Rescate de una entrevista perdida antes del adiós de Rogelio Blain


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Una imprecisión de método por parte de este redactor y el tiempo transcurrido desde su entrevista hace 14 años con Rogelio Blain, retardaron la localización y rescate de aquel texto publicado en el diario Granma el 20 de agosto de 2004.

Ni siquiera conservaba la fecha y el título de aquel trabajo para darle actualidad ante el fallecimiento a sus 74 años del actor el 13 de mayo último y solo una acuciosa búsqueda que implicó a la socorrida Internet hizo posible recuperar aquel texto.

Claro que pude intentar entonces algún comentario periodístico sobre el actor y amigo, tratándose de semejante intérprete de la radio, el cine y la televisión, según estudiosos uno de los mejores de su generación.

También pude aprovechar en esa suerte de obituario mis encuentros profesionales con el artista, casi siempre coyunturales, junto a un cierto conocimiento personal sobre él, mediante algunos vínculos amistosos, alentados por su relación con otros artistas y amigos comunes.

Entre estos últimos figuraron Enrique Almirante y Enrique Molina, cuyos magníficos vínculos fraternos con Blain y entre cada uno de los tres me llegaron por comentarios de ocasión por cada uno de ellos.

La percepción de otros contactos y entrevistas con Almirante y Molina, publicados también en Granma en su momento, me hubieran servido además de "materia prima" para un artículo, en lugar de insistir en encontrar "la entrevista perdida".

Ello sin contar lo que me hubiera servido imponer mi presunta sagacidad periodística para vencer la ética profesional, y proponerle a uno de ellos o a los tres participar en alguna de aquellas fiestas que organizaban con motivo de fechas específicas, entre ellas por sus cumpleaños.

Pero, de haber contado con su aprobación, hubiera tenido que escribir todo un libro sobre tan probable anecdotario de aquella especia de trío de ases, comprendida una ampliación sobre lo que me dijo un día Almirante acerca de los personajes serios en la carrera de Blain: "Al malo tienes más amplitud para sacarle aristas", contestó Almirante tal vez pensando también en los propios papeles de ese tipo interpretados por él, aunque mi pregunta se refería a íconos de Blain como el Lucio Contreras de la novela televisiva Tierra Brava.

Durante aquel encuentro con Blain hace 14 años, el entrevistado escogió entre sus personajes preferidos a ese y a otros también subrayados por él en numerosas entrevistas con medios de prensa antes y después de aquel día.

Hace pocas horas, presencié en un canal de televisión como Blain relataba a través de uno de sus personajes cómo había perdido parte de uno de los dedos de una mano en no sé qué evento heroico coherente con el guión de la obra.

Entonces recordé la verdad contada por él sobre el origen de aquella mutilación: la presión ejercida contra esa parte del cuerpo por una soga al fungir él como laceador en la finca familiar ganadera La Arboleda, cerca de la localidad de Bauta.

Sirva como homenaje póstumo al actor el siguiente texto surgido de aquel encuentro que ofrecemos a los lectores del Periódico Cubarte bajo su título original, "Aspiro, luego actúo", una suerte de mezcla entre citas directas e indirectas, apreciaciones subjetivas y alguna que otra imagen del género periodístico llamado "crónica".       

Aspiro, luego actúo  

Hay que ahondar bien, casi investigar, frente a este actor con el que hablamos en el balcón de su casa en Playa, para sacarle de dónde le viene ese hacendado que, horas más tarde, tendremos también frente a ese balcón nacional que es la televisión. Desde ambos hogares, ven pasar la vida los personajes de Rogelio Blain.

Siempre nos ha parecido demasiado "cómodo" este intérprete en tan legítimo rol de pose estirada, mando fácil y cabalgadura montaraz, como para que no hubiera una cierta explicación de origen.

Por eso aprovechamos las prerrogativas del oficio y, frente a una mirada suya, noble, pero tal vez un tanto suspicaz, preguntamos sobre su vida, mientras él quizás espere que hablemos de su nueva versión del hacendado en Destino prohibido, destino que, por el momento, decidimos dejarlo así.

Buen anfitrión, Blain soporta, no obstante, nuestros embates periodísticos, hasta vencer sus propias dudas y admitir que, en efecto, desde la pequeña finca de su familia en las campiñas de San Cristóbal, Pinar del Río, fueron importados fuertes rasgos de sus famosos papeles como hacendado.

Por ser tan curioso, dejemos para el final el nombre del lugar en donde estaba su casa, pero a la zona la llamaban El Blen, seguramente una pronunciación francesa del apellido Blain, familia emigrada a Cuba a mediados del siglo XVIII a través de José Blain, un naturalista procedente de Marsella.

Su porte de buen jinete fue aprendido, más que en hipódromos de etiqueta, en aquellos potreros de la finca La Arboleda, adonde, aun tiempo después de mudarse su padre hacia Bauta a finales de los cincuenta, regresaba de visita y permanecía un día entero a caballo por aquellos montes circundantes al río Taco-Taco. De su padre también incorporó ciertas características a sus personajes.

Acertamos respecto al personaje preferido de sus cuatro décadas en la radiodifusión (a los tres meses de estar en la televisión comenzó también a hacer radio): el Lucio de Tierra Brava. Según él, se trata de un personaje que llena las expectativas de un actor.

"Tiene todas las facetas de un ser humano: No es malo por gusto, pero puede matar, asesinar, y, sin embargo, puede ser cariñoso, amar a su hija, a su mujer".

Y hablando de origen, el artístico le viene a Rogelio Blain del movimiento de aficionados, primero, siendo tabacalero y, después, en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, a raíz de cumplir con su servicio militar en los sesenta, pero cuyo último año lo pasó ya en la radio, tras ganar varios premios, ser captado como actor y entrar a una escuela fundada en ese medio.    

Farsa y justicia del señor corregidor (Alejandro Casona) fue su primera obra. Artista estimado por la sociedad en que vive, querido por sus amigos, su calidad y biotipo le han posibilitado viajar por una amplia gama de personajes, desde su primer protagónico (Marco Polo), entre los que se cuentan unos treinta en Aventuras (El prisionero de Zenda, Hermanos, Papaloteros), seriales (Móvil 8, Sector 40) y otros espacios televisivos (Los comandos del silencio), unas quince películas (Lucía, El hombre de Maisinicú, Hacerse el sueco) y varias telenovelas.

Nos asombró un poco, por cierto, la aparente frialdad inicial de Blain cuando le hablamos de su Antonio en el filme de Humberto Solás. Rol para el que fue escogido cuando era todavía muy joven, él fue un sorprendido más respecto al reconocimiento que mereció su desempeño en ese segundo cuento del filme, y durante mucho tiempo después, al parecer, se mantuvo escéptico de que realmente las cosas hubieran salido tan bien.   

Ahora valora su actuación casi con admiración, pero no sin cierta perplejidad, y cree ver en aquel personaje una réplica de su propia inmadurez de entonces.

Entre las obras que más recuerda, sobresale, sin dudas, la aventura Enrique de Lagardere, donde hizo también el personaje de Esopo. Todavía sus familiares comentan que durante su actuación como el jorobado ni ellos mismos lo reconocían.

Hombre que el próximo 29 de agosto cumplirá 60 años, aunque Rogelio Blain Blain (hijo de un matrimonio entre primos) dice haber tenido una vida feliz, pero todavía no se siente "realizado".

Y he aquí que viene a cuento el nombre del lugar donde nació, pues parece haber sido una premonición de percepción de su oficio como actor. El lugar se llama Aspiro.


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