre sí para contribuir a la formación de conciencia, tres conceptos vinculados al desarrollo psíquico, no solo en la adquisición de conocimientos y el desarrollo de la memoria, la imaginación y el pensamiento como parte del proceso educativo, sino también a la estimulación de lo afectivo: las emociones, los sentimientos y los estados de ánimo, entre otros.

Esta trilogía también puede identificarse como una relación esencial de la actividad museológica cuya finalidad primera es educar para elevar la cultura integral individual y colectiva, y contribuir a la formación de la personalidad; una personalidad que piense y actúe en un código de principios y valores éticos humanistas, que incluyen la relación armónica con la naturaleza.

Y, al decir cultura, no se refiere solamente a la interpretación de las diferentes manifestaciones del arte, esa es parte importante de aquella, pero cultura es mucho más, es la obra humana realizada que emerge y trasciende, material y espiritual y guía del futuro, educadora, en una dinámica de cambio y enriquecimiento constante, como todo el movimiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

La cultura está omnipresente, se encuentra en las comunidades, en la vida cotidiana, en las costumbres, en las diferentes manifestaciones y en las obras de mujeres y hombres que la heredan y la rehacen y, dónde mejor encontrarla, concentrada, al alcance de todos, sino en una institución que la atesora, organiza, la cuida y la promueve, cuyo nombre, museo, desde su origen, incluso antes, desde el sistema que le antecedió, posibilitó el estudio de los objetos representativos de esas culturas de diferentes espacios y tiempos. Los museos son representativos de lo mejor de esas culturas y de lo que fue quedando, material y espiritual, de generación en generación, lo que se fue heredando.

No obstante, esta institución, sobre todo cuando se refiere a las modestas instituciones del territorio, no siempre son bien reconocidas y apoyadas en algunos lugares. Siendo la comunidad célula fundamental de la cultura,  requeriría que el museo que las representa sea reconocido como un sitio de privilegio dentro de las políticas culturales y educativas de los municipios. Tómese en cuenta que son los representantes de la identidad de esa comunidad y contribuyen, y deben contribuir cada vez más, a fortalecer el sentido de pertenencia, ¡quien defiende el terruño está mejor preparado para defender el país, su Patria!

En ellos se integra, quizá más que en ningún otro lugar, la identidad de la comunidad. ¿Qué provoca más sentido de pertenencia en la población, un Goya, o un Velázquez o la procesión por la Caridad del Cobre, la comparsa de Tahona, el Carnaval de Santiago, un cuadro de Carlos Enríquez, entre otros muchos ejemplos.

No se trata de escoger entre la inmensidad del mar o el arroyo de la sierra, sino de identificar y proteger primero a aquel del cual se toma el agua de la vida.

Como expresara Martí: “La historia de América, de los incas de acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se nos enseñe la de los arcontes de Grecia” o cuando dijo: “…¡ni de Rousseau, ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma!”

Alabada la cultura universal, afortunados de tener un país que se ocupa de llevar al pueblo lo mejor de la obra humana mundial a través de todos los tiempos, de dedicarle cuantiosos recursos y esfuerzos por tenerla, mantenerla y enriquecerla ubicándola en sitios de elevada majestuosidad.

Se está ante una lucha ideológica, aunque se tienda a devaluar esta idea, la humanidad está en batalla constante, y si no, echemos una miranda al mundo, a la historia del mundo, lleno de puntos calientes desde que surgió la especie humana, hoy con guerras convencionales, de nueva tecnología y de pensamiento. Esto no lo dice el autor de estas líneas, lo escribió, nada más y nada menos que Allen Dulles, exdirector de la CIA en su libro El arte de la inteligencia.

Allí él reveló el pensamiento, la ideología que dirigía y dirige hoy más que nunca, la acción de los devoradores de los mejores valores humanos:

Estados Unidos posee el 50% de la riqueza del mundo, pero solo el 6% de su población… La auténtica tarea consiste en mantener esa posición de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional. Para lograrlo tendremos que desprendernos de sentimentalismos y tonterías. Hemos de dejarnos de objetivos vagos y poco realista…

Sembrando el caos (…), sin que sea percibido, sustituiremos sus valores por otros falsos y los obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia.

Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, del sadismo, la traición. En una palabra, cualquier tipo de inmoralidad.

En la dirección del Estado, crearemos el caos y la confusión. De una manera imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios.

La honradez, y la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado.

Gracias a su diversificado sistema propagandístico, Estados Unidos debe imponerle su visión, estilo de vida e intereses particulares al resto del mundo…

Solo unos pocos acertarán a sospechar e incluso a comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarles, desacreditarles y señalarles como desechos de la sociedad.

Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos y pervertiremos.

El objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno de las ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos.

Huelgan los comentarios…

Entonces, los museos que muestran por sobre todo la identidad del cubano, forjadores del sentido de pertenencia de las comunidades, representan “más poder” en esta batalla de ideas, ya que son ellos destacamento de vanguardia por la identidad.

Identificados algunos aspectos de su trascendencia social, puede resumirse que lo que es patrimonio cultural y natural es expresión sublime heredada que hoy culturalmente consideramos, por su importancia para la vida, como formadora de identidad.

Resulta en una integración de sus paisajes de múltiples contenidos, que incluye lo estético, lo ecológico y lo científico que es parte también de la cultura. La identidad es esencia de lo que hoy se sabe y se hace, de ahí que patrimonio e identidad van de la mano.

Pero, ese par dialéctico, ese binomio, no se encuentra aislado del mundo en una torre de marfil, y menos en una campana al vacío, ellos están en permanente interacción con los componentes del sistema del cual son un componente más.

La humedad, la luz, la salinidad, el viento, el polvo, los cambios de temperatura, los microorganismos, la lluvia ácida, la indisciplina social, los insuficientes recursos económicos para su preservación adecuada, la ideología y la restauración son algunos de los factores que inciden decisivamente en la salvaguarda del patrimonio, en su interpretación y en la dirección del proceso educativo que deben desarrollar los museos como esencia de su razón de ser.

Entonces se evidencia el medio ambiente como el tercer componente de esta tríada inseparable. Cuando se habla del sistema patrimonial emerge la necesidad de un análisis sistémico y holístico si en verdad se quiere proteger al núcleo, al corazón del escudo de la nación.


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