Un concierto inolvidable


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El pasado sábado 23 de marzo, en la Basílica Menor del Convento San Francisco de Asís, tuvimos la especial oportunidad de presenciar el concierto realizado por la Maestra Digna Guerra con su coro Entrevoces, concierto inolvidable porque nos permitió el  encuentro  con el arte verdadero, ese arte que, como indispensable sustento espiritual, sigue siendo tan necesario en este mundo que transita por uno de sus momentos más difíciles y peligrosos: los intereses económicos desmedidos que nos llevan a la posible extinción de nuestra especie, proceso especialmente favorecido por el mercantilismo del arte, causante de la banalidad y algunas músicas de la peor especie.

A través de un programa de obras ya clásicas,  canciones populares,  de la trova cubana,  obras  contemporáneas y poemas musicalizados de reconocido valor, Digna Guerra demostró, una vez más, que es una de las más grandes artistas de nuestra tierra, porque tiene ese don especial para convertir la música en imágenes que trascienden por su belleza. Mostró, una vez más, su profundo dominio de la voz humana para el canto, para la palabra, para los sonidos que logran hacerse música, lo que confirma un trabajo incansable y tenaz con ese instrumento tan delicado que es el coro.

En el transcurso del concierto me preguntaba acerca de cuántas horas de entrenamiento, cuánto esfuerzo individual y colectivo para lograr la maravilla. Digna ha entrenado a sus jóvenes cantantes en la más rigurosa técnica vocal, conocimiento que les permite la perfecta integración de las voces, delicadas líneas melódicas y un perfecto sostén armónico. Ensemble total que se destaca por la perfección de sus dinámicas y por su capacidad para lograr una masa sonora de gran flexibilidad, colorido y diversidad de relieves. En suma, una dimensión del sonido coral que solamente saben crear los grandes maestros. Un extenso y exigente repertorio de obras, dirigido e interpretado totalmente de memoria sin el más mínimo error, algo que el público menos conocedor, no suele advertir.

Pero entre los muchos detalles que se destacan en su coro Entrevoces uno de los más llamativos es que  Digna  logra hacer emocionalmente convincente la música contemporánea, cuestión tan difícil para algunos músicos. Se destacaron sus cantores por la calidad de una afinación estricta, interpretando disonancias de un valor expresivo muy convincente. (Despierta curiosidad saber cómo Digna logra tal perfección)

Por momentos observábamos sus manos, dibujando gestos que probablemente solo entienden sus cantores. Manos firmes, exigentes, pero a veces tan expresivas como palomas en pleno vuelo, convirtiendo en música ese humanismo que es tan necesario rescatar en los tiempos que corren. Las manos de Digna convierten los sonidos en suaves brisas, oleadas, paisajes, tristezas, alegrías y galanuras, imágenes artísticas que solo son capaces de lograr quienes están en posesión  del  arte verdadero. Esas manos logran que su coro Entrevoces  exprese con toda maestría  la sobriedad profunda y reservada de la música religiosa; la gracia y el chiste pero también la tristeza del blues; el garbo del vals peruano; la profunda emotividad filosófica de José Martí y la fuerza del amor patrio en El necio de Silvio Rodríguez. Ello justifica con plenitud los relevantes méritos y premios nacionales e internacionales logrados con este especialísimo instrumento sonoro que es el coro Entrevoces.    

Este coro rescata una larga tradición de canto coral que tiene varios siglos. Nos trae el cantar profesional, de muy larga trayectoria europea gracias a la Iglesia, a la religión protestante y, especialmente también a la ópera. Pero algo poco recordado es la tradición coral de las comunidades más pobres, siempre olvidadas y postergadas, nos referimos a la tradición coral del África profunda que también llevamos en nuestra sangre. Y ese es otro de los méritos indiscutibles del coro Entrevoces y especialmente de su directora Digna Guerra: recordarnos que existe un cantar que es del dolor de los pobres, que nos viene desde los dramáticos días de la esclavitud, desde el sur de Estados Unidos de Norteamérica y del propio continente africano. Manifestación de la artista que saber mirar “más allá” en lo profundo de la cultura artística de los pueblos y traernos esos cantos y decires que muchos quieren olvidar e invisibilizar.

Un reconocimiento muy especial a sus jóvenes cantores, y a los solistas Yorlán Arencibia e Irel Morejón porque todos ellos deben saber que su esfuerzo diario es, como resultado más importante de todos, la posibilidad de llevar a los seres humanos que les escuchan, un gran alivio para el alma, que deseamos sea la mayor recompensa a todos sus desvelos y esfuerzos diarios.  

Reconocimiento muy especial también a la compositora Wilma Alba por su obra Pórtico, a Eduardo Ferraudi por las versiones corales de Fina estampa y El necio; a Ernesto Herrero por su versión de Hoy mi Habana y, muy especialmente, a la destacada compositora Beatriz Corona por esa joya de música que ha creado para el poema Penas de José Martí.

El querido Maestro Harold Gramatges solía repetirnos con insistencia: “La música es un misterio”.  Y ese misterio que es realmente la música (de la que tan poco sabe la avanzada de las ciencias humanas todavía) es siempre resultado del misterio de la creación. ¿Es este don una herencia genética? Quizás uno de sus orígenes pueda ser la herencia. Pero hay algo que no podemos olvidar: la creatividad, la capacidad de transformar que es la esencia de los seres humanos, es la filosofía educativa en la que debemos formar a nuestros niños y jóvenes, es decir, educarlos en la sensibilidad hacia solidaridad, hacia la belleza, y en la atención  hacia los más altos valores que nos han legado nuestros antepasados. Y es en esa convicción que duele saber que un concierto del que fuimos espectadores privilegiados, debería estar al alcance de todos los públicos, especialmente los jóvenes, tan necesitados en estos tiempos en que la música se ha convertido en un fenómeno mediático, caracterizado por la violencia, el sexismo y el machismo, mensajes todos encaminados a crear un estilo de pensar favorecedor de las conductas más superficiales y enajenadas de los valores más significativos creados por la humanidad.

Agradecemos a Digna y sus jóvenes cantores de Entrevoces por una tarde hermosísima. Gracias por recordarnos la necesidad de retornar, cada día de nuestras vidas, a los más altos valores humanos, la solidaridad, belleza, el amor y el arte. Gracias por tan admirable esfuerzo.


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