Seminario Internacional Tomás Gutiérrez Alea, entre Historias de la Revolución y Guantanamera


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Fotos: Cortesía de la autora.

El Seminario Internacional Tomás Gutiérrez Alea, entre Historias de la Revolución y Guantanamera, una de las acciones principales del 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que al cineasta se dedica, tuvo lugar en la sala Yelín de la Casa del Festival.

Teresa Toledo, especialista en cine latinoamericano, coordinó este panel de expertos en la cinematografía cubana y en especial en la filmografía de Titón, y al inicio expresó que esta acción persigue el objetivo de continuar el diálogo que generó Titón con su cine, resignificar su obra y reforzar la visibilidad de la misma.

El profesor estadounidense Jerry Carlson dio inicio a la sesión de trabajo con la ponencia “Nuevos pensamientos sobre Cumbite” (1964), la película menos favorita de Titón.

Discrepó en su exposición con la valoración de Gutiérrez Alea sobre este, su tercer largometraje, del cual planteaba «(…) no lo siento como una expresión personal, está hecho de oficio», pues, aseguró Carlson, el mismo realiza un notable aporte sobre el tema de la diáspora africana que solo se puede interpretar con una mirada retrospectiva desde el siglo XXI».

Recordó que el filme está basado en la novela Gobernadores del Rocío (1944), de Jacques Roumain, uno de los más importantes intelectuales haitianos del siglo XX, y que tanto la obra narrativa como la película comparten los mismos personajes, estructura argumental y acontecimientos de la trama pero difieren en los medios a través de los cuales resuelven las tensiones entre el didactismo marxista y la incursión en las prácticas culturales haitianas.

«Su estrategia es retirarse de la subjetividad y representar la puesta en escena con un máximo de detalles visuales y sonoros», apuntó.

Destacó la profunda  dedicación a la verisimilitud etnográfica que queda demostrada en tres escenas fundamentales: la ceremonia vudú, el funeral y el Cumbite; entre las tres, dijo, suman 24 minutos que Titón dedica a la recreación de la cultura rural haitiana con un tratamiento respetuoso extraordinario, lo cual es uno de los valores esenciales del filme si se compara con el desprecio que en la época expresa el cine de las grandes productoras hacia estas culturas.

Carlson opinó que Cumbite, junto a otras películas de su época,«sentó las bases para el desarrollo de un cine mundial que interroga a los mecanismos de reflexión a la vez que celebra las vidas de quienes encuentran medios de resistencia sin sacrificar su identidad».

Ana María López, de Cuba-Estados Unidos, vicerrectora y profesora de cine latinoamericano en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, y directora del Centro de Estudios cubanos y caribeños, defendió el tema “Titón en el mundo: Espacio, lugar, memoria”, desde el estudio de la memorable cinta Memorias del subdesarrollo (1968) y centra su estudio en «la geografía del mundo que Titón desarrolla para Sergio, su protagonista».

Luego de una contextualización del momento en que Titón filma Memorias…., López señaló que en la misma «se desencadenan dramas de la memoria, del pasado en el presente, y también de un presente en el futuro, no solo en términos subjetivos sino también espaciales, y se articula la inescapable responsabilidad de la cultura, en especial del cine, de confrontar las contradicciones de cualquier momento histórico».

Analizó cómo en la cinta Titón forja una identidad cultural cubana a través de la producción cinematográfica de espacios sociales; comentó que Sergio se mueve por espacios geográficos y psíquicos y nos brinda un recorrido por la faz pública de La Habana matizado por sus comentarios subjetivos a través de los cuales abarca el pasado e interroga la inconmensurabilidad de su presente.

Más adelante expuso que lo que la mirada de Sergio descubre sobre el espacio de la ciudad es que lo histórico se ha convertido en una historicidad invocada para crear la necesidad del presente.

Añadió que se dan contradicciones entre la subjetividad de la mirada crítica y distanciada del personaje y la objetividad de la cámara por momentos documental, y que lo que la cámara enfatiza y Sergio escoge no mirar, es la subsiguiente reclamación de los antiguos locales comerciales y ahora espacios públicos oficiales: «el pasado y el presente coexisten en el espacio vivido de la experiencia», advirtió.

Los recorridos de Sergio por La Habana burguesa —espacio subjetivo y no geométrico, lleno de recuerdos— lo inspiran a que reexamine su pasado y busque explicaciones sobre el presente, consideró López; «Su encuentro con la ciudad produce otra ciudad, una compuesta de  metáforas y ejes migratorios. Sergio solo puede conjurar a la ciudad en el pasado mientras la cámara está inexorablemente anclada en el presente».

Luego se refirió a la búsqueda de refugio en espacios cerrados que es la solución que encuentra el personaje ante la no identificación con esa ciudad del presente; la ponente revisó estos espacios fundamentales: el apartamento de Sergio, la Biblioteca Nacional y la Casa Museo Hemingway.

Se detuvo aquí en el hecho de que Sergio deja entrar al personaje de Elena a su apartamento y entra igualmente la visita de inspección de la vivienda, de tal manera que el mismo deja de ser un refugio privado para contaminarse con lo social.

«Sergio es una figura ambivalente que se encuentra entre dos espacios en una ficción que intenta negociar los poderes de la diferencia cultural en un momento histórico específico repleto de contradicciones sociales».

Afirmó finalmente que Memorias del subdesarrollo expone el espacio social de la nación al enfocarse en el trauma de la historia, en los desplazamientos extravagantes de lo público y lo privado, en ir rodeando a los procesos psíquicos individuales. «En realidad esta reimaginada geografía —la nación que es interna y externamente casi diaspórica— puede ser el único espacio donde nuestro tiempo, nuestras vidas y nuestras historias ocurren».

“Ciudadano Alea: Cine, Revolución y vida cotidiana” fue el tema que asumió el profesor y crítico Juan Antonio García Borrero a partir del análisis de fragmentos de los clásicos de Titón: Las doce sillas, (1962); Los sobrevivientes (1979) y Guantanamera (1995), lo cual le permitió contextualizar y analizar al cineasta como intelectual que constantemente está repensando  la realidad que luego va a mostrar en la pantalla, en tres momentos diferentes de la historia cubana y de su trayectoria creativa.

Se apoyó en su reflexión, a la par, en citas del propio Gutiérrez Alea que demuestran, como bien planteó García Borrero, «que más que un cineasta, este fue un intelectual crítico que hacía cine».

Declaró que hoy es muy necesario conocer el pensamiento de Titón como ciudadano, como intelectual, al igual que el de Alfredo Guevara, el de Julio García Espinosa, el de todos los cineastas que ayudaron a fundar el Icaic, «porque estamos viviendo una época que también se presta a confusiones, a retrocesos, a neosectarismos, desde el punto de vista ideológico, y es importante comprender qué era lo que estaban defendiendo los protagonistas de esa gran gesta cultural, no para imitarlo».

A propósito citó a Titón en el siguiente fragmento:

El cine como manifestación de la cultura de un pueblo es la actividad más comprometida con intereses ajenos a la cultura; es la actividad que refleja más crudamente los factores reales que condicionan una sociedad y si se trata de una sociedad subdesarrollada y sometida como la nuestra, es natural que el cine cubano haya encontrado los más grandes obstáculos para desarrollarse, tanto en el orden industrial como en el orden artístico.

Transitó en su reflexión Borrero por un primer período creativo de Titón, los años 60, marcados por todo el entusiasmo, esperanza e ilusión que imprimió el arribo al poder de la Revolución;  los años 70 donde el cineasta realiza una evaluación crítica de lo que ha sucedido desde el triunfo revolucionario con un posicionamiento desde el marxismo, y los 90 caracterizados por las secuelas del período especial en lo económico y lo moral y espiritual, etapa que además coincide con su enfermedad.

De esta etapa (1992) es la siguiente reflexión del cineasta:

Hace 30 años, cuando apenas habían transcurrido los primeros meses del triunfo de la Revolución, cuando todo empezaba a afirmarse entre nosotros, cuando vivíamos la ilusión de estar de veras convirtiendo al país en algo vivo, naciente, lleno de fuerza y belleza, es decir la de lo justo, de lo necesario; cuando sentíamos que se cumplía el deseo tuve la rara impresión de que habíamos llegado a lo que puede llamarse, utilizando un término propio de la dramaturgia, un clima culminante y que a partir de ahí la cotidianidad iba a empezar a manifestarse  persistentemente, iban a generarse nuevos conflictos y poco a poco íbamos a tropezarnos con nuevas miserias, quizás las mismas con otros rostros y tuve una extraña sensación de temor. Hoy creo que hemos llegado a lo que tanto temía. Pienso que ha sido bueno vivir hasta aquí porque de alguna manera he participado y he podido decir algunas cosas en las que creo.

A pesar de estas palabras, que pueden confundirse con el abandono del credo de toda la vida de Titón, este prefiere concluir esta idea afirmando: «En todo caso, ahora cuando se abren tantas interrogantes no quisiera retirarme, no quisiera terminar en este momento de incertidumbre», en las cuales se advierte el compromiso que siempre marcó la vida y la obra de Tomás Gutiérrez Alea: el compromiso con la verdad, con la vida y con su país que siempre fue el espacio de su memoria y de su creación.


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