Kuan Kong, legendario héroe de la época imperial China, inspiró las bases de una profunda tradición espiritual de la cual surge en Cuba San Fan Kong, exclusiva deidad respetada en el ambiente devocional para una porción de los inmigrantes de este país asiático en La Mayor de las Antillas. Influidos por este personaje de leyenda, comenzó a ser frecuente la frase cantonesa Shen Kuan Kong, para referirse a este antepasado, la cual puede ser interpretada como “ancestro Kuan venerado en vida”.
San Fan Kong va eclosionando como santo, para la comunidad cantonesa primero y más tarde para un amplio grupo de los inmigrantes chinos en Cuba. En realidad “la frase Shen Kuan Kong empleada para referirse a este antepasado sufrió un cambio fonético al llevarlo al idioma español, donde se sustituyó la palabra Cheng por el apócope de santo o san, de ahí que se populariza como San Fan Con. La leyenda de Kuan Kong se remonta a los tiempos difíciles de la dinastía Han. Cuentan que tres héroes de la tradición Han: Lao Pei; Chui Chi Lon y Chui Fei, hicieron un juramento de unión y fidelidad, por medio del cual se unieron a Kuan Kon. De hecho los descendientes de estos cuatro apellidos, asumen ser hermanos por legado de sus antepasados”. (1)
Según nos relata la afamada escritora e investigadora cubana Virtudes Feliú Herrera, “la leyenda se remonta al año 220 de nuestra era, en una de las más delicadas etapas de la dinastía Han, durante la cual se popularizó Kuan Kong por la valentía de este caudillo. Cualidad que trascendió a su fallecimiento, cuando fue decapitado por los enemigos del Emperador, y su leyenda se expandió hasta convertirse en el ancestro venerado Kuan. Su devoción está muy acorde a las prácticas confucianas basadas en el culto a los antepasados, por ello los chinos en Cuba también conservaron la tradición de rezar y quemar incienso al ancestro venerado Kuan”. (2)
El culto a San fan Kon
El nombre de San Fan Kon es totalmente desconocido en China como santo, e incluso en otras comunidades chinas en Ultramar. De manera que puede ser considerado entre los santos de cubano advenimiento. (3) O por lo menos, así lo hace constar el escritor, investigador y ensayista Antón Chuffat, en su magnífica obra, Apuntes históricos de los chinos en Cuba. Ensayo en el cual se afirma, que desde el año 1880 existe constancia de la veneración a esta deidad, en el poblado Cimarrones, en la provincia de Matanzas, al centro de La Mayor de las Antillas, donde además de la ya mencionada quema de incienso, se acostumbraba a reverenciarlo hincándose de rodillas ante la imagen. En la actualidad, la representación de esta deidad de marcado origen cubano, permanece aún en su altar, ubicado en el Casino Chung Wah, del barrio chino habanero, representada con el rostro pintado de rojo púrpura, color que para ellos simboliza la lealtad, la fidelidad y la vida. Algunos de estos seguidores, han sincretizado estas creencias con los llamados cultos de origen afrodescendiente, entremezclando aquellas prácticas, con la ejecución de estos rituales mágico-religiosos. (4)
La investigadora cubana Virtudes Feliú Herrera refiere que, “Esta historia cuenta que Ching Si estaba en su casa cuando un espíritu se apoderó de su cuerpo. Le dijo que hablaba el Ken Hong, el príncipe que viajaba por el espacio para traer felicidad a los hijos buenos que recordaban a su tierra de origen. Agregó que el Dios del cielo protegería a los virtuosos que realizaran actos de caridad y compartieran el arroz con los más necesitados. De lo anterior se infiere, que gracias al sincretismo y la trasmisión oral de Kuang Kong, este se convirtió en parte de nuestros seres míticos, adoptado como creencia popular a través de la mencionada deidad chino-cubana. San Fan Kon hoy ostenta, además de esta iconografía una oración y muchos creyentes testimonian sus milagros, concedidos a quienes imploran con verdadera fe. Sus fiestas se registran desde el siglo XIX, cuando en el poblado de Cimarrones se escribían rótulos con fragmentos de su leyenda. Al representarse a Kuang Kong con la cara de color rojo, para algunos de sus seguidores ayudó a que le identificaran con Changó (también sincretizado con la Santa Bárbara de los católicos), quien además fue un guerrero notable”. (5)
De prócer a santo, el viaje de San Fan Kon
La sociedad Lung Con Sol, de la calle Dragones 364, en la zona citadina conocida como “La Habana Vieja”, es una de las asociaciones más notables importadas por los inmigrantes chinos. “Fundada, según la leyenda, por los cuatro hermanos guerreros: Kuang Kon (también Cuang Con); Lao Pei; Chui Chi Lon; y Chui Fei, durante la dinastía Han, a ella pertenecen sus descendientes, aquellos que llevan los apellidos Lao; Chang; Chion y Chui, y se les rinde adoración a los cuatro próceres fundadores. En la segunda planta de esta cofradía familiar y traída a Cuba en el primer tercio del siglo XX, existe el único altar erigido en La Isla para venerar la memoria de los cuatro ancestros, pero especialmente al intrépido Kuang Kon, “El de las barbas Rojas”, quien entre las muchas acciones heroicas tiene la señalada victoria de haber rescatado a las mujeres de su jefe y hermano Lao Pei, secuestradas por el enemigo. Frente a este altar adquirido en Hong Kong en 1925, se festeja cada año la fecha del nacimiento de Kuang Kon”. (6)
En este sagrario, según nos lo describe el laureado escritor e investigador cubano Leonardo Padura: “el retablo se divide en dos cuerpos: uno más alto, que vendría a ser el altar mayor del rito cristiano, hecho de madera trabajada con esmerados arabescos, que alberga la imagen dibujada de los cuatro próceres; y otro más abajo, donde reposan candelabros y pebeteros para el sándalo, sobre una impresionante reproducción en miniaturas de bronce, de la vida en la corte imperial: existe aquí, con esa exquisitez que solo ha sido dada a los orientales, un mundo de guerreros, sabios, sacerdotes y custodios, detenidos para siempre, como memoria de un tiempo glorioso. El descubrimiento que más satisface, es el encuentro con la imagen del inconcebible San Fan Con, santo iracundo, dueño del rojo y la espada —como Santa Bárbara. La historia del héroe mitológico chino no murió al llegar Cuba, sino que continuó en la simbiosis amulatada que nos define en los actos amorosos de un chino y una negra de antepasados africanos, padres de un mulato de pelo duro y ojos rasgados, Kuang Kon se transformó en el irascible San Fan Kon, confundió sus atributos con los de Santa Bárbara y adquirió aquí, en el lejano Mar Caribe, nuevos e inesperados descendientes”. (7)
San Fan Kon y el sincretismo popular
Es ampliamente conocido por los estudiosos, como las religiones populares cubanas de origen africano en Cuba, ostentan ciertas características muy propias que las distinguen. Para la Dra. Herrera, quizás la fundamental es su capacidad de admitir diferentes elementos y su facilidad de adaptarse a los cambios e incorporaciones de otras culturas con sus objetos simbólicos y divinidades. Según su entender, “tal sincretismo constante provoca que sean reconocidas variantes de la Regla Ocha como por ejemplo, la Santería con Palo (Palo Monte) o con Espiritismo, al hacer suyas concepciones, cantos, rituales, músicas, bailes, deidades y variados aspectos propios de esos rituales. Proceso complejo que se ha producido en casi todas las prácticas religiosas, del mismo modo que opera la transculturación de las diferentes etnias que conforman el espectro cultural identitario. La convivencia de chinos y cubanos en diferentes momentos de nuestra historia posibilitó un proceso de relaciones interculturales propias del hábitat en plantaciones azucareras, palenques y en las guerras de independencia, además del entorno familiar, al unirse chinos y cubanas que originaron un mestizaje interracial y cultural. No es extraño, pues, que la Santería admitiera el uso de soperas de porcelana china y el incienso purificador, de uso también en el ritual católico”. (8)
El culto a Kuan Kong fue muy extendido en Cuba, y en medio de las relaciones interculturales de todas estas comunidades que se establecieron en la isla, muchos de estos chinos se iniciaron también en los cultos sincréticos afrocubanos, simultaneando algunos de estos practicantes, estas prácticas con la ejecución de sus rituales tradicionales; de manera que no es casual que algunas propiedades míticas, como el color rojo y la espada, relacionen a este ancestro guerrero con el oricha Changó, de la regla Ocha, o la Santa Bárbara del catolicismo popular.
Kuang Kong, figuraba como el protector de los inmigrantes y constituyó el factor ideológico que aglutinó a los fundadores de las primeras sociedades chinas surgidas en la capital, por lo cual no es de extrañar que “la memoria colectiva de estos grupos de inmigrantes guarde muchos milagros concedidos por esta peculiar divinidad: uno de ellos narra, como un chino pobre que le rogaba ayuda para retornar a morir en su tierra, se ganó el premio de la lotería, con lo que compró el pasaje de regreso.
El sincretismo y recontextualización de Kuang Kong fue un proceso lento, a través del cual este ancestro fue rebautizado e integrado a las nuevas necesidades de sus adoradores al conjunto de nuestros seres místicos, y convertido, para la creencia popular de este segmento poblacional, en una deidad chino-cubana. De aquí que entre los seguidores y practicantes de esta peculiar línea de pensamiento devocional asiática en Cuba, hay quienes consideran que San Fan Kon, espiritualmente vive en la Ceiba. También ha trascendido a creencia popular, que dentro de la poderosa, ultrasecreta y antiquísima “brujería china”, existe una lámpara dedicada a San Fan Kon, que de inusitada y mágica forma, allí en su altar del Barrio chino de La Habana, tiene la propiedad de alumbrar, pero no arde”. (9)
La oración a San-Fan-Con
En medio del avance al culto de esta deidad chino-cubana, ha surgido ya una oración exclusiva. Verdadera creación sincrética de un desbordante y polifónico imaginario popular, donde se santifica o deifica la memoria del ancestro Kuang Kung. Aunque este es propio del área meridional de China, la oralidad popular reflejada en el texto lo identifica como “Poderoso Santo de toda China. Supremo Emperador del Celeste Imperio”. El contenido siguiente es una invocación protectora del orante para librarlo de “prisiones; de malas lenguas; de hechicerías y maleficios”, y más adelante en este sentido se le pide ayuda para “derrumbar las murallas que no dejan avanzar”, para concluir con segmentadas alusiones de alguna similitud a otras oraciones católicas, como pudiera ser la del Justo Juez. (10)
Así ha sido el viaje de San Fan Kon como iniciática experiencia, quien partiendo desde los altísimos y espirituales fustes del asiático bambú, ha viajado a través de siglos y océanos como semilla intemporal, que dejada caer se siembra y crece en el fértil imaginario popular cubano, para buscar almas nuevas entre nuestras flexibles cañas bravas criollas, pues todas las formas de religión coinciden en remitir al hombre hacia una realidad superior a sí mismo, que puede ser representada bajo las más variadas conveniencias. Mas siempre, el misterio de lo sagrado las inunda con su trascendencia y superioridad absoluta. De tal manera, el culto y la reverencia eternamente muestran, a través de sus preciados símbolos y alegorías, lo que se ha estado esperando en la paciencia de las edades y el silencio de los tiempos.
Notas
(1) Leonardo Padura: “El Viaje más Largo”. Artículo. Revista Cubana de Antropología Catauro. Año 2/ No. 2/ 2000.
(2) Virtudes Feliú Herrera: “Una mirada a las celebraciones asiáticas en Cuba”. Revista Oralidad, Anuario 15, p. 82.
(3) Gerardo E. Chávez Spínola: “Revelación de ciertas deidades y santos, cubanos de advenimiento”. Artículo Portal Cubarte.
(4) Leonardo Padura: Ob. Cit.
(5) Virtudes Feliú Herrera: Ob. Cit., p. 87.
(6) Leonardo Padura: Ob. Cit.
(7) Ibídem., pp. 154-155.
(8) Virtudes Feliú Herrera: Ob. Cit.
(9) M. R. Glean y G. E. Chávez Spínola: Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba. Ed. por Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana, 2005, pp. 470-472.
(10) J. Guanche: Oraciones populares de Cuba. Invocaciones e iconografía. Colección La Fuente Viva, no. 13, La Habana, 2001.
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