La ilustración de libros infantiles se halla hoy, desde el 4 de mayo, de feliz festejo, pues acaban de otorgar el Premio “Eduardo Muñoz Bachs” de la UNEAC al ilustrador Enrique Martínez.
El acto tuvo lugar en la Sala “Rubén Martínez Villena” con la presencia de Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, Lesbia Vent Dumois, presidenta de la Asociación de Artes Plásticas y Pedro de la Hoz, vicepresidente de la organización, entre otras personalidades que asistieron. Además, el otorgamiento estuvo acompañado de una encantadora exposición de ilustraciones de Eduardo Muñoz Bachs que el gran ilustrador realizó para los libros infantiles El circo, Cuentos del abuelo conejo y Cuentos de animales. Asimismo, se anunció el Premio Caja Alta convocado por la Sección de Diseño Gráfico de la Asociación de Artes Plásticas de la UNEAC que abrirá su concurso el próximo año.
Lesbia Vent Dumois recordó que la premiación se realiza anualmente el 27 de abril que es el Día del Diseño, pero coincidió que en esa fecha se estaba celebrando el Consejo Nacional de la UNEAC, de ahí que se cambió la actividad para el lunes 4 de mayo, en que se dio a conocer la decisión del jurado integrado por Héctor Villaverde, Carlos G. Rubido y Flor de Lis López.
El Premio “Eduardo Muñoz Bachs” de la UNEAC se entrega por la obra de toda la vida a un creador de la gráfica cubana, y en esta oportunidad trae a primer plano la importancia de ese arte mayor que es la obra de ilustrar libros cuando se realiza con la necesaria estética, técnica y calidad artísticas. El jurado decidió premiar a Enrique Martínez por su “larga y relevante trayectoria, teniendo en cuenta las numerosas exposiciones y premios recibidos por él en Cuba y en el extranjero, y porque en un momento histórico en que el diseño gráfico y la ilustración marchaban muy unidos, supo desarrollar un estilo propio que hasta hoy constituye parte esencial de la cultura nacional cubana”.
La celebración conlleva, además, el reconocimiento a esta obra artística que exige tanto de la imaginación creadora de un artista visual, como de la experiencia técnica en las lides editoriales y gráficas, las que desde el pasado siglo XX se han extendido a los soportes electrónicos. De ahí que nuestra comunidad de ilustradores y especialistas que hemos dedicado parte de nuestro quehacer a esa creación, aplaudamos este estímulo con que la Sección de Diseño Gráfico de la UNEAC reconoce el arte de ilustrar, sobre todo si se recuerda que, con más frecuencia de la deseada, no suele verse reflejada esa manifestación artística en las publicaciones especializadas y los medios de comunicación.
Por otra parte, se suele olvidar la enorme trascendencia que tiene la ilustración en libros para sensibilizar a un público infantil, cuyo primer contacto, probablemente, con el arte sean estas imágenes que verá reproducidas en papel o más recientemente en computadora, además de las que vean en el cine animado de calidad. Ciertamente hay un por ciento real de niños y niñas que, por diversas razones, ya sean geográficas u otras, no asisten a galerías, museos, exposiciones o talleres dónde se imparte apreciación artística.
Enrique Martínez ha sido, precisamente, uno de los que ha laborado a lo largo de su vida con arte para los niños, él ha trabajado desde 1975 y durante muchos años en la Editorial Gente Nueva, institución no solo que publica libros para niños y jóvenes, sino también núcleo irradiador de ilustradores gráficos que han enriquecido la visualidad de nuestros libros infantiles y juveniles.
Sobre estos temas que nos han motivado, así como acerca de la profesión y el arte de ilustrar hoy en el mundo, estuvimos conversando con Enrique Martínez para los lectores de Cubarte.
De todas las etapas por las que ha atravesado su obra, ¿en cuál considera se sintió más a gusto? ¿Se relaciona esa plenitud con posibilidades económicas para la impresión o con otros aspectos necesarios en la producción de la ilustración gráfica?
Como diría el “sabio Salomón” un libro infantil bien impreso en buen papel, siempre será mejor que uno mal hecho, pero… el contenido fantasioso del texto y la calidad plástica y comunicativa de los dibujos no están definidos a priori por las condiciones materiales. Los procesos industriales no justifican ni validan que no se escriba bien o se ilustre mal un libro.
Desde luego que siempre que pueda, trataré de publicar mi trabajo con las mejores posibilidades tecnológicas, ya sea una excelente impresión sobre buen papel o una brillante aplicación electrónica para los soportes existentes en el mundo contemporáneo.
Si tuviera que mencionar a los ilustradores y artistas en general más influyentes en su quehacer, ¿a cuáles daría preferencia en los primeros sitios de la lista?
En primer lugar, mencionaría al más cercano. Al que vivía en mi barrio, el que hacía cola conmigo en la bodega, el que ilustraba muchos libros para mi editorial, tomaba café y hacía cuentos en su casa o en la mía y el que tenía a toda Cuba repleta de preciosos carteles cinematográficos. Me refiero, desde luego, a Eduardo Muñoz Bachs. Luego están los paisanos Reynaldo Alfonso, Rapi Diego, Vicente Rodríguez Bonachea y otros a los que tenía acceso inmediato. (Hay que recordar que en los años setenta y ochenta la información que llegaba a nosotros era bastante limitada). Mucho después, cuando comencé a trabajar para otros países, descubrí que existían ilustradores de todos los sabores y colores, que era una profesión con características propias, con bienales, salones, concursos y miles de afiliados, con muy buena mano, un gremio reconocido y altamente valorado mundialmente. Ya en ese momento comencé a admirar y a ser influido por “monstruos” como Maurice Sendak, Leo Leoni, Chihiro Iwasaki, Dusän Kállay y muchos otros.
Usted laboró intensamente en la ilustración de libros en la Editorial Gente Nueva antes de los noventa, en que parte para el exterior a trabajar como ilustrador. Quisiera partir de una afirmación suya: “Ilustrar no lo que dice el texto, sino aquello que se le olvidó al autor”. ¿Cuál es su concepto de la ilustración y del ilustrador de libros en soporte papel?
Empecé en 1975, el libro era entonces el máximo de convenciones estrictas.
Prácticamente se le exigía al ilustrador, tanto por parte del editor, como del autor, que repitiera lo que estaba reflejado textualmente. Ya a finales de mi trabajo en Cuba, empecé a introducir ilustraciones un poco más arriesgadas. También contribuyeron a esto Eduardo Muñoz Bachs y Reynaldo Alfonso, nosotros empezamos a hacer cosas más metafóricas.
Cuando viajo fuera de Cuba en 1990, ya había un equipo muy bueno de trabajo en la Editorial Gente Nueva creando de forma muy osada. Se estaban contando historias paralelas, y pudiéramos decir, no repitiendo en relación al texto. Eran dos caminos hacia un objetivo.
Luego llego al extranjero y me doy cuenta que se le han incorporado elementos de puro arte a la ilustración. Y cada vez se alejaba más de color claro o línea de contorno negro. El libro comenzaba a tener vida propia. Me incorporé a esa escuela de arte más bien europeo, aunque estaba en México.
Después surge el famoso álbum ilustrado. Que es algo reciente, no lleva más de diez años en el mercado. Es un libro en que ni el texto solo, ni la ilustración sola, cuentan una historia, sino la suma de ambas da como resultado un contenido diferente. En estos momentos va un poco en retirada, porque en su apogeo, llegó un periodo en que los escritores significaban menos que el ilustrador. Incluso cuando un ilustrador y un autor hacían un libro, el ilustrador tenía la misión de empezar a quitar cosas al autor del texto porque las había usado y para no repetir, se iba acortando los textos, se empezó a incluir una simbología o metáfora dirigida a adultos más que para niños, ya el padre tenía que participar, porque si no el niño no iba a entender, y esto implicaba una tercera lectura.
Los últimos años estuve trabajando en esa línea. Pero en la actualidad las editoriales están retomando el libro ilustrado, o sea el texto donde el autor recrea con sustantivos, adjetivos y la ilustración trata de contar una historia paralela aparte. Incluso que a veces no viene en el texto. Pudiera poner ejemplos. O sea muchos autores le dan carta abierta al ilustrador y que cuente otro cuento. Y se van dando los dos cuentos paralelamente.
Durante una etapa en que he estudiado el libro ilustrado, aquel producido por un creador que lo concibe como un objeto artístico, suelo hallar personas del mundo de la literatura que no consideran arte la labor del lustrador de libros infantiles. Pudiera parecer increíble, pero puedo asegurar que sucede comúnmente, ellos más bien lo aprecian como una expresión menor que acompaña a la literatura, a la que valoran como creación legítima y mayor. Quisiera que me diera su interpretación como respuesta a estos criterios desde su propia experiencia.
Yo también he conocido criterios de autores que subestiman la ilustración. Realmente existen relatos y cuentos donde el texto no necesita redundar en el contenido, la narración es tan ilustrativa que el lector la recibe con olores y sabores incluidos. Hay otros textos donde el autor ofrece la posibilidad al lector y al ilustrador de crear variantes escénicas, características especiales de personajes, entornos diferentes y elementos adicionales que enriquecen la trama principal. También existen algunos libros para niños donde la ilustración es, visual y literalmente, la gran protagonista de la obra. No creo estar calificado, ni me interesa, para determinar si “un coso” es arte o no. Modestamente, esa no es mi tarea.
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