Recordar agradecidos al maestro de Martí


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Hoy se conmemora el 199 aniversario del natalicio en La Habana, del insigne intelectual y patriota cubano Rafael María de Mendive y Daumy, el maestro de Martí, responsable en alta medida de la recia formación ética de su alumno y de su comprometido amor a la Patria.

Es que Mendive, maestro, poeta, hombre de extraordinaria cultura y fiel amante de la independencia de Cuba, inculcó a aquel adolescente todo su vasto mundo moral y espiritual.

Con solo trece años, Mendive ingresó en el Seminario San Carlos, donde estudió Derecho, Filosofía y latinidad; más tarde, debido a su talento y el apoyo económico de su familia, pudo matricular a los 17 años, en 1838 en la Real y Pontificia Universidad de La Habana, donde culminó la carrera de Derecho en 1844.

Luego, atraído por conocer mundo viaja al extranjero y en esta estancia entabla relación con figuras notables de la literatura y la política cubanas, como el Padre Félix Varela, José Antonio Saco y Domingo del Monte, los cuales por sus ideas contrarias a la Metrópoli española se encontraban exiliados.

En este periodo refuerza su producción lírica y en 1851 sus versos se recogen en la antología Poetas españoles y americanos del siglo XIX.

Regresa a Cuba al siguiente año, con el beneficio de la gran experiencia que significó este periodo para su formación intelectual y personal.

Mendive se ubica entre la primera y la segunda generación de poetas románticos cubanos; sus obras destacan por una perfección en lo formal, la pasión, la ternura, el refinamiento y su espíritu de cubanía; entre sus poemas más célebres figuran La gota de rocío y La oración de la tarde.

En 1856 ingresó en la Sociedad Económica de Amigos del País, y comienza a colaborar con diferentes publicaciones periódicas; entre estas: Guirnalda Cubana, Revista Habanera, Álbum de lo Bueno y lo Bello, el Correo de la Tarde y el Diario de La Habana.

En 1864 dirige la Escuela Superior Municipal de Varones, y en 1867, funda en el inmueble que ocupaba su casa, su colegio San Pablo, en el Paseo del Prado, número 88, que en el presente es una hermosa escuela primaria restaurada por la Oficina del Historiador.

Más que una escuela, San Pablo fue un real centro formador de valores, de actitudes cívicas y de amor a la libertad de Cuba.

Allí aprendió el autor de Abdala, el real significado de los conceptos altruistas que defendiera durante toda su vida hasta su caída en combate: justicia, decoro, dignidad, libertad, igualdad, eran estos tema de discusión en las clases de Mendive, quien sembró una semilla esplendorosa en sus alumnos y sobre todo en el más aventajado de ellos que supo multiplicar sus enseñanzas con su propio ejemplo, por lo que en esta fecha debemos recordar a Mendive, agradecidos.

El 22 de enero de 1869, como consecuencia de la represión desatada por el gobierno colonial y su Cuerpo de Voluntarios, a raíz  de los sucesos del Teatro Villanueva, Mendive fue apresado y confinado en el Castillo del Príncipe por cinco meses acusado por sus ideales patrióticos y por ser su casa centro de reuniones conspirativas.

Su Colegio San Pablo, fue clausurado, y el maestro fue desterrado por cuatro años a España; en breve se trasladó Estados Unidos, a la ciudad de Nueva York,  donde radicó hasta 1878, en que con la firma del Pacto del Zanjón, regresa a Cuba.

Desde diciembre de ese año y hasta marzo de 1879, dirigió el periódico liberal Diario de Matanzas y colaboró con importantes publicaciones foráneas y en 1883 apareció la tercera edición de sus Poesías.

Dirigió el Colegio San Luis Gonzaga, de Cárdenas hasta que en 1886, regresó enfermo la capital y aquí falleció el 24 de noviembre.

Años más tarde el 1 de julio de 1891, su alumno Martí publicó una semblanza de su maestro en El Porvenir, de Nueva York.

En uno de los fragmentos de la misma, el Apóstol evoca a su maestro con la admiración y fidelidad de siempre, y con un extraordinario poder de síntesis y simbología:

«Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba».


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