Diversidad de estilos y soportes, multipluralidad temática y generacional, las cinco exposiciones de artistas cubanos que muestra el Edifico de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, abiertas durante la Duodécima Bienal de La Habana, se extienden acertadamente hasta el mes de agosto.
Un Tomás Sánchez que confirma su maestría y virtuosismo en el paisaje, al que ha abordado en los últimos tiempos desde la fotografía, y que retoma nuevamente en óleos sobre grandes lienzos, en esta muestra titulada Paisajes. Sánchez, uno de los principales exponentes del paisajismo cubano del siglo XX hasta hoy, llama a la reflexión sobre importantes problemas de la humanidad como la preservación del medio ambiente, al plasmar grandes basureros sobre una vegetación ya contaminada. Otros de sus cuadros, que reproducen lugares geográficamente muy recurrentes para el cubano, nos hacen meditar como el recuerdo puede ser expresión, en ocasiones, de soledad y aislamiento.
Gustavo Pérez Monzón llega con Tramas una selección de obras de la colección de Ella Fontanals Cisneros, bajo la curaduría de Elsa Vega y René Francisco, Premio Nacional de Artes Plásticas. Pérez Monzón fue integrante del célebre grupo de artistas de la plástica Volumen Uno, que según la especialista Corina Matamoros “cambio el signo artístico de la Isla”. Sus piezas se mueven desde el empleo de técnicas mixtas sobre lienzo hasta lo instalativo y abordan el abstraccionismo a partir de una relación con el mundo de las ciencias, donde la geometría, la numerología y una relación con el universo son los principales protagonistas. Alejado desde hace algunos años de los circuitos de exhibición nacional, Monzón residente en México desde hace algunos años, vuelve a Bellas Artes donde ya había tenido una exposición personal en 1981 y una colectiva en 1985. La oportunidad de apreciar la obra de Monzón, sui generis e irreverente en un tránsito desde la plástica, a la matemática y la arquitectura, es única si tenemos en cuenta que estas piezas pertenecen a la creación más reciente del artista, adquiridas por la Fundación Cisneros Fontanals.
Ping- pong cuadrícula es la propuesta de Wilfredo Prieto en el Edifico de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes. Con una intervención muy activa en esta Duodécima Bienal de La Habana, pues tuvo a su cargo la curaduría del Proyecto Montañas con esquina rota, que tuvo como emplazamiento la antigua fábrica de bicicletas Claudio Arguelles de Línea y 18, Prieto pone a la consideración del público treinta y cinco piezas con una visión del arte muy diferente a partir de establecer un diálogo lúdico con diversos materiales y objetos. El artista se convierte en artífice de magias y conjuros para cubrir las necesidades básicas del Período Especial, que vivió la Isla en la década del noventa, según reza en las palabras del catálogo. Muy sugerente su instalación Matrioska de 2001, pieza conformada por tanque de cemento, de hierro, jarrón de cerámica, cubeta de plástico, cubo de aluminio, jarra de porcelana, vaso de cristal y agua, en alusión a elementos muy utilizados para almacenar el preciado líquido. Ping-pong cuadrícula abarca parte del patio interior del Edificio de Arte Cubano, así como el vestíbulo del Centro de Información Antonio Rodríguez Morey.
Alexander Arrechea llega por primera vez al Museo Nacional de Bellas Artes con el Mapa del Silencio , donde muestra una selección de su obra a partir de diversas técnicas y estilos artísticos que incitan a la tranquilidad y a la invitación al mutismo. Sobre la exhibición Arrechea declara: “Puede decirse que es un resumen de mi trabajo por el rango de los materiales que he utilizado, pero por otra parte abre un momento nuevo en mi creación. Mucha gente conoce sobretodo mis esculturas y eso de algún modo ha marcado mi trabajo más reciente, pero a mí me gustan los desafíos y me gusta siempre traer algo diferente, y en esta ocasión quería presentar algo de mi obra que quizás sea la obra del futuro.”
Luis Enrique López expone Los síntomas del engaño en la que muestra diez compuestos venenosos elaborados con plantas tóxicas cubanas y los asigna a un número igual de destinatarios elegidos entre creadores contemporáneos. Con ello realiza una especie de homenaje contradictorio, a quienes considera entre los mejores de su tiempo.
Cinco grandes exposiciones que dan una visión muy plural de los artistas cubanos, residentes o no en la Isla, pero que, sin dudas, forman parte de las tendencias del arte contemporáneo de la nación, una ocasión única que se podrá apreciar hasta inicios del mes de agosto.
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