Cierto
es que el Septeto Santiaguero había ya grabado algunos discos en Europa antes
de decidir confiar su futuro discográfico a la EGREM; también es cierto que en
años anteriores había fomentado un público, no sólo en su tierra (el Chago),
sino que su legión de seguidores europeos se acrecentaba con el paso de los
años y las presentaciones; sin embargo, las puertas de la EGREM también dieron
paso a lo que podemos llamar su “epifanía música” cuando deciden grabar No quiero llanto. Tributo a Los Compadres,
disco con el que superaron todas sus expectativas y sueños posibles; y me
atrevería a decir que necesario para todo el movimiento de septetos que hoy
prolifera en Santiago de Cuba.
Si
se regresaba a los estudios de grabación, se debía dar un salto superior; y
como en el anterior, apostar por la combinación de tradición y modernidad. Dos
conceptos que no siempre son excluyentes como algunos han querido hacer notar y
defienden a ultranza.
El
Septeto y todos sus integrantes ya conocían el “camino a Santiago” o, lo que es
lo mismo, la ruta más adecuada para hacer el son –esa fórmula difícil que una
vez entendida hace milagros insospechados–; entonces se imponía un regreso a la
raíz. Un regreso marcado por la necesidad de convocar a todo aquel que
estuviera dispuesto a tomar un surco y hacer florecer ese árbol que responde al
nombre de música cubana. Curiosamente los cortes que separaban un tema de otro
en un disco respondían, antiguamente, al nombre de surco; eran los tiempos de
los discos de vinilo; eran los años de la vida analógica y el scratch que abría el baile o la escucha.
Éramos la generación de la alta Fidelidad y de las revoluciones variables para
escuchar la música, y no teníamos ni cantantes ni música desechables.
Mi raíz
será el nombre que ha de identificar la producción de marras que ya está en los
mercados. Valdría preguntarse por qué titular Mi raíz un trabajo de amplio eclecticismo musical y creativo; la
respuesta es sencilla: cada tema interpretado corresponde a una lógica
histórica de la evolución de la música cubana; del son y el bolero, en
particular, por casi un siglo.
Uno
de los grandes méritos de este disco es que cada invitado responde a un momento
histórico de la música cubana y su influencia en el entorno caribeño. Así el
violinista cubano Alfredo de la Fe –que veinte años antes había incursionado en
otra producción discográfica nacional, en aquella oportunidad fue junto a su
compadre Enrique Álvarez– aporta un excelente solo de su instrumento en la
versión de Si tú te vas; tener a
Charlie Aponte en el tema Cristina,
es pagar una deuda de los músicos santiagueros con una agrupación como El Gran
Combo de Puerto Rico (la “catedral de la salsa” como le llamó el compositor
boricua Catalino Tite Curet Alonso) cuya influencia sobre los músicos cubanos
se hizo sentir más en el oriente que en el occidente; y como la guinda del
pastel musical propuesto es el regreso a sus raíces cubanas –aunque sea de
soslayo– de Rubén Blades en el bolero son Lágrimas
negras. Y como es un disco de santiagueros, correspondía tener en la nómina
de invitados algunos santiagueros y orientales ilustres. Una relación que
comienza con el gran Reinaldo Creach, incluye al trombonista Ulises Zamorano,
al flautista Rubén Leliebre y al saxofonista Carlos Millares; por solo citar
algunos nombres de una larga relación.
Este
es un disco de sones y boleros con uno de los mejores repertorios de la música
cubana de este comienzo de siglo; me atrevería a afirmar que la selección de
temas y autores ratifica la inteligencia musical, cultural y comercial de todo
el equipo del Septeto Santiaguero; un oasis en una industria discográfica donde
la mayoría de los discos de música popular bailable son parte de ese “infantilismo
creativo” que hace que cualquiera escriba y/o componga (mal escriba o componga
diría yo) un tema que no ha de resistir el paso del tiempo, y qué decir del
juicio de la historia. Si alguno de los integrantes de esta agrupación tiene
sus inquietudes “músico literarias” no lo conozco; pero de ser así, la
subordina a los intereses de la mayoría.
En Mi raíz están presentes las escuelas y
las tendencias que han definido la música popular cubana del siglo XX a la
fecha, las vivencias personales y generales de los integrantes del Septeto
Santiaguero; pero también el alma de Santiago, de su gente negra, blanca y
mestiza. Es un disco Caribe, como pocos.
Este
es un disco de auténtica música cubana; de esos que no necesitan acompañarse de
muletillas al estilo de nuevas sonoridades… de rescate y actualización… y otros
tantos de los que está plagado el discurso público de músicos, productores,
diletantes y otros, que giróvaga alrededor del asunto. Nada es fruto de la
improvisación, de una necesidad de causar efecto.
Mi raíz es
el disco del son oriental de estos tiempos, de aquellos que son de la loma y
que en los llanos del mundo han cantado. Es un disco venido de Santiago de
Cuba. Puede que supere a su antecesor, es posible y probable que ocurra; pero
una vez que haya leído estas líneas, no dude en tenerlo en su colección;
entonces verá cómo le crecen árboles de buena cubanía en sus manos, en sus
oídos, en su alma... en tú alma… en tú alma brother…
y el mundo se ilumina nuevamente.
3 de Septiembre de 2018 a las 16:08
Nesesito me envien los autores de los temas que toca el septeto, para poder poner sus temas deben tener todos los creditos. Gracias
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