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Telenovela “Imperio” y el padre Cícero (Primera parte)


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En la serie televisiva brasileña Imperio, la cual se está transmitiendo en estos meses por la televisión cubana, algunas veces los personajes de José Alfredo Medeiros y sus antiguos y buenos amigos Manuel —el dueño del bar y de la habitación arriba del bar en que se esconde José Alfredo— y don Antonito —el dueño de la escuela de samba—, que corresponden en la vida real a Alexandre Nero, Jackson Antunes y Roberto Bonfim, mencionan a un tal “padre Cícero” o al “padrino” o al “padrino Cícero”, cuando invocan su ayuda o cuando le agradecen porque algo ha salido bien. Pero nosotros los cubanos no sabemos de algún santo llamado así.

Recordemos que los personajes de la telenovela brasileña Imperio, tanto José Alfredo como sus dos amigos, según en ella se dice, son oriundos de la región del Nordeste brasileño, concretamente del estado de Pernambuco.

Y surge la pregunta: ¿Existió realmente el padre Cícero? ¿Quién fue el padre Cícero? Su nombre completo fue Cícero Romão Batista, también llamado popularmente Padim Ciҫo, esto es, Padrino Ciҫo. Sus padres fueron Joaquim Romão Batista y Joaquina Vicência Romana. Nació el 24 de marzo de 1844, en la ciudad de Crato, estado de Ceará, y fue ordenado sacerdote católico en 1870. Se le designó residir en el pequeño poblado de Juazeiro, en 1872, cuando entonces contaba con apenas cinco casas de tejas, así como unas treinta casas muy pobres, y una capillita consagrada a Nuestra Señora de la Concepción. Pero en 1911, Juazeiro ya era villa, y en 1914 recibió el título de ciudad, pues tenía para la fecha más de treinta mil habitantes. Todo esto fue, también, gracias a su gestión, esto es, a su fama de hombre piadoso y milagroso, la cual atrajo a muchos nuevos pobladores.

Juazeiro era un distrito de la ciudad de Crato. Su nombre proviene de un árbol, el juazeiro, que da una fruta pequeña nombrada juá, y es muy común en la zona. Hoy se denomina Juazeiro do Norte, que tiene unos doscientos sesenta mil habitantes, y es la segunda ciudad del estado de Ceará. La ciudad de Fortaleza es la capital de Ceará, y Crato quedó, finalmente, como la tercera ciudad en importancia del estado.

El padre Cícero era muy querido de sus feligreses; sin embargo, en 1897 fue suspendido de las órdenes religiosas, pero no perdió su prestigio, y continuó siendo seguido por sus parroquianos. La suspensión se debió a dos cosas. Una de ellas fue que se había “metido” en política, algo grave en aquella fecha, pues a los sacerdotes católicos les estaba vedado, aunque en definitiva, se les dejaba pasar. Pero la otra era que tenía fama de “milagrero”, y un hecho fue “lo que le puso la tapa al pomo”, pues se dice que, en l889, él convirtió una hostia en sangre. Cuando le administró una hostia consagrada a la religiosa María de Araújo (1862-1914), la hostia se convirtió en sangre dentro de su boca. El pueblo bautizó a esta monja de tez negra como “beata”, pero nunca esta condición fue otorgada por la Iglesia Católica. Y así se le conoce: “La beata María de Araújo”.

María Magdalena del Espíritu Santo de Araújo nació el 23 de mayo de 1862 en Juazeiro, hija de Antonio da Silva Araújo y Ana Josefa de Sacramento. Huérfana desde muy joven se dedicó al trabajo de artesanía en paño y algodón, muñecos que después ella vendía. El padre Cícero mandó que ella enseñara la artesanía a varios niños. En 1885, a los 22 años, tomó los hábitos de religiosa. El 1ro. de marzo de 1889, al recibir la hostia en la comunión oficiada por el padre Cícero, en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, ella no pudo deglutirla, pues la hostia se transformó en sangre. El hecho se repitió y el pueblo dijo que se trataba de la sangre de Jesucristo.

La noticia llegó con toda rapidez a los oídos del obispo de Fortaleza don Joaquim José Viera y, este, con toda su calma y paciencia, primeramente, llamó al padre Cícero a su sede para esclarecer el asunto, pero, no contento con lo que se le explicó, después envió a Juazeiro una comisión integrada por dos sacerdotes —los padres Clicério da Costa Lobo y Francisco Pereira Antero— a investigar los acontecimientos y estos sacerdotes, después de utilizar un buen tiempo en investigaciones, consideraron el caso como divino. Al obispo no le gustó este resultado y más tarde volvió a enviar otra comisión de otros dos sacerdotes a investigar bien, integrada por los padres Antonio Alexandrino de Alencar y Manuel Cándido, comisión que —después del tiempo que creyó necesario— concluyó que no había milagro.

Como es de suponer, todas estas gestiones duraron mucho tiempo. Finalmente, el obispo suspendió al padre Cícero de toda función sacerdotal, en 1897. La relación correspondiente acerca de este acontecimiento fue enviada a la Santa Sede y esta confirmó la decisión tomada por el obispo.

También hubo comentarios de que, por más o menos unas doscientas veces, en dos años, el padre Cícero “pudo convertir” hostias en sangre. Miles de devotos creen en todo esto, firmemente, hasta el día de hoy.

Las controversias acerca del “milagro” fueron tomando un giro muy grave y, como hemos podido observar, duraron años, hasta que terminó con la suspensión del padre Cícero. Por su parte, Cícero trató de evitar conflictos con la élite local, pero su popularidad fue cada vez mayor, y mucho más después de ser suspendido.

Al año siguiente de su suspensión, en 1898, viajó a Roma y consiguió la absolución del papa León xiii, pero se le mantuvo la prohibición de celebrar los rituales del catolicismo, no pudo nunca más ofrecer misa.

Tal era su popularidad que entró de lleno en la política, razón por la cual se convirtió en un poderoso jefe político y resultó electo alcalde de Juazeiro do Norte. Duró en ese cargo unos 15 años, y también fue vicegobernador del estado de Ceará.

Cícero fue tema constante en todo el Nordeste brasileño en “folletos de feria”, es decir, breves folletos, sencillos, baratos, que se dedicaban principalmente a publicar poesía relacionada con temas de la cultura local, religión, política y hechos de repercusión de la región, y en estos folletos se contaban sus virtudes, sus milagros.

 

 

(Continuará)


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