Vivimos uno de los momentos más complejos en las últimas décadas de la Revolución. Cualquier análisis sobre lo sucedido el 11 de julio y los días más recientes debe incluir análisis profundos de diferentes factores, más allá de lo aparente.
Una especie de tormenta, que conjuga acciones diversas, pretende arrancar las raíces de la Revolución cubana. Muchos huracanes, lluvias y vientos han pasado por aquí desde 1959. Unos con más daños que otros, pero las bases profundas se han mantenido.
Ahora mimo estamos en el centro de uno que debe servirnos para la mayor conciencia de todos y unirnos cada vez más, para elevar el activismo revolucionario, sin miedos ni tremendismos. Debemos hacer cambios, pero jamás respecto a las esencias. Tenemos que readaptarnos a las nuevas circunstancias y seguir fortaleciendo los vínculos entre los diferentes sectores de la sociedad en Revolución.
Cuba sigue siendo un símbolo de rebeldía y decoro, de resistencia y apego a sus principios, una especie de espina para la hegemonía capitalista internacional, que trata de borrarla, con una conjugación despiadada de estrategias y balas en lo ideológico y económico.
En este período muchas han sido las artimañas contra este archipiélago del Caribe y su pueblo, que han conjugado bombas, disparos, atentados, campañas difamatorias, bloqueo económico y comercial, invasión digital, millones de dólares destinados a la subversión, intentos de construir una oposición interna...
Cuando ha estado en juego la supervivencia misma de la humanidad, se han incrementado los proyectiles de nuevo tipo. El 2020 y el 2021 deberán ser recordados por la pandemia y también por el enorme esfuerzo del Estado cubano a favor de la vida, en un panorama difícil más allá de lo económico. Cuando muchos pensaban en la posibilidad de una paralización total, este país ha logrado mantener los servicios vitales, ha subvencionado artistas con salarios fijos y ha desarrollado cinco candidatos vacunales, que son también símbolo de la inteligencia y capacidad científica de los hijos de Carlos Manuel de Céspedes, José Martí y Fidel.
“Calentamiento” en redes sociales, apagones eléctricos en algunas zonas del país, preocupación por incremento de casos de Covid-19, déficit de alimentos y otras dificultades en el mundo físico, todo unido a la campaña mediática internacional y como parte de una estrategia que ha cumplido varias etapas para socavar los cimientos de nuestro proyecto social, han conformado un panorama enrevesado.
En los reclamos de los días recientes ha existido una mezcla de algunos muy justos, con otros que traicionan las esencias mismas de esta nación. Varias manifestaciones fueron también con violencia e incluyeron actos vandálicos, con piedras y palos contra tiendas y otros establecimientos, donde tomaron equipos, bebidas...
Mediante plataformas digitales se seguía convocando a las acciones de ese tipo, que no incluían términos como “entendimiento”, reclamar pacíficamente… No, era una incitación a la catástrofe y acabar con la Cuba socialista. Muchos de esos llamados tenían su origen o eran amplificados desde afuera.
Por circunstancias diversas durante los últimos meses me ha tocado vivir momentos singulares, los cuales he tratado de asumir con tranquilidad, visión amplia, diálogo sincero y plena convicción de nuestros principios. Siempre con el afán sobre todo de que en verdad aportemos al país desde la honestidad y el amor.
Estos debieran ser tiempos de paz y ayuda, de solidaridad y voluntad colectiva para vencer la pandemia. Las fuerzas revolucionarias también debemos reactivar el activismo social, tanto en plataformas digitales como espacios físicos, defender y expresar siempre nuestros ideales. Debemos ser más protagonistas de los cambios que necesitamos, siempre desde el amor, el valor total y el apego a los principios de la nación.
El panorama es difícil más allá de Cuba. Cada vez más se necesita la bondad de las mujeres y hombres dignos del planeta. Los seres humanos todos debiéramos ser una familia enorme a favor del bien, a pesar de las diferencias ideológicas o de cualquier tipo, siempre con ética y el más elemental respeto a las esencias.
Personas que prefieran fingir, que sirvan de instrumentos a quienes mueven hilos desde el exterior o adentro, o que olvidan la decencia a favor de oportunismos de cualquier tipo, jamás podrían desarrollar, o ser consecuentes, con una Revolución verdadera, no podrían mantenerla, actualizarla, hacerla crecer…, como necesita la cubana.
Ninguna obra revolucionaria es totalmente acabada, y a la nuestra le falta mucho, pero debemos seguirla construyendo desde el decoro y la dignidad. Cuba hace mucho que logró su derecho a la autodeterminación, a la independencia. No podemos perder eso jamás.
Confiaré siempre en la unidad e inteligencia de los cubanos, en nuestra alma patriótica y solidaria, en la pujanza de este pueblo, acostumbrado como pocos a la resistencia, con apego a sus principios. Confío también en nuestra capacidad para realizar cambios impostergables en la manera de ejercer el gobierno a nivel de municipio, en las localidades, conversando constantemente con la gente, explicando incluso antes de los acontecimientos.
La batalla comunicacional seguirá, con intentos de imponer matrices de opinión que deslegitimen la institucionalidad y la dirigencia cubana, por lo cual los retos en ese sentido se mantendrán y hasta crecerán. Resulta vital la inteligencia, rapidez, profesionalidad y apego a la verdad, con análisis profundos.
Debemos continuar con voluntad sincera de vencer los obstáculos y ser útiles a favor de nuestra nación. La cronología de hechos continuará en el futuro. Nosotros tenemos la posibilidad de escribir también nuestra historia desde el decoro y el amor total a Cuba.
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