Un ideal que perdura: Fidel en la Cumbre del Milenio


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Hace por estos días veinte años, el diplomático egipcio Butros Butros-Ghali propuso desde la Secretaría General de Naciones Unidas la celebración de una serie de cumbres internacionales con el fin de establecer estrategias para afrontar y poner remedio a los grandes problemas de la humanidad. Estas reuniones y el auge de los movimientos en contra de la globalización, posibilitan que el 6 de septiembre de 2000, en Nueva York, se realice la llamada Cumbre del Milenio.

Fueron ocho los objetivos trazados entonces, definidos a partir de graves problemas de la vida cotidiana: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

Representantes de 189 países miembros de la ONU se pronunciaron a favor de la iniciativa, entre ellos Fidel Castro. Con palabras concisas y certeras, puso un “dedo en la llaga” que, salvando la distancia en el tiempo, constituye una imputación evidentemente lúcida del contexto actual:

“En nuestro mundo reina el caos dentro y fuera de las fronteras. Leyes ciegas son presentadas como normas divinas que traerán la paz, el orden, el bienestar y la seguridad que tanto necesita nuestro planeta. Eso quieren hacernos creer (…) Hay que acabar de plantear con toda firmeza que el principio de la soberanía no puede ser sacrificado en aras de un orden explotador e injusto en el que, apoyada en el poder y su fuerza, una superpotencia hegemónica pretende decidirlo todo. Eso Cuba no lo aceptará jamás (…) Las causas fundamentales de los actuales conflictos están en la pobreza y el subdesarrollo que prevalecen en la inmensa mayoría de los países, y en la desigual distribución de las riquezas y los conocimientos que impera en el mundo (…) La humanidad debe tomar conciencia de lo que hemos sido y de lo que no podemos seguir siendo (…) Nuevas epidemias (…) amenazan con extinguir la población de naciones enteras, mientras los países ricos invierten sumas fabulosas en gastos militares y lujos (…) La naturaleza es destrozada, el clima cambia a ojos vista, las aguas para el consumo humano se contaminan y escasean; los mares ven agotarse las fuentes de alimentos para el hombre; recursos vitales no renovables se derrochan en lujos y vanidades (…)”

No es cuestión de haber sido visionario, ni de simplemente denunciar. Es el razonamiento y la actitud de un hombre de su tiempo y del nuestro, centrado en desentrañar causas y buscar soluciones a temas que, de un modo u otro, aún quedan pendientes, lastrando desde la base a una gran parte de los pueblos, esos que luchan y merecen, desde entonces hasta hoy, un verdadero desarrollo sostenible.

 


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