UNA AGRESIÓN IMPERDONABLE A LA CULTURA


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La cruel tiranía batistiana asestaría un artero golpe a esta larga lista de triunfos: en agosto de 1956, el Instituto Nacional de Cultura, en la figura de su director Guillermo de Zéndegui, le comunicaba que la reducida subvención que recibía el Ballet por parte del Ministerio de Educación sería retirada, al no prestarse a los manejos que pretendían convertir la compañía en representante del batistato.

En memorable carta fechada el 15 de agosto de ese año, Alicia Alonso señalaba a este testaferro de la descultura:

“Tanto Fernando Alonso (…) como yo, no hemos trabajado con el fin de percibir mensualmente una determinada cantidad de dinero, sino con un horizonte más amplio: el de realizar, en el terreno del ballet, una labor cultural de carácter histórico”.

Ante esta agresión a la cultura, el planeado homenaje se convirtió en acto de desagravio y de protesta contra el régimen batistiano, que culminó el 15 de septiembre en el Stadium de la Universidad de la Habana, donde Alicia interpretó La muerte del cisne y en el que hablara por última vez Fructuoso Rodríguez, quien salió de la clandestinidad para unirse a la protesta nacional. Pocos meses después moría asesinado en Humboldt 7.

Luego el Ballet de Cuba realizó una gira de protesta por todo el país y el 10 de octubre, ante las cámaras de televisión, Alicia Alonso se despedía de los escenarios cubanos con palabras como estas:

“Estoy segura que el ballet no morirá, porque lo dejo en unas manos que lo van a defender con todo lo que tienen (…) por el Ballet de Cuba, por las artes en Cuba y por estas bailarinas que han bailado hoy. ¡Hasta pronto!”

Así quedaría el Ballet de Cuba por dos años, circunscrito a las actividades de la Academia Alicia Alonso, en espera del amanecer de 1959.


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