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Rogelio Fundora: Martí en trazos espontáneos, cubanos…


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Muetra "Con los pobres de la tierra...". Fotos: Cortesía del artista.

Desde que Martí salta en pintura y nos dice algo, hay miradas inquietas, mentes desveladas, pulsos intranquilos que lo han hecho suyo, para de manera propia, entregarlo también, siempre nuevo… Rogelio Fundora es uno de estos artistas.

El guajiro que pinta, como suele llamarse, tiene, sin embargo, algo especial que lo define y acerca al Apóstol desde su arte: la sencillez, la sinceridad y espontaneidad con que lo capta, propio de los creadores populares que sienten y llevan en su sangre muchas aristas de la vida/experiencia, salpicada con esos sentimientos que vienen de lo profundo y, por arte de arte, y no de magia, se elevan en realidad de manera casi inaudita.

Hay algo que distingue de manera singular a estos artistas, cuya visión se fija en el entorno que le rodea, aquel que le es cotidiano/familiar, tras la búsqueda de rincones o acontecimientos de muy marcada trascendencia histórico-social, pero siempre subrayando su énfasis en aspectos de la realidad objetiva, que distinguen a este tipo de pintura. La naturaleza es otro elemento que forma parte de su verdad, recurso temático de arraigada predilección de aquellos que sienten dentro una sensibilidad natural para el arte, que no intenta reproducir, sino soñar/fabular. Estos asuntos se interpretan/traducen en imágenes muy variadas, aderezadas de un abundante caudal imaginativo y valores creativos que destacan por su certeza vivencial. Sus visiones son sorprendentes, matizadas con una genuina sensibilidad que apresa sentimientos en un estado natural. Mucho más se podría hablar de estos hombres y mujeres que ven la vida a su forma.

En todos los tiempos, épocas y lugares algunos seres humanos han sentido la necesidad de expresarse artísticamente, y en no pocas ocasiones las labores cotidianas que desempeñan están muy lejanas de las creadoras, propiamente dichas. Sin embargo, su vocación es irresistible. Ellos componen, escriben, cantan, pintan… en cuanto rato libre les queda, y lo hacen con todo el amor y la naturalidad que brinda la espontaneidad y el talento. Ven el mundo en derredor de forma personal, diferente y propia, y consiguen atrapar las miradas por esa íntima y genuina manera de crear que alcanza dimensiones desconocidas.

Como esas que logra Rogelio Fundora ahora en la muestra Con los pobres de la tierra… Mirando sus piezas, esas que ocupan posiciones en una punta de la estrella solitaria —de nuestra enseña nacional— en que se yergue majestuoso el Monumento dedicado al más grande cubano, José Martí, en la Plaza de la Revolución, uno parece ir leyendo, desde estas pinturas y cerámicas, estrofas conocidas de los versos sencillos. Ellas brotan de las motivaciones que los hicieron vivir, junto con el protagonista principal de estas historias/imágenes: nuestro Apóstol, como un homenaje al 162 aniversario de su natalicio.

Una línea tierna dibuja al Apóstol

Es precisamente la ternura y candidez del trazo y la línea que dibuja/desdibuja al hombre, en pleno campo cubano, la que se acerca a los conceptos expresados en letra viva cuando refiere: “el arroyo de la tierra me complace más que el mar…”. Dígase tierra y se entrelazan entonces, Rogelio Fundora y Martí. Trabajador incansable, sencillo, espontáneo y transparente como su pintura, labora desde siempre el campo, esa tierra que es tesoro y fuente de vida. En ella ha dejado su tiempo. En su terruño natal, en Mayabeque, un día, al despertar de un sueño, tocó, por azar, un libro de colorear de su pequeña hija y descubrió una frase que le cambió su vida, le abrió el camino a la pintura. Amor que junto al que siente por la tierra y su familia/amigos nunca abandona.

A veces la vida nos trae sorpresas. Es un impulso que puede desembocar de una frase, un gesto, acción que abre una inmensa brecha. Esa que nos incita a realizar grandes cosas que estremecen los cimientos de nuestra existencia, para descubrir nuevos horizontes.

Aquel, aparentemente insignificante libro, le dijo en voz muy alta algo que desde entonces no puede olvidar y conjuga en su cotidianeidad: “Sé de un pintor atrevido que sale a pintar contento”… José Martí. Cada vocablo quedó grabado en su horizonte. Con toda la fuerza y el atrevimiento del mundo se fue a comprar colores y pinceles y creyones… y se dispuso a enaltecer pictóricamente, a su forma, el ambiente que le había rodeado desde la niñez. Y fueron apareciendo en el blanco de las cartulinas y telas, casas, gentes, árboles, palmas, banderas, caminos, la lluvia (tan necesaria para las cosechas), los ríos, la neblina, animales, la tierra, la familia, y los bueyes arando los campos, sembrados en la tierra de una esperanza muy verde… Pero surgieron también en sus obras, en distintos momentos, amigos, hombres de letras, escritores, pintores, músicos, cantantes, y políticos, artistas llevando siempre, cual corona natural, el sombrero de guano. Ese sello inconfundible de cubanía que nos llega del campo.

De pronto emergió entre las formas y los colores centelleantes de la naturaleza Martí, transformado en símbolo, surgiendo entre bruma, fauna y flora como un canto íntimo, recreado como “monte entre los montes”, galopando en busca de la batalla, convertido en arte, sin dejar de ser el hombre que representa para todos. Con esa calidez de amigo de todos los cubanos, con esa presencia que simboliza Patria, Libertad, Acción…. Arropado con su verso, hablando y siendo Cuba.

El simboliza una Isla estremecida, y en esas ventanas que al MAESTRO nos devela ahora Rogelio Fundora, el pintor contento que una frase lo impulsó a encontrar su otro yo, reconocemos una pintura sencilla, que no por ello deja de ser grande, porque está anegada de la esencia de otros versos, también sencillos. En ellas enfoca y hace renacer a un hombre que nos alumbra en la distancia del tiempo con una llama eterna que no se extingue nunca.


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