Un Premio Nacional de Teatro para dos grandes de la escena cubana


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Un jurado integrado por prestigiosos exponentes de la escena cubana entre los que se encontraban Carlos Pérez Peña, Gerardo Fulleda León, Verónica Lynn, Carlos Díaz y Nieves Lafferté, luego de analiza las cerca de 54 propuestas al Premio Nacional de Teatro 2020, decidió concederle el lauro de en la presente edición al actor y director escénico Rubén Darío Salazar y el diseñador escénico Zenén Calero Medina. 

Por más de 25 años Rubén lidera el colectivo matancero Teatro de Las Estaciones, con el cual ha creado un laboratorio de creación e investigación acerca del títere cubano y su impronta en la cultura nacional. Graduado de Actuación en la Facultad de Artes Escénicas del ISA, se nutrió de grandes maestros como Rine Leal, Graziella Pogolotti y muchos otros para volcar esos conocimientos posteriormente en Teatro Papalote, colectivo donde primeramente desarrolló su carrera profesional. Con la fundación de Teatro de Las Estaciones, Rubén crea un espacio de diálogo con grandes escritores nacionales e internacionales, propiciando una mirada certera y acercamiento más estrecho a la obra José Martí, Dora Alonso y Norge Espinosa, uno de los más recurrentes en el repertorio de la agrupación.

Por sus grandes aportes a la escena titiritera cubana y su desempeño en la visualización del quehacer de los creadores del retablo en la isla, le fue nombrado director general del Teatro Nacional de Guiñol, para devolverle la vitalidad a esa institución y convertirla en un centro insigne del títere a nivel nacional e internacional, que a su vez sea lugar de encuentro y diálogo con los mejor del arte del retablo.

Formado en la Escuela de Artes Plásticas de Matanzas, Zenén Calero se vinculó desde muy joven al mundo escénico y en Teatro Papalote dejó una huella imborrable como diseñador de muñecos y escenografía de muchos espectáculos de esa agrupación que forman parte de su momería viva. Junto a Rubén Darío funda en 1994 Teatro de Las Estaciones, logrando un espacio vital para la permanencia de personajes trascendentales de la dramaturgia cubana y foránea que hoy permanecen en el repertorio de la compañía.

Con la creación del Estudio-Taller El Retablo, Zenén ha logrado un espacio de creación y diálogo con consagrados exponentes de la plástica y el diseño como Alfredo Sosabravo y Jesús Ruiz, y nobeles diseñadores que se suman a la escena cubana contemporáneo, logrando un vínculo con las nuevas tendencias y formas de la creación.  Su trabajo le ha merecido el reconocimiento nacional e internacional.

Ellos se complementan, se hacen cómplices el uno del otro para hacer de la creación escénica un hecho de relevancia. 

Crear y hacer teatro fuera de la capital no es un impedimento para estos creadores que vencen obstáculos y se interponen a barreras. Su trabajo ha sido contundente y palpable para ratificar a Matanzas, la ciudad donde viven y crean, como capital del títere en Cuba. Para Rubén Santiago es su cuna, pero Matanzas es la casa que lo ha acogido y por la que siente gran amor.

“Yo creo que esta es la devolución de todo lo que Matanzas me ha dado, que es bastante. Esta es una ciudad que tiene un guiñol profesional desde los tempranos 60 del pasado siglo, formado por los hermanos Camejo y Pepe Carril, pioneros de la manifestación en todo el territorio nacional. Cuenta con personalidades y agrupaciones que sostienen un trabajo maravilloso, digno de atención desde dentro y desde fuera, como lo ha sido hasta hoy. Con una compañía histórica, Teatro Papalote, donde me formé por 12 años a la vera del maestro René Fernández, Premio Nacional de Teatro. Las aportaciones de mi propia agrupación Teatro de Las Estaciones, desde 1994, inquieta, con un diseñador de talla mundial como lo es Zenén Calero. Autores titiriteros de ayer y de hoy, entre los que destacan Dora Alonso, Rolando Arencibia, el propio René, José Milián, Jesús del Castillo, Ulises Rodríguez Febles, María Laura Germán, entre otros, todos imprescindibles en el recuento de la dramaturgia cubana y matancera para niños y de títeres. Hay muchas más razones que ahora no menciono y bastarían para que ese orgullo no fuera superficial, sino auténtico, legítimo, merecido.”

Teatro de Las Estaciones ha sido más que una institución, un hogar, un espacio imprescindible en la vida de Zenén Calero. 

“Imaginate, yo he estado ahí desde 1994, es una casa construida por mí y por Rubén Darío Salazar desde sus cimientos. En Teatro Papalote ambos aprendimos, nos desarrollamos, crecimos, pero es una casa construida en 1962, primero por Rolando Arencibia, un ser humano excepcional que tuve el gusto de conocer, y luego en 1964 por ese maestrazo que es René Fernández, del cual todos sus alumnos, Rubén también lo es, nos sentimos orgullosos y agradecidos; pero en Las Estaciones todo, desde un clavo en la pared hasta el color de las puertas ha sido pensado y concebido por mí desde su primera vez. Con esta compañía regresé a México, España y Francia una y otra vez y descubrí países como Italia, Costa Rica, República Dominicana, Martinica, Uruguay, Brasil, Venezuela y los Estados Unidos. He diseñado libros, carteles, impartido conferencias y me he relacionado con artistas como Alfredo Sosabravo, Bárbara Llanes, William Vivanco, Rochy Ameneiro, la Orquesta Faílde, el cineasta Marcel Beltrán, entre otros, todos han sido motivos de inspiración para mí desde sus obras propias que yo he hecho mías con mi visión pictórica. Hay más, solo tenemos 25 años y ya sueño con proyectos futuros.”

Zenén crea con una magia sorprendente, hace maravillas de lo inutilizable. Su trabajo le ha merecido ser uno de los diseñadores más premiados del país ¿Qué sientes que te falta aún como diseñador?

“Muchas cosas. No he terminado nada. Los premios no son para mí un medidor certero. Unas cuantas veces me he ido con las manos vacías de festivales y concursos y por eso no me morí ni se detuvo mi carrera, al contrario me dio más fuerza para seguir, investigar y no sentirme conforme con lo que he hecho hasta hoy. Yo quiero que cada obra sea una sorpresa, un viaje hacia los demás desde mi mismo. Mi más reciente creación Todo está cantando en la vida (Un recital de afectos para Teresita Fernández) fue con muñecos ensamblados con materiales reciclados, pobres, desechables, cosas recogidas en basureros y me hizo tan feliz como cuando trabajé con encajes, sedas y rasos en Los zapaticos de rosa. En materia de arte la última palabra aún no está escrita y sentir que ya uno se las sabe todas es muy ingenuo. Cada día aparece un artista nuevo, que hace cosas maravillosas, y eso quiero yo, ser un artista nuevo siempre.”

En el panorama teatral y en especial  los amantes del arte titiritero, se festeja con gran alegría el otrorgamiento a estos dos grandes exponentes del retablo cubano que bien merecen este Premio Nacional de Teatro 2020. 


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