Cuando el coreógrafo alemán Uwe Scholz fallecía a sus tempranos 46 años dejaba un profundo e incierto vacío en el ballet europeo, en especial para el Ballet de Leipzig, compañía que bajo su dirección se colocó entre las principales del panorama danzario alemán.
Sin embargo, la obra de Scholz no podía morir con su autor y aquellos que trabajaron junto a él se propusieron no abandonar su legado. Entre ellos y con principal autoridad está la catalana Roser Muñoz, quien además de haber sido primera figura de los Ballets de Marsella de Roland Petit y Capitole de Tolousse, fue primera bailarina del Ballet de Leipzig y estrecha colaboradora de su director.
Ahora, invitada por la dirección del Ballet Nacional de Cuba a La Habana para estrenar una de las piezas más emblemáticas del catálogo de Scholz: Séptima sinfonía, con la música homónima de Ludwig van Beethoven, Roser acepta ofrecer esta entrevista:
_¿Cómo se produce esta invitación a Cuba?
“Esto comenzó hace algunos años y se había aplazado por diferentes circunstancias. En 2018 me encontré con Viengsay Valdés, quien me propuso este proyecto de estrenar la Séptima sinfonía de Uwe con el Ballet Nacional de Cuba, incluso con la presencia de Alicia Alonso. Pero los trámites, luego la pandemia y sus consecuencias lo dificultaron hasta ahora”.
_Trabajaste directamente con Scholz, de hecho eres la principal repositora de sus obras. ¿Qué dejó Scholz en ti, en tu trayectoria como bailarina y artista de la danza?
“Para todos los que tuvimos la suerte de trabajar junto con él y acceder a sus empeños creativos es que fue una nueva visión de escuchar la música y trabajar con ella y nunca puedo hablar de Scholz sin relacionarlo directamente con la música porque son dos cosas que van unidas. Yo creo que no es la misma forma de escuchar la música antes de Scholz, que después de Scholz, que la música no es solo una melodía sino que son ritmos… muchos matices que están dentro”.
_A tu juicio ¿cuál es la filosofía estética de Scholz?
“Uwe se basa realmente en la trascripción de la música. Él es lo que llamamos un coreógrafo sinfónico. Entonces, cuando ves sus coreografías es como si estuvieras viendo la partitura expuesta por los cuerpos de los bailarines en el escenario. Cada grupo de instrumentos está representado por un grupo de bailarines, un instrumento solista está representado por la bailarina o el bailarín solista. Realmente es la transcripción de la partitura”.
_A Balanchine se le ha atribuido el hecho de ser un músico del ballet; también está la impronta de John Cranko, director del ballet de Stuttgart y de la escuela donde se formó Scholz. ¿Crees que estas dos influencias han sido suficientes para crear al Scholz coreógrafo o que él traía esto y lo desarrolla a partir de estas dos influencias?
“Indiscutiblemente él está influenciado por la figura de John Cranko, por el dramatismo de las obras de Cranko, incluso los ballets antes de Cranko. Y también cuando estuvo en Estados Unidos con la obra de Balanchine, todo lo que se estaba haciendo con la utilización de la música que era nuevo en la época de Balanchine, pero sus cualidades las ha desarrollado hasta ser un coreógrafo con un estilo totalmente propio. Puede tener influencias, pero él ha desarrollado un estilo clarísimo".
_Tu trabajo con el Ballet Nacional de Cuba, con los bailarines, teniendo en cuenta las dificultades que se han tenido, las fechas pospuestas, la etapa de la pandemia. ¿Cuál es tu impresión a partir de tu trabajo ahora con nuestros bailarines, sabiendo que no es habitual para ellos moverse de esta forma?
“Mira, estamos hablando del Ballet Nacional de Cuba, una de las mejores compañías del mundo, una compañía con una historia, con una escuela fortísima y clarísima. Claro que estamos hablando de un ballet del que ellos no están acostumbrados a moverse de esa manera, a utilizar la música de esa manera, con ese tipo de musicalidad. Pero el background es tan, tan bueno, que el resultado evidentemente solo puede ser bueno. El tiempo ha sido estresante porque ha sido corto, no estamos en el Gran Teatro Alicia Alonso sino en el Teatro Nacional, que no es su sede oficial, donde cada uno tiene sus marcas, sus espacios… hay muchas cosas en contra, los bailarines y el mundo salen de la pandemia, pero creo que es una especie de renacimiento que se está cocinando aquí para este estreno".
_Y a pesar de todos esos inconvenientes ¿qué piensas de los bailarines cubanos con los que has trabajado?
“Como te decía, los bailarines cubanos son muy buenos porque tienen una escuela muy clara, todos se han formado aquí. Algo mágico también es que, tanto hombres como mujeres, están formados en la misma línea, incluso algunos que están formados de otros lugares como Camagüey y tal y dicen “Mira, es una escuela completamente diferente”. Eso en ningún lugar del mundo o de Europa existe porque siempre hay una escuela o elementos externos que van a entrar, entonces no tienes una línea absolutamente pura como aquí.
Aparte de eso, el bailarín cubano tiene una técnica muy buena, también tiene unas condiciones musicales muy buenas y hay un lado humano, latino y espiritual que es muy importante. El trabajo con la compañía ha sido muy interesante porque hay gente muy joven recién egresada de la Escuela, evidentemente hay una carencia quizás de experiencia en el escenario, pero se ha sobremontado con las ganas, con la ilusión enorme. Lo que tiene de bueno es que en muchos momentos la primerísima figura está en el escenario junto con uno de esos muchachos que acaba de entrar en la compañía y da sus primeros pasos, juntos en el escenario interpretando el mismo paso.
Creo que ha sido muy bueno para la gente joven, digamos ‘los nuevos’ de iniciarse con esto, y de verdad que lo han hecho con mucha ilusión”.
_¿Y tú has tenido mucha ilusión en hacerlo?
“Muchísima. Yo soñaba de siempre en venir a Cuba, de trabajar con el Ballet y lo he hecho con la ilusión de compartir el genio de Scholz con el Ballet, con los bailarines y con los artistas que están aquí, de un cúmulo de artistas que he encontrado”.
_Aprovechando tu experiencia internacional ¿pudieras comentar cuál es la situación de la danza en Europa en general y en particular en España en estos momentos?
“La pandemia, como a todo el mundo, ha hecho muchísimo daño. Cuando hablamos de Alemania, por ejemplo, es un país muy proteccionista, muy seguro, donde a pesar de los pesares de todo lo que haya podido pasar, continúa teniendo un presupuesto muy importante para la cultura y para danza cada pequeño teatro alemán tiene una compañía en función de su tamaño. Como las compañías ya no son tan grandes se va yendo más hacia la danza contemporánea, grupos que son más posibles de mantener evidentemente no como una gran compañías como tienen Uds. en Cuba, maravillosa. Cuando más tienen 15 bailarines. En una compañía europea sería imposible tener entre 60 y 100 bailarines.
España es un país que sufre mucho de “no danza”. Tenemos una compañía nacional de español, una nacional de clásico y después grupos, coreógrafos y bailarines con talento están diseminados por el mundo, ya que en España no tienen opciones de trabajar o muy pocas”.
_Y en relación con nuestro país ¿existen posibilidades de que Roser Muñoz siga colaborando con el Ballet Nacional de Cuba?
“Yo en cuanto a reposiciones me dedico solo a reponer los ballets de Scholz, he hecho otras cosas pero no está en mis planes. Pero yo creo que habrá un regreso de Scholz y de Roser a Cuba, con una visión de traer obras nuevas a la compañía, no solo porque puedan ser más modernas, sino que puedan hacer lucir a la compañía y puedan aportar también”.
_A pocas horas de regresar a casa, ¿quisieras dejarnos una despedida?
“Me voy de Cuba con muchas cosas en el corazón, me lo llevo lleno por mi trabajo, por los bailarines maravillosos, por la Dirección, por unos colegas de trabajo que son los maestros de ballet inmejorables, un equipo en la compañía y en la prensa que me han cuidado muchísimo y por un público que me sobrecogió, de sentir que tenía ganas de estar en el teatro… y eso es impagable. Me voy con calor en el corazón por vuestro carácter, la manera de aceptar las dificultades o lo que pueda parecer difícil. ¡Continuáis con esa alegría y ese sentido artístico que lleváis adentro, así que os lo agradezco!”
Esperamos que el regreso de Roser Muñoz a Cuba pueda contribuir a la permanencia de la obra de Uwe Scholz en el repertorio de nuestro Ballet Nacional, así este resurgimiento del maestro alemán será un camino para mantenerlo siempre vivo en la escena.
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