Rebeca Murga Vicens: La literatura, una complicidad inteligente


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En Cuba no abundan mucho los dúos escriturales y mucho menos estables. Pero un caso sui géneris es sin duda el de Rebeca Murga, quien junto a Lorenzo Lunar ya nos viene asombrando con una producción de libros para niños y jóvenes y obras policiales que descuellan no solo por un estilo depurado, por no mostrar costura alguna entre las dos voces, sino sobre todo por su originalidad en los temas y la manera de abordarlos. Muy influidos ambos por el policial clásico y contemporáneo, ya ostentan una serie de premios importantes, tanto en Cuba como en el extranjero y un grupo de lectores que les siguen al cultivar el exitoso y no por gusto llamado género del siglo XX. Por si fuera poco su trabajo creativo, ambos llevan el proyecto cultural La piedra Lunar, original librería que en Santa Clara alquila libros viejos y que se sustenta de donativos de amigos de cualquier parte del mundo y en la cual, si bien uno no vive ninguna situación enigmática de la homónima novela del célebre Wilkie Collins, sí que disfruta de un buen rato de buena literatura o de un trago entre amigos, cuyo diálogo enriquece el paladar más exigente. Este matrimonio de escritores siempre anda a la caza de un misterio o presentando a sus lectores sin edad un tema diferente, a saber, cada vez más atractivo y que demuestra cómo se puede hacer una literatura que mientras más divierte también hace pensar…

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

En tu pregunta existe más complemento que diferencia. La literatura existe de igual manera que la harina de trigo para el pan o la levadura para la cerveza. Es la raíz de la cual se deriva todo tipo de añadidos: literatura infantil, femenina, erótica, rosa, negra... Pero su esencia es una sola, y tiene que ver con el poder de las letras para cautivar a la persona que lee. En tal sentido, comparto la idea de la literatura como sinónimo de complicidad inteligente con el lector, lejos de la aséptica imagen del escritor encerrado en una urna de cristal. Y cuando esa complicidad inteligente involucra a los niños volvemos al punto de partida: el poder de las letras. Esas letras dispuestas para la lectura de unos niños en mayor o menor medida creativos, audaces, bellos, tristes, gordos, solitarios... que se van descubriendo como parte de un mundo también regido por las emociones.

¿Qué piensas de la infancia?

Es la etapa del romance con la vida; con sus cuotas de ilusión y desencanto. La edad lícita para chuparse el dedo antes de dormir, cambiar la c de las palabras por la t, portarse mal y culpar al más pequeño, buscar siempre a quien darle las quejas, mudar los dientes, expresar (como le ocurrió a mi hija) que los zapatos de la madre aún quedan “algo desacertados”. El tiempo de dejar de ir a la escuela porque se tuvo la “suerte” de enfermar de paperas, varicela, conjuntivitis, piojos... La edad de enamorarse del niño que tiene ojos azules y canta como el cantante de moda, pero que está enamorado de otra niña que no quiere ni mirarlo. Difícil edad que exige un aprendizaje rápido, semejante a una novela de aventuras... de Salgari tal vez.

¿En tu concepto los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

Habría que averiguar si los padres y los maestros de hoy leen más o menos que los de antes. Si cuando pasan frente a una librería o biblioteca optan por detenerse a ver los libros o prefieren irse rápido a casa para terminar temprano la comida. Si se alegran cuando el niño toma un libro y finge que ya sabe leer. Si antes de dormir aún sienten deseos de leer para su hijo esos cuentos de siempre, y si se alegran cuando el hijo pide más, como salido del País de las Maravillas cuando dice: “Lee. Hoy es otro día”.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

Menos un tono aleccionador, pudiera ser cualquiera que se ajuste a la historia que queremos contar. Tal vez el tono aventurero que transpira en los diálogos entre Tom Sawyer y Huck Finn, quizás el tono misterioso que provocan los ambientes de Perrault, o el tono de La Edad de Oro, porque, en definitiva, se trata de que el niño se convierta en gigante con su flor entre las manos.

¿Eres tú parecid@ a alguno de los personajes de tu obra?

Tal vez sea como los niños de Olor a canela. Como Sabrina, con el pensamiento en las nubes y feliz entre versos de amor y tormentas tropicales. Como Yunier, difícil como un problema matemático. Como el catcher Danger, La Furia Guerra, oportuno. Muchas veces como Adanis, que quiere leer solamente las noticias que aseguran que un mundo mejor es posible. O como la madre de Niña, que apenas recuerda sus historias pero conoce al dedillo las de su hija, desde aquel día en que su esposo, en medio de la noche, le susurró: “Tendremos una hija hermosa y llevará nombre de reina”. Quizás me parezca a la Altagracia de Caballero de la luna, dueña de un amor correspondido. O a Helenita, la de Una casa con jardín, fuerte niña que lucha a diario con la vida. Es posible que sea como los personajes de Y comieron perdices, un libro que pretende establecer un juego con los cuentos clásicos infantiles pero ahora con un misterio incorporado, con la presencia de clásicos detectives que conviven en la historia con Caperucita Roja, Cenicienta, la Cucarachita Martina o Ricitos de Oro. Son personajes que, como yo, adoran a Arthur Conan Doyle, a Poe, Agatha Christie, John Le Carré, Raymond Chandler o Vázquez Montalbán.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

Lo imagino un caminante. De los palacios a los callejones. De los parques a los suburbios. Siempre con los ojos abiertos y con la fiebre de la escritura como espada.

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Me gustaría pensar que hay en mi estilo de Mark Twain, de Salgari, de Lovecraft. Ojalá.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niña?

Había una vez, Corazón, Cartas desde la selva, La Edad de Oro, El cochero azul, Lassie vuelve al hogar, El cuento de mi vida, La máscara de hierro, El prisionero de Zenda, El príncipe y el mendigo, Aventuras de Huckleberry Finn, Los viajes de Gulliver, La Biblia (pero no pasé del Génesis hasta algún tiempo después), Piensas ya en el amor (me resultó cómica la foto del muchacho desnudo), Los náufragos del Liguria, Lil de los ojos color del tiempo, Fábulas de una abuela extraterrestre, Ratas en las paredes. Muchos de estos libros me los prestaba Dania, una amiga que leía mucho y que una vez llamó “cabello” a lo que para el grupo de amiguitas era simplemente “el pelo”. Decíamos que cuando creciera ella sería escritora. Yo no he vuelto a verla.

¿Cómo insertas tu obra dentro de la llamada literatura infantil cubana?

La literatura infantil que he publicado ha sido gracias a la editorial Gente Nueva, en sus colecciones Escolar y Veintiuno. Sobre todo en Veintiuno he leído libros realmente valiosos (María Virginia está de vacaciones es inolvidable), escritos por autores cubanos. Me refiero a una buena parte de la literatura infantil cubana que quiere apostar por la creatividad y por un niño o joven lector inteligente. Si debo insertar mi obra en algún sitio, quisiera que fuera allí.

¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?

Con la lealtad al lector y a la historia contada creo que es suficiente. En ella está implícito todo lo que de bueno, elevado y noble debe tener un libro. Con la lealtad al lector y a la historia contada no hay espacios para el miedo, la apatía o la cobardía, y sí para la aventura, el heroísmo, la dignidad y la verdad.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

Precisamente un buen ejemplo es el trabajo con el libro Caballero de la luna. Fefi Quintana, la editora, se convirtió en el par de ojos necesarios para la limpieza del texto; de tal manera que al finalizar habían encontrado mejor sitio algunos infinitivos y algún que otro rebelde signo de puntuación. Durante el proceso de edición ella ha sido la fiel lectora, la primera crítica y promotora del libro entre amigos y escritores. El proceso no es complejo siempre que el autor pueda sentir la lectura inteligente y cuidadosa por parte del editor.

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. (Para estar a tono con la situación); Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain; Moby Dick, de Herman Melville; El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas; Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne; David Copperfield, de Charles Dickens; Las minas del rey Salomón, de Haggard; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson; El guardián en el trigal, de J. D. Salinger; Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos. Estoy segura de que cuando los vuelva a leer comenzará todo de nuevo: la hoja en blanco, la cosquillita en el estómago, el poder de las letras...

 

 

Nota:

(1) (Santa Clara, 1973). Escritora. Obra publicada (Premios): Por la editorial Gente Nueva y en coautoría con Lorenzo Lunar: El Caballero de la luna (2013), Y comieron perdices (2011), Olor a canela (2009). Reconocimientos: Ser en el tiempo, Santa Clara, Cuba, 2009; Mención UNEAC (cuento), Cuba, 2007; Premio Internacional de Relatos Policíacos de la Semana Negra de Gijón, España, 2004, y 2003 (accésit); Premio Ciudad del Che, Santa Clara, Cuba, 2001 (en la categoría de literatura para niños y jóvenes, compartido con Lorenzo Lunar) y 2003; y Premio Revista Videncia, Ciego de Ávila, Cuba, 2003.

 


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