Quizás la pieza musical más famosa de todas las que compuso Celina González junto a su esposo, Reutilio Domínguez, sea ¡Que viva Shangó!
Contaba ella que la madrugada de la noche en que llegaron a La Habana, unas pocas horas luego de conciliar el sueño despertó súbitamente. Sintió una presencia inesperada en la habitación. Se levantó de prisa y vio, en medio de cánticos y de una atmósfera extraña, la presencia de una mujer muy bella. Se encontraba rodeada de una brillante luminosidad. No tuvo duda: se trataba de Santa Bárbara, conocida en la religión afrocubana como shangó o changó, la deidad dueña de los rayos y los truenos, le dijo como en un sueño (porque a mi entender eso era) que si le dedicaba uno de sus cantos triunfaría en su vida artística. En ese tiempo toda su familia pertenecía a la religión católica. Celina desconocía por completo los cantos de la religión yoruba.
Cuando amaneció le contó a Reutilio la visión que había tenido. Su esposo le dijo que ella era poeta, compositora, y que creara algo relacionado con la visión de la madrugada.
Cuenta Celina que tanto la música como los versos le brotaron espontáneamente, sin esfuerzo ninguno.
Al siguiente día debían presentarse en Radio Cadena Suaritos y se pusieron a ensayar el número recién compuesto. En una cabina desocupada comenzaron a cantar la obra casi terminada. Acertó a pasar por allí Laureano Suárez ¨Suaritos¨ y se detuvo a escucharlos. La voz de Celina, fuerte, potente, pero al mismo tiempo dulce y afinada, deleitó a Suaritos. Enseguida ordenó abrir los micrófonos de aquella cabina para grabar lo que estaban cantando Celina y Reutilio. Decidió lanzar al aire aquella pieza musical, sin muchos arreglos todavía, pero Suaritos era un hombre dotado de un olfato tremendo para la música y supo que aquello era un éxito. De inmediato comenzaron a sonar los teléfonos solicitando quiénes eran aquellos que cantaban y cómo se llamaba ese número. Todavía no tenía nombre. Cuando le preguntaron el título titubearon unos instantes y luego exclamaron: ¡Que viva Shangó!...
El número en cuestión lleva el título A Santa Bárbara, y está registrado a nombre de Reutilio Domínguez.
Desde aquel día quedaron contratados como artistas exclusivos de la emisora CMBL Radio Cadena Suaritos. En aquellos años esa emisora situada en la Calle 25 e/ 8 y 10, Vedado, era la más popular en La Habana tanto por su música, ya que Suaritos contrataba a artistas de renombre, como por la forma de anunciar sus productos. Además contaba con un elenco artístico de mucha calidad, entre estos el maestro Obdulio Morales, Merceditas Valdés y el gran tamborero Trinidad Torregosa.
El que hizo posible que el dúo de Celina y Reutilio fuera contratado fue Ñïco Saquito. Él los embulló para que se presentaran en la capital cubana. Llegaron el 2 de noviembre de 1948.
Ñico, que era muy ocurrente, le dijo a Suaritos que el único problema que tenía el dúo era que la voz femenina era extremadamente fea, horrible, pero cuando Suaritos vio a Celina se quedó pasmado ante tanta belleza.
Celina y Reutilio, antes de presentarse en La Habana, ya habían actuado en Guantánamo y Santiago de Cuba. Eran entonces dos guajiritos que no pensaban en la fama tan grande que el destino les dio.
Celina se hizo profundamente religiosa. No solo le cantó a Santa Bárbara, sino también a la Caridad del Cobre y a Elegguá. La radio, la televisión y el cine reclamaban su presencia. Viajaron por muchos países con tremendo éxito.
Con la fama llegó un momento en que Reutilio era constantemente asediado por amigos que lo invitaban a serenatas y a tomar bebidas alcohólicas. Se ausentaba cada vez más de la familia y, en 1964, Celina y Reutilio se separaron. Reutilio regresó a Guantánamo. Celina, animada por Ramón Veloz, decidió seguir sola la vida artística. Regresó a la radio y la televisión, y obtuvo el mismo éxito de siempre. Mientras tanto Reutilio, en una fiesta que se celebraba el 28 de febrero de 1972 en el Central San Antonio (hoy Manuel Tames), sufrió un ataque de asma y sin seguir los consejos médicos bebió más de la cuenta y falleció mientras dormía. Contaba con solo 51 años de edad.
Celina, ahora unida en el canto a su hijo Lázaro Reutilio, continuó recibiendo premios y merecidos honores. Viajó por el mundo entero conocida como La Reina de la música campesina.
En una visita a La Florida sufrió una isquemia cerebral que le paralizó una parte de su cuerpo. Ya de vuelta a Cuba, desapareció físicamente el miércoles 4 de febrero de 2015.
Sus últimos días los pasó junto al amor de su familia y amigos, rodeada de altares religiosos que adornaban su casa y allí estaba, en una gran reproducción, Santa Bárbara, la Shangó que la iluminó una madrugada para que iniciara el camino de la fama, la gloria y siempre cantaba:
Por eso canto a las flores
Y a la mañana que inspira
Ay, le canto a Cuba querida
La tierra de mis amores…
¡Y que viva Shangó, señores!
FUENTE:
—Reyes Fanjul, Mireya. Celina González. Editorial Letras Cubanas, 2010.
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