Santa Bárbara-Changó en la ruta del ferrocarril


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Cada 4 de diciembre, en diversas partes del mundo se rinde tributo a uno de los ídolos religiosos más apreciados. Para unos es Santa Bárbara, distinguida entre los catorce Santos Auxiliadores de la Iglesia Católica; para otros es Changó, cuarto rey de Oyó, oricha guerrero y viril.

Por estas tierras, una interpretación compartida, transcultural y sinonímica, que los enlaza a ambos desde que los seres esclavizados, provenientes de África, tuvieron que identificarlos así, como cultura de resistencia. Y puede llamársele Nsasi, Siete Rayos, Hevioso, Okún, Dambalá, Mamba… siempre será patrona/protector de los armeros, fundidores, artilleros, bomberos, prisioneros y mineros; gobernante de tambores, baile, relámpagos, truenos y fuego, que no por gusto al depósito de explosivos en los buques se le llama santabárbara, o cuando empieza el ruido de tormenta nuestros mayores se persignan y lanzan al cielo la plegaria “Santa Bárbara Bendita, que en el cielo estás escrita, alabado sea Dios” para ahuyentar los rayos, esos mismos que Changó expulsa con fuerza en su baile.

Las manifestaciones de religiosidad popular tradicional cubana sobre el culto a Santa Bárbara- Changó se extienden por todo el país y más allá de las fronteras. Entre las más afamadas fiestas por estos días, la de Palmira en Cienfuegos, y la de Güines en Mayabeque.

Procesión de Santa Bárbara en Güines

Con la finalidad de conocer un poco más sobre esta última, conversamos con el MSc. Yoel Enríquez Menéndez, actual director de la Editorial Montecallado, acucioso investigador que se desempeñó como metodólogo de Patrimonio Cultural Inmaterial en la Dirección Provincial de Cultura durante algunos años. Pues resulta que su disertación nos llevó más allá del objetivo propuesto: el culto a Santa Bárbara-Changó en la actual Mayabeque y lugares aledaños no es solo una de las expresiones de la religiosidad popular y tradicional más asentadas, sino que se enlaza con dos de los factores esenciales de la economía local y nacional a través de la historia: la industria azucarera y el ferrocarril.

Mcs.Yoel Enríquez Menéndez

Además de sugerirnos el título, esto fue lo que nos contó.

“Las transformaciones en el sistema colonial español, luego de la firma de paz con los ingleses en 1763, estimularon el crecimiento de la producción del azúcar en los territorios habaneros. El número de ingenios y su tamaño en la zona se ampliaron de forma significativa, y hacia 1790, con la revolución de los esclavos en Saint Domingue, se produce el gran salto azucarero en Cuba con su centro en los 300 ingenios del Valle de los Güines o del Mayabeque. El incremento de la producción conllevó a la creación y transformación de caminos, a fin de abreviar tiempo en el traslado hacia La Habana de los productos obtenidos; el gran paso de avance fue la construcción del primer tramo de ferrocarril en Cuba, Habana- Bejucal, inaugurado el 19 de noviembre de 1837; y exactamente un año más tarde su segundo trayecto, Bejucal-Güines, una tecnología que continuó en rápido avance por toda la amplia llanura roja”.

Es conocido que la industria azucarera fue la más importante justificación para el comercio esclavista en Cuba; baste señalar que si los primeros africanos llegaron con Diego Velázquez hacia 1510, entre 1763 y  la abolición oficial de la esclavitud el 7 de octubre de 1886, entró a Cuba más de un millón, entre mandingas, yolofes, gangás, longobás, lucumíes, carabalíes, suamos, congos, musundis, mombasas y de otras regiones. Todos esclavizados, la mayor parte comprada por los dueños de ingenios.

En este sentido, nuestro entrevistado –miembro del Comité Cubano Ruta del Esclavo: Resistencia, Libertad y Patrimonio, de la UNESCO- afirma que de la misma forma en que fue marcándose en la geografía la línea férrea, puede localizarse la adoración sincrética Santa Bárbara-Changó. Y amplió: “estas representaciones de cosmogonías distintas se unificaron simbólicamente, conformando un producto criollo. En Cuba la mujer virgen y mártir encubrió con su manto rojo los otá  en que se materializaba el oricha viril y guerrero procedente de la región yoruba de Oyó. En las expresiones de religiosidad popular que hemos estudiado se percibe una suerte de devoción en cuanto a popularidad, sincretismo, festividad, vínculo con la iglesia católica y otros elementos repetitivos que se dan -en momentos distintos- en la franja sur de la actual provincia Mayabeque”.

Con un mapa sobre la mesa, comienza el recorrido y su explicación:

“La presencia y adoración a la Santa mártir en esta región, según nuestras pesquisas, se evidencian desde 1768. Un mapa de inicios del siglo XIX muestra los corrales de Santa Bárbara y San Juan, espacios donde surgió el poblado Melena del Sur; aunque existen iguales toponímicos en otras zonas. Y, además de los nombres, hay evidencias bastante antiguas de las celebraciones de culto, que de manera general unifican la peregrinación católica con los toques y bailes de origen africano; casi todas fueron prohibidas o limitadas en los años 60 del siglo XX, y en la actualidad van retomando su fuerza y magnitud.  Entre las de mayor connotación, se encuentra en Bejucal la establecida desde antes de 1940 por la espiritista Digna María Pérez López -madre de los fundadores de Tambores de Bejucal-, quien atendía espiritualmente a importantes  personalidades de la política de la época, consultando solamente  con un plato, una piedra y una cuchara, según referencian las  historiadoras María de los Ángeles Meriño y Aisnara Perera”.

Llega su momento a Güines, referente por antonomasia.

Procesión de Santa Bárbara en Palmira

“La veneración sincrética a Santa Bárbara-Changó, como también sucede en Palmira, no está rectorada por la iglesia católica. Tiene sus orígenes en un cabildo lucumí ubicado en Leguina, hacia 1860. Recibieron del párroco de la iglesia local, Tomas Rodríguez Mora, un estandarte con la imagen de Santa Bárbara en papel, cosida a la tela roja, y a partir de esa fecha recorría cada 4 de diciembre desde el cabildo hasta la iglesia y regresaba a su sede, donde se hacía una fiesta comunitaria. En 1863 el párroco propone a los miembros del cabildo la compra de una imagen escultórica, para la cual se hace una colecta. La efigie llega a Cuba ese mismo año y es entregada al cabildo. De esta forma va organizándose una festividad popular que, aún hoy, marca la identidad güinera”.

Próxima parada del ferrocarril: San Nicolás, otra de las geografías en que el pueblo viste de rojo cada diciembre.  Nuestro interlocutor afirma que en 1896 se consolida el cabildo de Changó, posteriormente denominado Sociedad de recreo Julio Himelly -también conocida popularmente como la Casa del Santero Mayor o Casa del Alambique-.  Su líder, iniciado en Changó (Oba Yomi) por la famosa santera Latuán, alcanzó gran popularidad sobre todo por sus virtudes de curaciones, y era muy respetado y admirado por autoridades y hombres de negocios de la época, lo que contribuyó de alguna manera al desarrollo de la celebración, que comenzaba el día 3 y se extendía hasta el 6 de diciembre, fusionándose con las fiestas patronales del poblado.

Un poco más adelante, Yoel Enríquez señala el poblado de Vegas, que se unificó como núcleo poblacional luego de la colocación del paradero del ferrocarril en su trayecto a Matanzas y hoy es Consejo Popular del municipio Nueva Paz; allí tuvo gran aceptación  la festividad propiciada por Juan José Compadrito Quesada, natural de Matanzas, iniciado en Changó (Oba Yoko). Esclarece que según lo publicado por la escritora Andrea García Molina en el libro Entre santos y santeros (Ed. Unicornio, 2010), este festejo se inició por los años 1940. La imagen de Santa Bárbara, esculpida en cedro, es obra de José Florencio Gelabert Pérez, y el imaginario popular se hace eco de que su rostro representa en una mitad rasgos femeninos y en la otra masculinos, clara alusión al sincretismo. Esta fiesta, que incluía hasta la participación de orquestas de danzón, fue declinando con el tiempo y en estos momentos se mantiene el ceremonial de forma más privada, solo con descendientes de Compadrito.

Terminado el recuento, nos quedan las ideas. Estas representaciones de cosmogonías distintas se unificaron en la verticalidad de la palma y la fuerza del rayo, en el hacha y la espada; sobreviven en el imaginario popular que cada diciembre viste de rojo, como complemento a los verdes cañaverales que alguna vez nutrieron la gran industria azucarera; sobreviven como esencia cultural condicionada por la interacción étnica dada en lo que fue el amplio Valle del Mayabeque.

Santa Bárbara que perteneció a Juan Quesada

¿Por qué no mostrarlo dignamente a nosotros y al mundo? ¿Por qué no propiciar, con todo el respeto que merecen los portadores de tradiciones, un recorrido de turismo cultural, basado en las buenas prácticas, que genere desarrollo local? Muchas de las tradiciones cubanas, entre ellas las  festividades populares –que han atraído y hoy atraen a  turistas- parten de un origen religioso en la Cuba de los siglos XVIII y XIX.

Nosotros los practicantes,  los docentes, los investigadores, los decisores vinculados a la gestión turística, tenemos un tesoro, invaluable y colectivo, en las manos. Hagámoslo crecer.

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