Turismo y religión en Cuba, una propuesta hacia las buenas prácticas (2da Parte)


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Entrevista al Dr. C. Clemente Hugo Ramírez Frías

Según su opinión, ¿cuáles son las oportunidades y desafíos de una propuesta de turismo vinculado a la religión en Cuba en la actualidad?

En las interconexiones que se establecen a partir de las diversas expresiones de las religiones y el turismo, inciden complejos procesos mediados en esta etapa que vivimos, caracterizada por los impactos que han dejado y dejarán en todas las formas de actividad turística los meses de crisis sanitaria y sus secuelas en el plano de la salud, la psicología, la economía y las demandas de seguridad para la integridad física de clientes y oferentes de servicios, sobre todo en las manifestaciones de eventos de naturaleza colectiva como es el caso de las procesiones y festividades religiosas; esto pudiera representar, por diversas causas, un deterioro en las expresiones tanto de tipo material como inmaterial. Sin embargo, estos aspectos implican tener en cuenta en mayor medida el estudio del turismo con motivaciones religiosas y lo que representa el mismo para el desarrollo de la localidad. Considero que aún es temprano para ver sus impactos, tendrán que estudiarse las tendencias del mercado turístico post pandemia COVID 19 y nuevas formas de gestión.

Indudablemente es un escenario favorable a un reavivamiento religioso, pero… ¿Cómo se comportará el turismo como fenómeno social? ¿Cómo impactará esta situación en las relaciones sociales, de comunicación, entre visitantes y oferentes de servicios, entre visitantes y comunidad receptora?

Podemos mencionar una serie de factores que implican acciones que favorecen un interés por viajar a Cuba con motivaciones religiosas o por el conocimiento de este tema, tales como: turoperadores y agencias de viajes (AAVV) extranjeras y cubanas (estas últimas con filiales en el exterior) emiten mensajes promocionales que abordan informaciones y productos directa o indirectamente relacionados con las religiones; la publicación de trabajos, artículos e imágenes sobre las religiones en Cuba en sitios de Internet, extranjeros y cubanos; así como revistas, libros y materiales fílmicos  de ficción, cubanos y extranjeros, que circulan por los medios audiovisuales de estos mercados emisores. Además, existe una comunidad cubana en el exterior producto de la emigración, que está considerada uno de los principales factores “exportadores” de estas religiones, cuyo impacto en esos países provoca un reflujo, a manera de una remesa intangible, que llega a Cuba en forma de expectativas de grupos de turistas por el conocimiento y experiencias sobre las religiones.  No hay que soslayar, por supuesto, un referente tan importante como lo es el personal internacionalista cubano –en crecimiento en los últimos años– que exteriorizan de alguna forma creencias de la religiosidad popular cubana en las áreas donde cumplen misiones.

También está presente un turismo religioso no institucionalizado, de carácter individual o de pequeños grupos, formado por extranjeros que se han iniciado en Cuba en religiones populares, y que son fieles viajeros que regresan continuamente a Cuba –en ocasiones acompañados de futuros nuevos ahijados– para mantener relaciones con sus familias religiosas; y los padrinos o madrinas que viajan a los países de origen de estos ahijados, provocando una red de comunicación e influencias.

En este sentido, la originalidad de la religiosidad popular cubana y sus características permiten asimilar la relación con otras religiones en un marco de respeto y empatía, condiciones favorables al ecumenismo que puede propiciar el turismo internacional en Cuba.

Por otra parte, se hace necesario declarar la existencia de impactos negativos que constituyen retos a afrontar:

En la gestión de esta modalidad turística se producen contradicciones entre entidades turísticas y culturales, así como entre entidades religiosas y turísticas, originadas por problemas de coordinaciones entre estas. En el caso de las instituciones religiosas no existen indicios de acoplamientos, más o menos formales, con las instituciones turísticas, las interacciones se producen de manera espontánea e informal, lo que en algunos casos provoca incompatibilidades entre actores.

En las formas de mercantilizar la religión –además de actos religiosos engañosos vendidos como auténticos– se pervierten prácticas y tradiciones por personas que son calificados como impostores de la religión. Los ritos religiosos pierden su solemnidad y carácter sagrado, al ejecutarse, junto con danzas y otros elementos del culto, con finalidades exclusivamente mercantiles y bien lejos del saber imprescindible que exigiría una asimilación o recreación artística legítima de lo religioso.

El crecimiento de las manifestaciones religiosas cubanas afro originarias y una insuficiente educación medioambiental han impactado negativamente en el ecosistema urbano, en lugares visitados por turistas y en proyectos turísticos; a problemas antiguos de agresión medioambiental, la gran cantidad de ofrendas religiosas envueltas en nylon, platos de plástico y otros materiales no degradables, renueva y “actualiza” la agresión. La problemática entra en contradicción con la esencia de estas religiones, muy ligadas a la naturaleza y a su respeto y protección.

Es evidente que obras y acciones culturales (música, artes plásticas, telenovelas y filmes de ficción) -realizadas por personal cubano vinculado al sistema de la cultura y que propagan a nivel internacional aspectos llamativos en el sentido estético de las religiones-, ha permitido el encuentro con una gran diversidad de públicos; la socialización de una imagen “estética” de religiones como la santería y el palo monte ha contribuido, en unos casos, a la valorización de estas religiones en el llamado mundo occidental, pero en otros ha significado una frívola promoción llevada a cabo por empresarios inescrupulosos y de gestores de la cultura de dudosa profesionalidad.

No obstante, como he planteado en más de una ocasión, hay una gran riqueza de recursos y atractivos turísticos que pueden redundan en un enriquecimiento y desarrollo de las localidades que las protagonizan. La autenticidad y riqueza de las religiones en general y de la religiosidad popular cubana en particular constituyen un contenido de gran atractivo para el desarrollo de eventos nacionales e internacionales; y en estas condiciones de interacción actuales, el conocimiento e identificación de los trabajadores y profesionales del ámbito turístico con la cultura nacional son imprescindibles para asumir los retos de la actividad que realizan.

Por otra parte, el turismo ha favorecido en las comunidades receptoras el sentido del “nosotros”. Puede ser el caso de la recuperación de celebraciones abandonadas, la revitalización de tradiciones populares y/o la renovación de museos en varias ciudades y comunidades de Cuba, cuyos objetivos de difundir y preservar los valores culturales e identitarios son estimulados y propiciados por el turismo. El arraigo popular que han tenido estas tradiciones ha dado lugar, a través de la historia, no solo a una serie de originales manifestaciones artísticas que enriquecen la cultura popular y dan un alto grado de atractivo en el sentido turístico, sino a una sugestiva filosofía y nuevos saberes para el mundo contemporáneo, que constituyen oportunidades en su relación con el turismo.

Por eso, los grupos de turistas que provienen del llamado mundo occidental pueden encontrar simbolismos y creencias que sean alternativas para el conocimiento y disfrute; en contextos donde existe una actitud de respeto mutuo entre visitantes y anfitriones, se pueden descubrir rasgos culturales religiosos que enriquecen la espiritualidad y las expresiones religiosas propias.

Por último, ¿qué condiciones Ud. recomienda tener en cuenta para la salvaguarda de las expresiones de religiosidad popular desde la perspectiva del desarrollo del turismo cultural y religioso en la actualidad?

Uno de los primeros requerimientos está en el proceder ético. La Organización Mundial del Turismo lo subraya como una condición esencial en lo que se refiere al turismo religioso, aunque lo suscribe al comportamiento del peregrino y del turista, pero, en mi opinión, creo que hay que destacar más el proceder de los oferentes de servicios: es en la gestión y producción del producto turístico con referente religioso, donde este proceder ético debe subrayarse.

Considero que existen elementos del llamado turismo religioso que son incompatibles con un contexto ético, como son la promoción comercial de la actividad religiosa en sí, propiciar ceremonias religiosas con fines turísticos; entre otras acciones o productos turísticos que tengan que ver con el acto religioso directamente y que puedan lacerar el sentimiento religioso de creyentes y subsecuentemente desvalorizar la religiosidad cubana.

De acuerdo a la experiencia y los resultados de investigaciones, puedo afirmar que en el caso de los viajes por causas religiosas o donde intervienen aspectos religiosos, el comportamiento de estos turistas, sean nacionales o extranjeros,  no es tan similar a cualquier otro turista como algunos plantean: estos grupos de turistas tienen una especificidad en cuanto a sus motivaciones subjetivas de alta sensibilidad, diferente a los de motivaciones puramente de ocio, por lo que su tratamiento y servicio, su gestión, exige una personalización acorde a estas características e intereses. Motivo por el cual se requiere una preparación específica en este sentido; la práctica ha demostrado que sin una formación, sensibilidad y sentido ético se pueden cometer muchos errores en la conducción de un turismo en el ámbito religioso.

Aún nos queda por hacer en la formación de una cultura sobre la religión que involucre a quienes intervienen en la actividad turística. Entre los aspectos que inciden en una poca preparación en temas de la religión se deben recordar los antecedentes sobre las contradicciones entre el ámbito político cubano y la religión, porque el tema fue tabú durante años y los conocimientos sobre religión se limitaron al erróneo enfoque del ateísmo mal llamado científico, y quedó como herencia lo que Cintio Vitier calificó como “vacío nacional de cultura religiosa”.

Como producto de mis experiencias y estudios, he propuesto una serie de premisas para la viabilidad de la relación turismo y religión, a las que he llamado principios: uno de ellos es el principio del carácter laico en el turismo, es decir, mantener una posición de respeto e igualdad de consideración hacia la diversidad religiosa en las acciones de promoción de productos turísticos y en los espacios y momentos profesionales que requieren las prestaciones del servicio en el turismo. Los servicios de calidad los reciben o los ofrecen por igual creyentes de una o de otra religión o no creyentes, no se privilegia ni discrimina manifestación religiosa alguna.

Entre otras exigencias, puedo referirme al papel esencial de la comunidad a través de sus instituciones y liderazgos locales. El acceso de la comunidad al protagonismo de la gestión de un turismo sociocultural sobre la religión, mediante sus organizaciones e instituciones culturales –donde incluyo las religiosas– es imprescindible para neutralizar impactos y amenazas alrededor de determinadas manifestaciones del patrimonio religioso.

También el papel de los museos y sus actividades comunitarias brindan la posibilidad del intercambio entre el turista extranjero y el cubano común, en el marco de una institución que posibilita la regulación de esta relación hacia valores que desarrolla el vínculo entre diferentes culturas. Las piezas y objetos religiosos exhibidos por los museos, más allá de ser elementos del complejo mágico ritual, se transforman en un bien cultural que se socializa para contribuir a la educación científica y cultural de la población.

La participación comunitaria es muy importante para la creación de condiciones que permitan que el desarrollo turístico del lugar redunde en el sostenimiento y enriquecimiento de sus tradiciones y en el aporte económico. Esta práctica puede ir eliminando el nocivo intercambio entre turista y nacional con predominio de elementos antisociales que asedian al turista proponiendo desde la venta de objetos de dudosa procedencia, hasta la asistencia a determinadas actividades donde su presencia pudiera no ser siempre recomendable.

Estas razones implican la necesidad de una comunicación sistemática con las instancias del Estado, así como respetar el papel que desempeñan las organizaciones culturales comunitarias e instituciones de investigación, en tanto observatorios que focalizan las contradictorias relaciones entre el turismo y las religiones, captando señales de amenazas ante la seducción del mercado u oportunidades realistas del mismo.

Por todo lo explicado, considero ineludible que se ejerza una influencia popular para la identificación, “desde dentro”, de fuerzas aglutinadoras que apoyen liderazgos religiosos locales y nacionales; existe en el pueblo cubano una mayoría de creyentes de una gran humildad, honestidad, prestigio y sensibilidad que pueden incidir favorablemente en la conjugación de diferentes acciones para, como bien planteas, lograr la salvaguarda de las expresiones de religiosidad popular desde la perspectiva del desarrollo del turismo cultural y religioso.

 Nota:

[1] Profesor Titular e investigador. Presidente del Consejo Científico y Coordinador del Programa de Doctorado de la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana. Profesor adjunto y miembro de la Comisión Asesora del Centro Nacional de Superación para la Cultura del Ministerio de Cultura. Autor del libro Turismo y religión en Cuba. Viabilidad y antípodas de una relación (Editorial Ciencias Sociales, 2017)


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