Teatro para niños, con títeres y desde la inteligencia


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Recientemente bajo el telón del Festival de Teatro de La Habana, espacio donde artistas de Cuba y el mundo se dieron la mano para caminar juntos por las nuevas formas de crear. Los más pequeños de casa también tuvieron su espacio. Los títeres llegaron y entre risas y lecciones de vida brindaron el mejor de los espectáculos.

De la mayor de las Antillas llegó Retrato de un niño llamado Pablo, de Teatro de las Estaciones, una versión de Rubén Darío Salazar basada en el cuento Pablo ¿qué te pasa?, de la narradora catalana Carmen Fernández Villalob. 

Con apenas 45 minutos en escena el elenco logra captar la mirada de los infantes: Pablo es un niño que se comporta de manera extraña para los adultos, motivo por el cual es llevado a una consulta de psicología. Después, la trama se va desentrañando y llega el mensaje de cuan importantes e inteligentes son los pensamientos de los pequeños.

Rubén Darío Salazar conversa en exclusiva con El Periódico Cubarte:

“Con Retrato de un niño llamado Pablo, es la décima vez que Teatro de Las Estaciones se presenta en el prestigioso Festival de Teatro de La Habana, desde 1999, en 25 años de andanzas teatrales.

Retrato... es la mirada con lupa titiritera, es decir hiperbólica, metafórica y sugerente al interior de una familia contemporánea de Cuba y el mundo. Habla de la incomunicación entre padres e hijos, aboga por el necesario e imprescindible diálogo. No es mensaje, es alerta, aviso y reflexión entre risas y lágrimas, con ese aderezo escénico y mágico del teatro de formas animadas.

“En el espectáculo se canta en vivo, porque desde nuestra fundación trabajó en un concepto de teatro total, que incluye no sólo el canto, sino también la danza, sumada a la animación de títeres y un trabajo actoral como base de todo. 

“Amparado en un proceso de investigación y laboratorio tan divertido y curioso como la puesta en escena resultante, hemos trabajado con músicos en directo en un par de montajes, pero esta vez la banda sonora original, de Raúl Valdés, parodia la sonoridad de los juegos electrónicos. Todo es muy elaborado, con ese universo infinito de lo virtual que tanto influye en los infantes de la actualidad.

¿Cómo valora el teatro para niños que se hace en la actualidad?

El teatro para niños en la escena cubana ha tenido altibajos, pues ha dependido siempre, como cualquier género artístico, de lo que producen los propios teatristas, de sus objetivos creadores, de empeños, proyectos y formación sociocultural.

El teatro dedicado a los más pequeños en nuestra Isla apunta, como tantas otras veces, hacia un salto que no se acaba de dar, un salto de conjunto, un empeño colectivo, un empuje común. Soy optimista. Seguimos en ello, y muchos trabajamos para que así sea.

¿Son suficientes los espacios creados para el teatro infantil?

Se han creado suficientes espacios para el teatro dedicado a los más pequeños. No creo que sea un problema de espacios, sino de proyecciones y proyectos arriesgados, compromisos y búsquedas; esa inquietud perenne que debe siempre marcar al arte.

¿Cuáles son las principales trabas que tienen?

Trabas es una palabra fuerte, y no debiera ser en un país que apuesta por el desarrollo y la promoción de la cultura. Donde yo siento trabas, y es mi opinión, comienzo una batalla que se apoya en acciones para romper esas posibles trabas en caso de que existan. Me preocupan más las trabas mentales, la autolimitación, las miras cortas, a ras de suelo, la auto subvaloración, los complejos de inferioridad y la falta de fe en lo hemos escogido para vivir, ser útiles socialmente y vivir.

¿Cómo compite el teatro con las nuevas tecnologías?

Los espacios llamativos están, son, y en su gran mayoría tienen un sostén económico descomunal. Conseguir un equilibrio entre tecnología y artesanía, lo virtual y lo humano, lo material y lo espiritual es algo a tener en cuenta. La tarea es informarse y estudiar esos espacios llamativos para estar a la altura o al menos presentarle una batalla digna.

¿Cuán difícil resulta hacer teatro para niños?

No se puede hacer teatro desde torres de cristal. El teatro no es una decoración sino una fuerza artística que debe remover el piso. Hay que tener los ojos como una cámara fotográfica, siempre alerta. Otear el horizonte y saber que alegra o entristece no solo a nuestros niños, si no al público todo.

El humor en el teatro para niños no es sólo una decisión estética o conceptual. Es una razón que tiene un poder demoledor. La comedia y la farsa poseen características que tienen que ver con la sátira, la ironía, esa agudeza que descoloca y pone a todos a pensar. El humor es algo necesario, y si es inteligente pasa a ser algo más que ser hilarante, es útil.

¿Cómo valora la pasada edición del Festival de Teatro de La Habana?

Esta edición del FTH ha sido coherente con el momento socioeconómico que vivimos. No podemos estar ajenos a las realidades, por muy creativos que seamos. Toca al comité organizador hacer malabares y conseguir la calidad y una imagen real del teatro en Cuba, aquí y ahora, incluidas las referencias escénicas que ayudan a avanzar. Cada nueva edición debe proponer opciones atractivas y retos, crecer como evento, enriquecer los conceptos de curaduría y programación. Hacerlo bien y cada vez mejor.


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