Retrato de Alfredo Sosabravo: Acuarelas italianas y lo trascendente de la belleza


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Durante el devenir de los años, en sus obras de arte, Alfredo Sosabravo ha logrado contener todas las características estéticas que hacen de este un artista único y distinguido entre los creadores del arte moderno. Los colores cálidos y contrastantes, la saturación de elementos y sus collages de tela estampada forman parte de esa Nueva figura que desde temprano lo influenció.

El imaginario de la mente pudiera ser trasladado a los diversos soportes, pero la limpia técnica de su lenguaje figurativo siempre resulta reconocible en su estética pictórica. Puede trabajar varias líneas de creación, mas su pintura nunca ha dejado de parecer joven porque se nutre de su propia experiencia vital. La frescura natural de este creador y su personalidad están en su sentir creativo.

Sosabravo fue una persona que experimentó mucho en su trabajo, en el grabado y en la plástica en general y con la fuerza del color en sus diferentes estados. Su formulación visual pasa por una importante etapa de los 50 cuando su trabajo con los diferentes procedimientos y maneras de hacer la pintura evolucionó en la selección certera de cada técnica y diseño afiliado a lo que un crítico de arte como Rufo Caballero llamó en su momento “lo Caribe”, por su composición y la luz.

Como parte de la producción antológica de uno de los artistas pop más universales de Cuba, llega a la galería Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) una nueva exposición titulada “Retratos italianos”. La exposición agrupa 15 retratos, producciones fechadas entre 2009 y 2010, y dos esculturas de bronce más tempranas que aportan tridimensionalidad a la curaduría de la muestra.

Sosabravo lleva alrededor de 30 años viajando a Italia y su quehacer en los últimos 25 años también está unido a las obras de cerámicas realizadas en talleres de localidades italianas. Hace un poco más de una década en sus tiempos libres el artista comenzó a ejecutar esta serie de acuarelas:

“En el verano de 2009 Sosabravo y René Palenzuela se encontraban en Río Saliceto, un pequeño pueblo de la pianura padana, en la campiña de Reggio Emilia, lugar que ya había inspirado antes a Sosabravo por sus exquisitos tortelini y capelleti. El Maestro, acompañado de René y del entrañable amigo de ambos, Claudio Ferroli, amante del arte cubano y fraterno de muchos artistas de la Isla, no se contentaba con el Parmesano Reggiano ni con el Prosciutto crudo y pidió papel y tintas. Así, de esta manera espontánea, movida por lo gastronómico, las gentes que rodeaban el lugar se fueron convirtiendo en estos quince retratos anónimos, de italianos o turistas que pasaban por allí, enfocados dentro del campo visual del artista”, cuentan de manera paradisiaca y anecdótica las palabras del catálogo de la muestra.

Fueron personajes exóticos con sus atmósferas los nacidos en el trazo de la imaginación de un hombre autodidacta, merecedor de varios premios, pero que sigue creando a pesar de su edad. Línea y punto, punto y color, color y naturaleza onírica relacionados con una madura visión infantil. Son los tonos y los matices del vértigo de una juventud, ese es otro de los poderes que se sienten en la obra. Escenarios que saben de belleza en una línea de esencia dibujante.

Alfredo Sosabravo ha creado una de las obras pictóricas más emblemáticas del arte cubano y de las artes plásticas modernos. Los Retratos italianos contienen también estos signos mágicos de un género pictórico ejecutado en otra dimensión; porque los vientos de la Italia de paisajes de olores y colores trasmutados en una belleza tierna y agresiva siempre le den la bienaventuranza al Maestro.

 


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