Se nos fue entre las manos un caballero


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Desde que yo era niño —tiempo remoto, más o menos cuando la toma de La Habana por los ingleses—  mis juguetes preferidos no eran los carritos con los cuales se entretenían mis coetáneos en el suelo.

No. Ya entonces yo jugaba con las palabras.

Y hoy me anda jugueteando, en el occipucio, un lindo término: “caballero”.

Como enseguida se verá, la elección de ese vocablo, comadres y compadres, no es ni de lejos gratuita, en el infausto día en que pergeño estas líneas.

Me remito al diccionario, "mataburros", como solemos decir los "cubiches" en nuestra florida jerga.

Leo allí que “caballero” es el que cabalga. Y también algunos hidalgos, y los integrantes de ciertas órdenes, anacrónicamente herrumbrosas, cual es el caso de los Caballeros de Santiago, por ejemplo.

Ah, pero la palabra significa algo más. “Caballero” es también quien se comporta con caballerosidad.

Y, en la amada Radio Progreso, acabamos de perder a todo un señor caballero.

El que trataba de “usted” lo mismo a un encumbrado funcionario que a los compañeros que aseguran la higiene en el inmueble de la emisora.

Nunca, jamás, se dio cuenta de que era el tipo más importante de  nuestra radio. Llevaba su modestia  como el traje de salir todos los días a la calle.

Sí, un gentelman —guajiro, democrático y popular—, nacido en el matancero San Antonio de Cabezas.

Como dijo el poeta Vallejo, la distinguida presencia de Héctor Pérez Ramírez nos va a hacer una falta sin fondo.


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