Salvador Allende y su sempiterna lección moral


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Uno de los acontecimientos históricos que más agitó a la opinión pública internacional en el  pasado siglo fue el golpe de estado orquestado contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, encabezado por su presidente constitucional, el doctor Salvador Allende, quién falleció luego del ataque al Palacio de la Moneda, en la fatídica jornada del 11 de septiembre de 1973.

Salvador Allende Gossens (Santiago de Chile, 26 de junio de 1908 - Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973), procedía de una familia de la alta clase media de Valparaíso y desde muy joven demostró una vocación por el servicio público, que encaminó  al graduarse de médico cirujano y dedicarse en Valparaíso a la medicina social.

En 1929, según la tradición de su  familia, ingresó a la masonería, y perteneció a la famosa Gran Logia de Chile.

Desde su etapa de estudiante había participado activamente en diferentes organizaciones,  algunas de las cuales lideró, y en 1933, cuando se fundó el Partido Socialista de Chile, fue su primer secretario regional, con tan solo 25 años de edad. 

Antes de cumplir 30 años fue elegido diputado por Valparaíso y Quillota. Fue uno de los fundadores más activos del Frente Popular y fue designado Ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en 1939, cargo al que renunció por desacuerdos en la conducción de la política nacional e internacional de ese gobierno.

En 1943 asumió la Secretaría General del Partido Socialista, y en 1945 fue elegido senador y se mantuvo en este cargo hasta 1970. Entre 1966 y 1969, Allende presidió el senado, siendo reelecto este último año.

Por cuatro ocasiones (1952, 1958, 1964 y 1970) fue candidato a la Presidencia de la República, representando a una alianza cuya base la conformaban los partidos socialista y comunista. Cuando se proclama la cuarta candidatura, contaba con el apoyo del tronco radical, el concurso de actores de raíz cristiana y una agrupación de partidos de izquierda, alianza  denominada Unidad Popular. 

El 4 de septiembre de 1970 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales más disputadas de la historia nacional de Chile, bajo un clima tenso y febril. La madrugada del 5 de septiembre el triunfo democrático de Salvador Allende era una realidad y llegó a La Moneda respaldado por la Unidad Popular.  El 24 de octubre de ese año en el Congreso Pleno Salvador Allende fue elegido Presidente.

Constituyó un suceso inédito que conmocionó al mundo. Por primera vez en la historia un político socialista y marxista llegaba al gobierno a través de la votación popular, lo cual provocó simpatía y esperanzas en las grandes masas pobres y progresistas del mundo, sobre todo de Latinoamérica, y miedo en los partidarios de la derecha chilena enemigos de su política popular y en gobiernos contrarios a los intereses democráticos.

Luego,  a medida que avanzaban las transformaciones sociales y económicas de su gobierno fue perdiendo apoyos políticos. 

Pero Allende era ya el líder natural de los desposeídos y un dirigente respetado, cuyo propósito era realizar  cambios sociales que favorecieran al pueblo chileno y sobre todo a las clases más desfavorecidos.

El fundamento histórico y político de la estrategia de Allende era la profundización democrática, el robustecimiento del desarrollo y un nuevo modelo de democracia social sustentada en el Estado.

Ese sueño de la izquierda chilena y de sus  partidarios internacionales solo duró mil días, pues el 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet, apoyado por el gobierno de Richard Nixon, que temía el auge del socialismo en el continente, llevó a cabo un golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular; era una gran conspiración en la que intervinieron las fuerzas políticas del centro y la derecha y los gremios empresariales y profesionales, y  las tres ramas de las Fuerzas Armadas y los Carabineros, que  atacaron el Palacio de la Moneda y lo rodearon con tanques de combate.

Durante cinco horas se atrincheraron allí Allende y sus más cercanos colaboradores; la ciudad  ya estaba en manos del Ejército, y Pinochet exigió una rendición incondicional.

Allende negó esa posibilidad y la respuesta de los golpistas fue el ataque poco antes del mediodía de dos caza bombarderos Hawker Hunter. La reacción más fiera echaba por tierra, a la fuerza, los ideales de un socialismo sin violencia y por medios legales que respondiera a los intereses de las grandes masas de chilenos que merecían justicia social.

Muerte del presidente constitucional de Chile

El doctor Óscar Soto, quien estuvo con el presidente  Allende la mañana del 11 de septiembre en la Moneda, y autor del libro  El último día de Salvador Allende, asegura que  ante esta situación:”Allende entiende que su responsabilidad es muy grande y con su decisión trata de evitar el mayor número de pérdidas humanas”.

Y se suicida con la esperanza de evitar sacrificios a su pueblo y pérdidas de vidas humanas, sin poder prever el baño de sangre que tendría lugar a partir de ese momento en su querido Chile.

Posteriormente, un helicóptero de la FACH trasladó el cuerpo del presidente constitucional de Chile al Cementerio Santa Inés, en Viña del Mar, y  fue colocado en la   tumba de su hermana Inés, en medio de un gran operativo militar.

Su viuda Hortensia Bussi  se dirigió a algunos trabajadores del campo santo que observaban el entierro:”Sepan ustedes que al que estamos enterrando es Salvador Allende, presidente de Chile. Está siendo enterrado aquí de forma anónima. Pero les pido a ustedes que cuenten a sus parientes, a sus vecinos, a sus amigos, quién está sepultado aquí. Y cuando yo no esté, les pido que le traigan flores, que nunca le falten flores. Tenga bien cuidada la tumba hasta mi regreso”.

Por iniciativa de la familia Allende-Bussi se creó la Fundación Salvador Allende, que el 4 de septiembre de 1990 realizó el funeral oficial del presidente Salvador Allende,  cuyos restos descansan desde esa fecha en el Mausoleo que lleva su nombre, ubicado en el Cementerio General de Santiago de Chile.

Muy conocidas y respetadas son en el mundo las últimas palabras que el presidente Salvador Allende pronunció en la alocución realizada desde el Palacio de la Moneda y  transmitida por Radio Magallanes:

“Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.


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