Violeta, cántame una canción inolvidable


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Violeta del Carmen Parra y Sandoval vino a este mundo un 4 de octubre de 1917, en San Carlos, provincia de Ñuble, al sur de Chile. Cantora, folklorista, artista de la plástica y ferviente militante de izquierdas. “La Viola” —como cariñosamente le decían— estaría cumpliendo ahora 101 años.

Me llegó Violeta un buen día, por allá por los 90, de la mano de una amiga venezolana que me obsequió —bien pudiera decir— un arsenal inmenso de música latinoamericana de todos los tiempos. Si bien, ya Gracias a la vida o Volver a los diecisiete me acompañaban desde mi adolescencia en la voz de Mercedes Sosa, descubrí en estos cantos, esta vez en voz de la propia Violeta,  un nuevo mundo sonoro y espiritual, que no solo me aportó deleite estético, sino valores cívicos y comprometidos en una nueva versión del entorno que (des)conocía.

Muy pocos artistas son los que logran esgrimir experiencia, esencias y visión de un pueblo con la maestría que lo hizo Violeta Parra. Su acción vital y su obra constituyen hoy, tras un arduo y lento proceso de reconocimiento, parte del legado musical más importante y de mayor proyección “pro”, surgido en Chile en los últimos 50 años.

Madre de cuatro hijos: Violeta Isabel y Luis Ángel Cereceda Parra, frutos de su primer matrimonio, y luego Carmen Luisa y Rosita Clara Arce Parra —estas últimas de una segunda unión sentimental—, formaron siempre el equipo perfecto para el alma arriesgada y nómada de la Violeta.  

Con sus hijos canta en sus comienzos en circos y así hacen giras por todo el país. Hasta que impulsada por su hermano Nicanor, empieza a rescatar y recopilar la música folclórica chilena. Así comienza entonces a realizar recitales en varias universidades de Chile presentada por cantores con quienes ya empezaba a compartir motivos y conceptos raigales.

Es sabido que, paralelamente a la música, la Violeta de Chile también legó una obra plástica de indiscutible valía, creada entre los años 1954 y 1965; formada principalmente por aspilleras y oleos, siempre sobre temas cotidianos, disparados por sus habituales y atronadores dilemas existenciales.

Con una vasta discografía Violeta Parra se sitúa como uno de los principales referentes de la canción comprometida, de contenido social, con raíz popular y lenguaje puramente de pueblo. Paradigma de cantores es, con su filosofía diáfana, aunque profunda y audaz. Tiene su arte aquella virtud de “salud”, que es vital y al mismo tiempo de muerte. Violeta escogió el camino menos transitado, el que se va haciendo paso a paso, sin mapas ni brújulas, y fue de esa travesía —no la elegante (in) conformista y sí  la brutal y dolorosa— que alimentó su canto.

El 5 de febrero de 1967 Violeta Parra se quita la vida de un disparo, en su carpa “La Reina”, en donde se había instalado desde 1965.

Hoy queremos recordarte acá, cantora, en tu onomástico de más de un siglo, con la misma vigencia que en tus años mozos, con la misma fuerza y el mismo desacato a toda autoridad absurda y lineal, resistiendo aun a mercadeos inútiles y palabras gastadas, ahora con el agrego embaucador de la neoglobalización esparcida como plaga en nuestros pagos.

Aun espero tu próxima canción —con tu chilena guitarra “traspuesta”—, o al menos que me la susurres al oído en alguna otra dimensión por descubrir.

Replico y bien a tu hermano Nicanor:

Cántame una canción inolvidable

Una canción que no termine nunca

Una canción nomás

Una canción

Es lo que pido

Porque yo creo en ti, Violeta Parra


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