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Sentirse niño otra vez


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Fotos: Otoniel Márquez Beltrán. Saludos

El amor no está muriendo, lo demuestran cada sábado Rafael Sánchez Espinosa y Noraida García Ríos al abrir las puertas de su casa a poco más de veinte niños para juntos aprender y crecer. Así ha sido durante la última década, desde que, tras concluir un curso de Educación Popular, Rafael decidiera llevar a la práctica los conocimientos y vivir su propia experiencia. Fue así como la pareja fundó el jardín de creación “Alas del corazón”.

Este proyecto cultural comunitario constituye un acompañamiento de CREA: “¿Cómo realizo educación ambiental?”, iniciativa implementada en el municipio San Cristóbal, en Artemisa, de la cual Rafael es, junto a otros, coordinador.

Todos los recursos son válidos

“Sumamos niños mentalmente discapacitados y provenientes de hogares disfuncionales. Somos autofinanciados. Actualmente producimos en la casa la materia prima con la cual trabajamos: nuestra pasta de papel y cartón. Ya no se compra nada, excepto la pintura”, comenta Rafael; a lo que Noraida añade: “Cuando termina el curso, las escuelas nos aportan todo el material usado que les queda. Usamos desde una botella que se rompa, hasta plástico o cartón de huevo. El papel ecológico lo hacemos en el taller con la materia prima que recogemos en las empresas de la comunidad y del poliespuma obtenemos objetos que donamos a la escuela especial”.

Noraida explica que también aportan sus obras a la sala de rehabilitación: “El piano, las guitarras y violines les sirven a los niños de parálisis cerebral infantil para la inteligencia, la motivación, el desarrollo psicomotor y el sistema nervioso central. Algunos tienen aptitudes para el canto y disfrutan cantando y haciendo la mímica como si estuvieran tocando. Gracias a nuestro trabajo se han rehabilitado ciento cincuenta y dos discapacitados, entre el 2014 y 2015”

El proyecto ha montado exposiciones en escuelas, galerías, el museo y el cine del municipio. Asimismo combinan música y teatro pues, como asegura Noraida, desde el inicio buscaron integrar manifestaciones artísticas.

“Preparamos obras que vinculan medio ambiente con valores. La escenografía es montada con materiales confeccionados por los alumnos. Ya es famoso el proyecto, todos lo conocen y a todos les gusta. Incluso, vamos fuera del municipio”, argumenta Milexis Miranda Barbón, instructora de arte en la especialidad de Teatro, en el anexo de la ESBU Combate de Río Hondo.

No hay esfuerzo vano

De acuerdo con Noraida, el jardín de creación “Alas del corazón” ha participado en distintos concursos, los cuales les llegan a través de Pioneros, el CITMA, la ACTAF, o simplemente lo conocen por la radio y la televisión. Acumulan ya unos ciento veinte premios, además de reconocimientos por parte del CITMA del municipio y la provincia. En una hojeada a la memoria gráfica de tales logros pueden apreciarse varios otorgados por la OPJM, la estación ecológica Sierra del Rosario, la revista Pionero, el Consejo Nacional del Movimiento Juvenil Martiano y la Oficina Técnica del Ozono.

“Nunca he tenido un premio por mi obra porque soy un artista empírico, pero me siento feliz pues he podido enseñar a los niños lo poco que sé y ellos sí lo han obtenido. Eso constituye un gran premio para mí, y eso me hace sentir realizado”, afirma emocionado Rafael, quien agrega: “Por aquí han pasado más de cien niños, parte de ellos son hombres y mujeres hoy, y tienen hijos”.

Nallibys Moreno Oliva, instructora de arte en la especialidad de Música, en el anexo de la ESBU Combate de Río Hondo, destaca el poder encontrar y explotar el talento de cada estudiante. “Estoy aquí desde hace aproximadamente dos años. Al integrarme al proyecto he aprendido de artes plásticas. Los conocimientos que adquiero puedo llevarlos a la escuela”, manifiesta.

Con similar tiempo vinculada a la iniciativa y agradecida por ello, Milexis disfruta de esta experiencia diferente: “Nunca había participado en un proyecto. Es como una familia, cada quien aporta su granito de arena, aprendemos unos de otros. Hacemos de todo, hemos cantado, bailado, hemos aprendido algo nuevo cada sábado”.

Entretanto, Noraida subraya su apasionante experiencia: “Empecé en este mundo artístico a los 39 años y me he enganchado de una manera tal que, aunque pase trabajo, continuaré en el camino aprendiendo y capacitándome. El proyecto me ha aportado la experiencia, el compromiso, el sentir que el amor no se está acabando. Uno se siente niño otra vez”.


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