El patio de las fiestas en la casa sede de los artesanos en Cárdenas, allí donde lo vieran crecer y triunfar la multitud de amigos y adeptos a sus guarachas, sones, sucusucus, guajiras y boleros, fue testigo del primer concierto de Tony Ávila y parte de su grupo este 2017 en Cuba.
Cuatro paredes para amar fue el detonante de la velada, secundada por Con lo mucho que ha llovido (inspirada en su musa Yosleny), Títere y Perdóname, esta última con acompañamiento musical del joven trombonista y pianista estudiante del Instituto Superior de Arte Alejandro Ferrer David. Él lisonjeando una a una las teclas del piano abrió paso a Silvando un bosanova que compartió con la cantante Dagna, también heredera de las tradiciones musicales de su padre, flautista de profesión.
En otro intervalo del recital Idiel Antonio Ávila, hijo del trovador y Dagna versionaron la balada Para que un día vuelvas de Leoni Torres y Pablo Milanés. Luego al clamor de un bolero se incorporó el novel bajitsa Idael Rodríguez, premio JoJazz 2016, quien enfatizó solos fabulosos con su instrumento de cuerdas.
Y como en un concierto de Tony Ávila Tiene que haber de tó, cerca de la madrugada los bailadores incendiaron el patio de las fiestas en entusiasmadas mini ruedas de casino. La incursión de sus músicos Mandy en la percusión y en el bajo el Moro, fueron indispensables para confabular la atmósfera de la noche que sin dudas coronó la versatilidad de Irisan en la flauta, clarinete y saxofón.
Original y diferente, tal cual es en cada una de sus presentaciones, la novedad fue cuando el cantautor extrajo los sonidos más profundos de la madera al transformar una simple silla en instrumento musical.
Como acostumbra al finalizar sus conciertos y
descargas Ávila presentó lo que él denomina un estreno mundial, la
imprescindible Choza de Chacho y Chicha, que despidieron al bardo de oro
hasta el próximo e
Deje un comentario