“Yo no imito a nadie. El hecho de que yo cante los números del repertorio de Daniel Santos y que mi voz se parezca a la de él, no quiere decir que yo lo esté imitando. Daniel es muy grande para que yo quiera parecerme a él, lo admiro como artista, como amigo y como caballero”, me dijo un día en un bar de la turbulenta Habana de los años cincuenta el cantante Pepe Merino.
José “Pepe” Merino Torres cantaba con la orquesta de los Hermanos Palau en 1942, y en 1948 pasó a la Gloria Matancera donde actuó en la emisora RHC Cadena Azul. En ese tiempo conoció a Florencio Hernández “Carusito” —cantante y maraquero del Conjunto Gloria Matancera—, que se presentaba en el programa Eslabones de oro Partagás, y Pepe Merino cantaba Amor de medianoche, Campanitas de cristal y otras piezas que gustaron tanto que la Panart se decidió a grabarlas.
Pero a “Carusito” se le ocurrió la idea de que Pepe Merino, por su voz y estilo de interpretar boleros, podría cantar los números que Daniel Santos popularizaba; hasta que un día apareció en las victrolas de los bares el bolero Licor maldito, cantado por Daniel, y la Panart le pidió a Merino que lo grabara. Así lo hizo y se puso en las victrolas. Fue un hit. Cuando Daniel Santos lo escuchó fue a buscar a Merino pistola en mano. Lo encontró, y vio en el cuarto de este todas las paredes repletas de fotos y recortes de periódicos donde él aparecía. Daniel al instante comprendió que aquel cantante no quería hacerle daño, sino que era un gran admirador de su arte. Guardó la pistola y se hicieron buenos amigos, hasta tal punto que Daniel le daba los arreglos de sus boleros para que Merino los cantara.
Cierta vez ambos cantantes se presentaron en uno de aquellos fabulosos bailes en los jardines de la cervecería Tropical donde alternaron, Merino con la Gloria Matancera y Daniel Santos con la Sonora Matancera.
Merino y Daniel no eran contemporáneos. Pepe Merino había nacido en La Habana el 25 de marzo de 1927 y falleció en la misma ciudad el 27 de noviembre de 1996. Mientras que Daniel Santos vio la luz primera en el barrio de Trestalleres, en Santurce, Puerto Rico, el 6 de junio de 1916 y desapareció físicamente el 27 de noviembre de 1992, en Ocala, Florida. Extraña coincidencia entre las fechas de la muerte de ambos cantantes.
Lo cierto es que hasta que Pepe Merino no comenzó a cantar los números de Daniel, no logró hacerse famoso. Cantaba bien, pero no tenía la popularidad que anhela cualquier artista. Cuando ingresó a la Gloria Matancera, con un formato igual al de la Sonora y con músicos de Matanzas, se abrió para él un mundo nuevo donde el público comenzó a aplaudirlo gracias a su gran parecido en el canto al inquieto “Anacobero”, que ya tenía sobrada fama en Cuba y el Caribe. La voz de Merino, su fraseo, su estilo y repertorio, muy parecido o casi igual al de su ídolo Daniel lo llevaron a la fama, pero él nunca pretendió opacar a su maestro y amigo.
Cuando lo mencionaba, lo hacía con mucho respeto y cariño; mientras tanto, Daniel Santos seguía conquistando la fama con sus boleros y sus escándalos que lo hacían aparecer a menudo en las páginas de la llamada “Crónica Roja” como protagonista de una sonada reyerta. Pero sus grabaciones y actuaciones en vivo en los centros nocturnos de La Habana opacaron aquella vida licenciosa, para convertirlo en un verdadero ídolo de las multitudes.
Su interpretación del bolero de Isolina Carrillo Dos Gardenias, acompañado por la Sonora Matancera en un arreglo de Dámaso Pérez Prado —donde se incluye increíblemente a un bandoneón que tocaba el argentino Joaquín Mora— lo elevó, aún más en 1947, a la más alta cúspide de la fama; lo mismo que aconteció con la guaracha de Jesús Guerra titulada Bigote de gata. Merino no tardó mucho en incluir en su repertorio ambos números, con la complacencia amistosa de Daniel Santos. Esto le valió para gozar él también de la fama que le sobraba al puertorriqueño.
Recuerdo que una noche, durante uno de los festivales Boleros de Oro, Pepe Merino se presentaba en el Teatro Karl Marx de La Habana vestido elegantemente con un traje azul oscuro y una corbata de lacito, tan negra como su copioso bigote. Cantó dos boleros, siempre premiado con los aplausos, pero cuando se retiraba del escenario, el público comenzó a pedirle a gritos “¡Otra!, ¡Otra!” No le quedó más remedio que regresar al escenario y explicar que a él nada más que le habían asignado dos números, pero la gente no se conformaba y pedía más y más. Entonces dijo que cantaría a capella, ya que la orquesta carecía de los arreglos para otras piezas. Entonces cantó y bailó Bigote de gato, y aquello fue tremendo. La gente se puso de pie pidiendo a gritos que continuara su actuación. Se le ocurrió una idea para calmar al público, y comenzó a cantar:
Sierra Maestra
Monte glorioso de Cuba
Donde luchan los cubanos
Que la quieren defender
El público, puesto de pie, coreaba la canción. Al concluir, Pepe Merino hizo una reverencia y exclamó emocionado: “Gracias Daniel, muchas gracias maestro”. Fue un final feliz y un sentido homenaje al creador de esa canción compuesta por Daniel Santos en los momentos que el Ejército Rebelde luchaba por la liberación de Cuba.
FUENTE CONSULTADA:
—Orovio, Helio: Daniel Santos en su Habana. Ediciones Extramuros, 2015.
Deje un comentario