¿Un diccionario para leerlo completo y reírse solo?


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Fotos: Cortesía de la autora.

Como parte de la jornada literaria que bajo el nombre “La fiesta de los libros” cerró el Verano cultural cubano en la calle 23 de El Vedado, desde G hasta Malecón, fue presentado el Diccionario de frases populares en la literatura cubana, de Moralinda del Valle Fonseca y Fernando Carr Parúas, reconocido escritor y editor fallecido el pasado mes de junio.

Rogelio Riverón, director de la Editorial Letras Cubanas que publica el volumen, destacó el alto nivel profesional del proceso de edición y publicación de esta obra que «reúne curiosidades, pautas y comportamientos lingüísticos, en los que muchos no habíamos reparado» y anunció que se realizará una reedición de la misma.

El Diccionario de frases populares en la literatura cubana, fue editado por sus propios autores, emplanado por Aymara Riverán y el diseño interior y de cubierta es de la autoría de Alfredo Montoto.

Zuleica Romay Guerra, investigadora y ensayista, Premio Casa de las Américas 2011, tuvo a su cargo la presentación la cual inició agradeciendo a los autores por haberla escogido para lo que consideró un reto pues, explicó, «normalmente los diccionarios no se leen».

Confesó que al iniciar la lectura evocó al maestro Rogelio Martínez Furé y su insistencia en la importancia de la oralidad cuya influencia, afirmó, es muy fuerte en cualquier grupo humano que se mueve con toda «la palabrería que nos anima y nos constituye».

Sobre la trascendencia de lo popular, elemento cardinal en el diccionario, la escritora analizó cómo aquellos escritores cubanos y foráneos que alcanzaron las más altas cimas de la jerarquía literaria mundial fueron precisamente aquellos «que fueron capaces de universalizar desde la literatura la esencia de lo popular».

Luego apuntó que salta a la vista en el texto la irreverencia, el choteo, «la hiperbólica espiritualidad cubana», según palabras de Enrique Saínz, en el prólogo; «realmente uno se da cuenta de la manera tan irrespetuosa e irreverente que tenemos los cubanos de aludir a las cosas más serias; qué manera tan festiva y antiestresante tenemos para hablar de nuestras calamidades cotidianas», y añadió que se incluyen en el volumen casi veinte frases que aluden a nuestras penurias y escaseces, con el ánimo de desdramatizar la realidad, entre ellas, «no tener donde amarrar la chiva, pedir el agua por señas y comerse un cable», las cuales mantienen su vigencia.

Subrayó además que el diccionario ofrece la posibilidad de apreciar cómo las frases se van adaptando a los tiempos, incorporan nuevos significados y reflejan fenómenos y sucesos sociales.

Dijo asimismo que los autores explican el origen de algunas de las frases que las generaciones más recientes no conocen en algunos casos y que, por otra parte, ejemplifican las maneras en que los cubanos subvierten o nacionalizan frases del idioma inglés de una manera muy desenfadada y solo comprensible para los nativos en la Isla.

La presentadora hizo énfasis en las casi 40 frases populares que recoge el volumen y que se refieren al sexo, aunque, alertó, todas con el matiz patriarcal que caracteriza nuestra sociedad: mostrando al hombre como el de la iniciativa y el vencedor siempre en esas batallas, lo cual se debe a que la literatura cubana, reflejo de una sociedad sexista, recoge estas locuciones. «En estas historias las mujeres siempre nos llevamos la peor parte», aseguró Romay.

Reiteró en varios momentos de su intervención la imposibilidad de que los no cubanos, aun aquellos que dominan el idioma español, puedan entender el universo de frases populares cubanas hijas del ingenio, el humor y la sabiduría nacionales.

Reveló más adelante que se había detenido conscientemente en las referencias a las malas palabras en el diccionario y reflexionó sobre la evolución que el uso de las mismas ha sufrido en el español que se habla hoy en Cuba; recordó que según la psicología, la función de las malas palabras en la oralidad es descompresionar, sin embargo se encuentra tan generalizada su utilización en cualquier contexto y en cualquier momento de la conversación que ya no sirven para este fin.

«Este diccionario refleja las maneras tan creativas que tenemos para emplear las peores palabrotas, algunas tienen hasta veinte acepciones, variantes y combinaciones».

Declaró que más que aprender y divertirse mucho con esta lectura, se impresionó con el trabajo que representó para sus autores la composición de este texto cuya idea surge en el año 1992 y que por tanto es una labor de 25 años.

«Los admiré más por eso» manifestó, «estamos ante una obra muy notable por el trabajo que la sostiene, por la manera en que está hecha, por lo agradable que es. Si ustedes lo leen se van a reír solos, van a conversar con los autores y a la vez con el libro».

Llamó la atención de igual manera en que es una lectura abierta, posibilidad que casi ningún libro ofrece, y es que Moralinda y Carr Parúas citan en el diccionario aproximadamente 600 obras de más de 300 autores y de ellas extrajeron las frases, pero existen muchas más piezas narrativas de las letras nacionales que pueden seguir aportando a este volumen.

Zuleica culminó su intervención aseverando que el Diccionario de frases populares en la literatura cubana está escrito sin afán de infinitud ni pretensión de agotar el tema, «solo para ofrecer una muestra de lo que somos y para entender por qué somos como somos y nadie nos entiende, nada más que nosotros mismos. Este diccionario nos provee no solo de conocimientos de la historia de Cuba, de la lengua, de la variante del español que se habla aquí, sino también de un sentimiento de orgullo por lo que eres y de dónde vienes».

Moralinda del Valle planteó que fue un trabajo largo, arduo pero maravilloso, y como curiosidad señaló que encontraron, en obras de escritores de lenguaje de alto vuelo literario, la utilización de muchas frases populares, como son los casos de Alejo Carpentier y José Lezama Lima.

Precisó que a pesar de que aparecen en el diccionario frases consideradas por los autores como vulgares, no quisieron etiquetarlas como tal y las incorporaron al compendio; «así es como está reflejado en nuestra literatura y no podíamos asumir un puritanismo falso».

Aclaró, igualmente, que en todos los casos respetaron la grafía de los autores según su manera de reproducir la oralidad o la época, sobre todo los de finales del siglo XIX y principios del XX.

«No pretendimos sentar normas ni pautas con el diccionario (…) El cubano emplea frases populares en su habla cotidiana y eso es lo que hemos querido reflejar. Nuestro deseo es que el libro les guste, que sirva por lo menos para que se diviertan un poco».


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