Pincel y pluma: Su obra, el Hurón Azul y más allá (Parte I)


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Pincel y Pluma… intentará bosquejar un acercamiento al espíritu existente en la casa donde viviera (1939-1957) el artista de la vanguardia plástica cubana Carlos Enríquez.

Dos etapas estarán presentes: la primera, durante la vida del autor de “Retrato de Eva” y su contexto político y social (parte I) y la segunda (parte II y final) como inquilino de la finca Hurón Azul y la continuidad de su testimonio, ahora, con la conversión de su residencia a Casa Museo el 21 de mayo de 1987.

En este último caso, comenzará una amplia promoción de toda la cultura, material y espiritual (intangible o inmaterial), contenida en la misma. Brotaba, como en lámpara de Aladino, el genio y su mundo, para conocer, respetar y preservar la obra de Carlos y para educar, con ella, cada vez más y más a la comunidad y al mundo, para en un proceso de enseñanza- aprendizaje preciar los valores de su obra, cumpliendo la esencia de la función social que deben asumir los museos locales, la educación de la comunidad y más allá.

Son en estos museos donde más se atesoran en cantidad y variedad, los hondos y puros valores autóctonos, materiales; expresados en los objetos coleccionados y, espirituales, identificados por los estudios e investigaciones realizadas en el autor y su mundo y, de la comunidad, en su sentido de pertenencia y de identidad.

Son en estas instituciones territoriales, donde se protegen, como escudo de la nación, la esencia de la cultura cubana, de ahí su importancia estratégica, no siempre bien comprendida y estimulada.

Es que a veces, el llamado patrimonio inmaterial es tan tangible e importante como el que más, y aún más. Él se expresa en la materialización del testimonio humano; en la objetivación de su baile, en los olores y en el gusto, en la partitura de su música escrita en papel o en la memoria, que se extrovierte y que se escucha por la gente.

Música que vibra en las cuerdas vocales o en la resonancia de los instrumentos y vibra también en los cuerpos, en la piel y en la emotividad interna, en un ciclo que no solo alcanza multitudes, sino que, como boomerang regresa e ingresa al cuerpo que lo motivó, y produce sentimientos en todos los receptores, incluyendo los del emisor; en la arraigada y tradicional expresión concreta del modo de hacer y actuar de las personas de un comunidad, pueblo, nación.

Para lo que será el Hurón Azul, todo comenzó con el siglo pasado, cuando un 3 de agosto de 1900 nació Carlos Enríquez y que continúa aún, a pesar de su muerte física, gracias a su Casa Museo. Es válido destacar ahora, que este año se conmemorará el 120 Aniversario de su natalicio.

Carlos sigue vivo en su obra plástica, literaria, humana y en sus principios. Valdría la pena multiplicar los contenidos y las historias de estos museos locales: municipales y especializados. Muchos en humildes edificaciones y con pocos recursos, pero no por ello menos trascendentes desde el pensamiento y la idea y, todos forjadores de la cultura cubana.

Sobre el caso particular del Hurón Azul, los resultados de la obra de Carlos son consecuencia de sí mismo y de sus relaciones con los otros, en el contexto bio-socio-político en el que se desarrolló; es decir, su componente genético y su entorno cultural y natural.

Hace pocos días, en una conversación sostenida con Alberto Valcárcel, director de la Casa Museo Hurón Azul, se coincidía en la necesidad de profundizar en la psicología de Carlos y en la importancia de divulgar su posición y valentía política, su sentido de la justicia. Carlos no era perfecto, como nadie lo es, si no, ¿quién lanza la primera piedra?

Este es un tema insuficientemente tratado, el lado humano del artista desde su integralidad, no solo el de rebelde y bohemio, que a veces se convierte en estereotipo. Carlos era más que “arte y pachanga”, un ser humano honesto y consecuente, que expresó lo que sintió.

Destacar eso en un artista de vanguardia es importante, ya que a veces se pretende reducir el arma estratégica de las ideas, a veces por ingenuidad y otras por oposición.

La historia, el pensamiento y sus interacciones son imprescindibles. “Trinchera de ideas valen más que trincheras de piedras”, dijo el Apóstol. Y, Carlos defendió sus principios, sus ideas. Por eso debe ser estudiado de forma integral.

Es interesante también destacar, refería Valcárcel, que los artículos escritos por Carlos para los diarios de la época, “mantenían un lenguaje sencillo y educativo”, y ello deberá ser también más estudiado y divulgado.

Y, ante la ansiosa espera de la realización de nuevas investigaciones y artículos que aseveraba Valcárcel serían realizados, podrían adelantarse algunos elementos a tomar en cuenta, uno de ellos: el contexto del artista.

Sobre su niñez y adolescencia se comentó en los artículos anteriores, por tanto, corresponderá ahora esbozar algunos sucesos acaecidos durante el proceso de su juventud-adultez.

El artista y algunos elementos del contexto

En lo internacional, se está en presencia de los precedentes y de la conmoción que ocasionó todo lo relacionado con la guerra civil española (1936-1939), preludio de la II Guerra Mundial (1939-1945), y el rechazo al falangismo, fascismo y nazismo. A principio de esta década Carlos ha regresado de EE.UU. y parte a Europa, para retornar a Cuba en 1934.

En España combatieron innumerables cubanos en defensa de la República. “Me voy a España, a la revolución española... en donde palpitan hoy las angustias del mundo de los oprimidos”, dijo Pablo de la Torriente Brau, como expresión del sentimiento progresista de la época. Por solo señalar dos hechos que conmovieron al Mundo y en los que Cuba participó.

¿Habrá podido influir en el artista?, al parecer, sí. En el Hurón azul se recogió ropas y alimentos para enviarlos en apoyo a la República.

En lo nacional, ya Enríquez había conocido desde niño del incremento del latifundio y las plantaciones azucareras, así como la del campesinado sin tierras. Quizá el paulatino deterioro de la República y el injerencismo de los Estados Unidos de Norteamérica no pudo ser comprendido por el futuro artista en sus primeros años de vida, pero sí lo fue después y se manifestó en el reflejo vernáculo en sus pinturas, en el contenido de sus textos y en sus actuaciones sociales.

A sus veinte años de edad, ya Cuba comienza a enfrentar una crisis económica, conjuntamente con el incremento de la corrupción política que inyectó inconformidad en el espíritu rebelde del artista.

Es en esta década que Carlos empieza una lucha contra el academicismo y sus rígidos patrones. Es el periodo en el que participa en el XII Salón de Bellas Artes (1927) y es cuando inicia sus colaboraciones en diferentes publicaciones de la época. Ese mismo año interviene en la Exposición de Arte Nuevo y es cuando deja de ejercer su oficio de economista y marcha nuevamente a los Estados Unidos para dedicarse por completo a la pintura.

En Cuba es una época en la cual se va alcanzando una mayor madurez en la conciencia nacional, donde crecen las protestas cívicas. La “protesta de los trece en 1923 marca la irrupción de los jóvenes intelectuales en las luchas cívicas. En ese período, Mella avanza en el vínculo de la intelectualidad con el movimiento obrero. En 1925 se crea el Partido Comunista, el mismo año en que asciende al poder el “asno con garras”, el general Gerardo Machado, y con él la alta represión a los sectores obreros y más progresistas de la población.

Como parte de los sucesos trascendentes que influyeron en la nación cubana está el asesinato en México (1929) del líder estudiantil y figura más aglutinadora del movimiento progresista cubano, Julio Antonio Mella, por encargo del presidente Machado y, baste recodar, que este es el mismísimo señor que amenazó al padre de Carlos con el asesinato de su hijo sino salía de Cuba: “Bien doctor, su hijo es un cabrón malcriado y si no sale de Cuba por su cuenta, se la voy a arrancar ¡Carajo!”.

En esta etapa también se incrementa la lucha de los estudiantes universitarios y de los sectores más progresistas de la sociedad cubana que llevarán a la caída del mencionado presidente, pero que aún sería insuficiente para resolver los problemas esenciales de Cuba, ni su dependencia con los Estados Unidos de América, por lo que la batalla política continuaría en su proceso de maduración, radicalización y formación de la unidad.

Aquellos sucesos no le fueron ajenos ni al Hurón Azul, ni a su inquilino, ni a muchos de sus visitantes.

Para Carlos es la etapa que emerge la preocupación por lo autóctono, sin desconocer lo universal, pero integrando a su vez lo popular. Aquí irrumpe con uno de los valores de sobresalto para la burguesía y la plutocracia.  En 1930, le sería suspendida una muestra suya por presentar obras de fuerte contenido político y un “desacostumbrado” tratamiento del desnudo.

En agosto de ese mismo año parte hacia Europa. Su estancia en Francia, España, Italia y Gran Bretaña le sirve para consolidar su formación. Se pone en contacto con las numerosas tendencias vanguardistas. Profundiza en el estudio y asimilación de los conceptos y valores del Surrealismo y sus antecedentes.

Es con posterioridad cuando elabora algunas de sus piezas mayores de la pintura cubana, tales como “Primavera bacteriológica”, “Crimen en el aire con Guardia Civil” y “Virgen del Cobre”. En esta última, lo afrocubano se funde en un sincretismo religioso y muestra del mestizaje antillano que se contrapone a la imagen tradicional de la Patrona de Cuba.

Su enriquecida visión del mundo y del arte a su regreso de Europa (1934), le permiten una más profunda mirada a sus raíces, a sus paisajes, su gente y sus leyendas, y una refinada denuncia social. En 1935 obtiene un premio en el Salón Nacional de Pintura y Escultura con su óleo Manuel García, “el Rey de los campos de Cuba”, un controvertido luchador contra el colonialismo español. Esta pintura quizá estuvo estimulada por las añoranzas de portar pistola y caballo, cuando niño o tal vez, por la personalidad de esa especie de Robin Hood de los campos de Cuba.

Una “verdad de Perogrullo” se impone como enseñanza; la estrecha relación espiritual entre la obra y el autor y para comprender a ambos hay que estudiarlos de conjunto. No se puede entender bien una obra si no se conoce bien las circunstancias de la vida del artista.

Ojalá estos apuntes inciten para escudriñar en aristas menos estudiadas del artista, o quizás menos divulgadas.


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