Tiempos existieron en los cuales, la virginidad de la mujer tenía un significado profundo. Tal atributo como virtud venía de concepciones religiosas, profundamente arraigadas por siglos, en los distintos grupos humanos que lideraban el pensamiento social de cada época. América prehispánica toda y con ella, La Mayor de las Antillas, no fueron excepción a esta tendencia.
Desde el brutal encontronazo entre aborígenes y españoles; durante la época de la conquista; la etapa colonial; e incluso por todo su período republicano, en Cuba se impuso el cristianismo, según las concepciones de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. En un principio, a sangre y espada, más tarde acoplándose con benevolencia a los tiempos y condiciones de cada etapa social, pero siempre reprimiendo y combatiendo a las diversas líneas de pensamiento mágico-religiosas, que nos llegaron más tarde, con los primeros esclavos secuestrados del continente africano. Sin embargo, el más preliminar enfoque desde la mirada del símbolo y su metáfora contenida, coloca al cristianismo y las manifestaciones mágico religiosas llegadas luego del arribo de estos africanos a costas cubanas, compartiendo no pocas interpretaciones simbólicas ancestrales, incluso, mucho antes del conocido e inevitable sincretismo religioso que habría de sucederse después entre el cristianismo y las religiones afrodescendientes, debido a la convivencia de ambas en el espacio místico de los cubanos. La virginidad religiosa sería una de ellas.
Aunque sería justo aclarar que el fenómeno del sincretismo es común a muchas religiones del mundo. Al punto que puede sospecharse, se ha extendido a casi todas las líneas de pensamiento devocional que han existido, pues desde tiempos inmemoriales y por lo menos en los dos grandes grupos-bases de religiones salvatorias: las abrahámicas (Judaísmo, cristianismo, e islamismo) y las dhármicas (hinduismo, budismo, taoísmo), concurren abundantes ejemplos de “prestamos interdogmáticos”. Los estudiosos de la historia de las religiones pueden dar fe de ello.
Virginidad y cristianismo
De esta manera, al profundizar en el estudio comparado de las mitologías y religiones, podemos comprobar, que ciertos dogmas tradicionales del cristianismo, ya existían mucho antes del nacimiento de Jesús. Por ejemplo, las ideas de la virginidad religiosa y las preñeces virginales están presentes en no pocas de las religiones anteriores a los acontecimientos que dieron lugar al surgimiento del cristianismo primitivo. Attis de Frigia, vino al mundo porque Nana quedó embarazada, cuando el falo cortado de Agdistis cayó desde un árbol en su pecho; Dionisio, dios del vino en la mitología griega, nace porque su padre Zeus seduce y deja embarazada a su madre Sémele, dándole un brebaje preñante; Mitra, en una de sus muchas versiones, como la hallada en un remoto templo al este de Irán, también puede ser hijo de virgen, pues allí tiene una dedicatoria que reza: a “Anahita, inmaculada virgen madre del dios Mithras”.
En casi toda la América prehispánica la virginidad tenía concepciones religiosas. Para los antiguos mexicanos la virginidad de la mujer tenía un profundo significado. Se cuidaba en forma estricta que las mujeres al servicio de los templos fueran vírgenes y que conservaran su estado de pureza. A las jovencitas se les exigía que evitaran la relación sexual hasta contraer matrimonio, la pérdida de la virginidad se traducía en la pérdida de la honradez y la virtud. También se conoce que “los indios de un poblado del Perú, en el pasado remoto casaron a una bellísima muchacha de unos catorce años de edad con una piedra que tenía forma humana y que consideraban como un dios (huaca). Todos los aldeanos tomaron parte en la ceremonia matrimonial, que duró tres días y fue acompañada de gran francachela. Después de esto, ella quedó virgen y dedicada a sacrificar por el pueblo al ídolo. Le mostraban la mayor reverencia y la agasajaban como a una diosa”. (1) La Dra. Laura Ibarra, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara, afirma: “En la antigua Tenochtitlan los padres, podían ofrecer sus hijas al templo por un tiempo que oscilaba, entre uno y cuatro años. En algunos casos se ofrecían por un periodo más largo, por ejemplo, hasta que contraían matrimonio o por toda la vida (Mendieta, 1980: 106). Quienes pertenecían a un status social alto ingresaban al calmecac, donde permanecían hasta que algún joven las solicitara para casarse. Las niñas que ingresaban al calmecac, antes de llegar a la edad en que deberían recluirse en el Templo, llevaban un sartal en el cuello “que era señal del voto que había de cumplir” (Sahagún, 1975: libro VI, cap. XIX, 402). Las jovencitas prometidas al telpochcan provenían de capas sociales inferiores y, a diferencia de las mozas consagradas al calmecac, sólo asistían ciertas horas del día a servir en el templo”. (2)
Virginidad religiosa y Religiosidad Popular
Dentro de lo que hoy se ha dado en llamar en Cuba Religiosidad Popular, con relación al cristianismo, existen en el amplio catálogo de las advocaciones marianas, algunas figuras muy vinculadas a la virginidad religiosa, de la misma forma que pueden hallarse manifestaciones antiquísimas (antes de la conquista) de este dogma en la Regla de Ocha (Santería), una de las manifestaciones mágico-religiosas más populares y de gran arraigo en parte de la población cubana. En breve y siempre incompleta referencia, entre otras podrían citarse:
Santa Bárbara
En Cuba, para los creyentes católicos siempre fue la imagen mariana en todas sus advocaciones, máxima representación de la pureza virginal. De todas las representaciones virginales, para muchos creyentes Santa Bárbara ha sido una de las más reverenciadas dentro de la Religiosidad Popular. “Su fecha de jubileo es el 4 de diciembre. La leyenda afirma que esta joven, vivió en siglo IV. Datos más recientes la ubican en el año 235 d. c., en Nicomedia, capital de Bitinia, hoy Ismidt o Izmit, al SE. de Estambul en Turquía. De ella se cuenta fue modelo de persona abnegada en su fe. Hay quienes afirman, existen documentos muy autorizados demostrado su origen real. Su madre se llamaba Repé. Su padre Dióscoro, poderoso señor, no era creyente y por eso fue bautizada en secreto. Como el progenitor no deseaba que ella se casara con ninguno de los cristianos que la pretendían, sufrió maltrato de palabra y obra, hasta que determinó encerrarla en una alta torre en un castillo, hasta que abandonara sus creencias religiosas. Allí la visitaban e instruían maestros afamados, poetas, oradores y filósofos, para lograr apartarla de su fe. La adolescente aprovecho la ausencia prolongada de Dióscoro para destruir los ídolos paganos que habían sido ubicados en su habitación; posteriormente, llegó a trazar la señal de la cruz sobre una columna de mármol y mandó a abrir una tercera ventana en su alcoba en alegoría a la divina trinidad. Pasaba así largas jornadas dedicada a la oración y la contemplación cristianas, hasta que volvió su padre y notó las transformaciones ocurridas. Bárbara aprovechó para declararse abiertamente cristiana. Dióscoro intentó primero con dulzura y luego con la promesa de un honroso patrimonio apartarla de sus ideas, a lo que la futura santa respondió que prefería la incomparable hermosura de la virginidad. Este enfurecido decidió inmolarla de inmediato a sus dioses. La doncella logró escapar, hasta que fue descubierta por los emisarios de su progenitor, quienes la patearon cruelmente, arrastrándola después por los cabellos. Como no podía lograr la apostasía la llevaron ante el pretor Marciano, quien al principio se compadeció para terminar entregándola a los verdugos, que la azotaron y vejaron. El padre pidió degollarla el mismo y de un tajo, le cortó la cabeza. La leyenda cuenta que de inmediato brilló un relámpago del cielo y un rayo fulminó al miserable verdugo. Según la tradición, la espada que siempre sostiene en su mano, es el arma con que fue decapitada y no un símbolo de guerra, como piensan algunos, y la capa roja que lleva puesta, sirve para recordar a los creyentes, que prefirió morir, antes que abdicar su fe en Jesucristo. (3)
El Papa Pío V reconoció y confirmó el culto a santa Bárbara. Muchos los cubanos la han declarado patrona de los mineros, bomberos, ingenieros, artilleros; es también invocada durante las tempestades y ante los moribundos, para que no expiren sin recibir los sacramentos de la Iglesia. En Cuba, los practicantes de la Regla de Ocha, la sincretizaron como Changó y en la Regla Palo Monte, es Nkita Mulanga, quienes simbolizan el trueno. En Cuba la imagen considerada más genuina de Santa Bárbara, está en la parroquia del Espíritu Santo, en La Habana.
La Inmaculada Concepción
También es de notar, que las figuras de la Diosa Madre relacionadas con la virginidad religiosa y específicamente en este caso, la preñez virginal, cobra una especial significación para los católicos, con otra advocación mariana, La Inmaculada Concepción. Advocación de la virgen María, que en su significado de “madre virginal”, materializa el milagro de un embarazo sin la intervención de varón alguno, tal como lo conciben los postulados de la Iglesia. La veneración a esta virgen fue notoria a tal grado, que en toda Cuba existían hasta el año 1986, treinta y cuatro templos dedicados a la Inmaculada Concepción. Pero de todos ellos, es sin duda, la Parroquia Mayor de San Juan Bautista, erigida en 1550 en la villa de San Juan de los Remedios, en la provincia de Villa Clara, la que muestra una talla en madera de la mencionada imagen, en avanzado estado de preñez, que es a decir de muchos, considerada única en América Latina. (4)
Virginidad en la Regla de Ocha
La vergonzosa Yewá (también Yegguá) posee sus dominios en las sepulturas y la muerte. La castidad y la virginidad son sus símbolos identificativos, por ello muy pocas mujeres aceptan ser hijas de esta deidad, ya que tendrían prohibición total de matrimonio y deberán conservar su virginidad, bajo pena de ser infelices por el resto de sus días. “Esta divinidad de la santería cubana, pudorosa, retraída, decorosa y seria se puede reconocer en algunos de los caminos de Yemayá: Olokún, Gunle, y Asesú; así como para algunos, en su sincretismo con los santos católicos, se le vincula con Nuestra Señora de Monserrat. Algunos seguidores y practicantes de la Regla de Ocha aseguran, que Yewá está muy cerca de Oyá y de Babalú Ayé, porque es una divinidad muertera. Habita en la cesta de fibra, que es su recipiente mágico. En el caracol está su fuerza o aché, así como en el kachí, manilla de cuero con pequeños caracoles (cauris) y el kachá (manilla solo de caracoles). Se vincula con los metales y con el color rosado. Su número cabalístico el 11 y sus múltiplos. Gobierna los viernes y los 27 de abril y 13 de mayo de cada año. Entre las plantas vinculadas a esta reverenciada deidad virgen, están la Dalia; el Lirio y la Maravilla. En ocasiones, se le sacrifican gallinas y palomas”. (5)
El símbolo y su metáfora
La Madre Respetada o Diosa Madre, principal deidad femenina que ha estado presente en la mayor parte de los sistemas mitológicos, y la mayoría de las líneas de pensamiento devocional del mundo, en todas las épocas, ha sido considera por los estudiosos como una figura universal. (6) Ella ha de ser virgen y pura porque su esposo representa la gloriosa magnificencia divina. Virginidad necesaria, porque ha de desposarse con lo Desconocido Invisible. “En las mitologías que suelen enfatizar más el aspecto maternal que el paternal de la creación, este ser femenino original llena el escenario del mundo en el principio, jugando incluso roles que en las otras serían asignados a los varones”. (7)
El nacimiento de virgen se muestra entonces como “una revisión del papel creador y redentor de la fuerza femenina, primero a escala cósmica, como la Madre del Universo, después en el plano humano, como la Madre del Héroe”. (8) El historiador de las religiones, filósofo y orador norteamericano Joseph Campell, sostenía la esperanza, que un estudio comparativo de las religiones y la mitología, contribuyera de forma significativa a la causa de las fuerzas que luchan por la paz y la unificación en el mundo actual. Pero no en nombre de algún imperio eclesiástico o político, sino como meta suprema del mutuo entendimiento humano. Es aquí donde el secreto encanto del símbolo y su metáfora encriptada, pueden abrirse al sistema de correspondencias que en realidad representan, la eterna aventura del alma.
Notas
(1) Joseph Campell. El héroe de las mil caras. Fondo de Cultura Económica. S.A. de C.V. 14200 México D.F. 1959. Fondo de Cultura Económica de Argentina. S.A. 18000 Buenos Aires 1959, p. 181.
(2)Dra. Laura Ibarra (Monografía): La idea mágico-religiosa de la virginidad en el mundo prehispánico. Profesora del Doctorado en Ciencias Sociales y de la Maestría en Filosofía de la Universidad de Guadalajara. IZTAPALAPA 45, enero-junio de 1999.
(3) M. R. Glean y Gerardo E. Chávez Spínola: Catauro de seres míticos y legendarios en Cuba. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2005, pp. 87-89.
(4) Gerardo E. Chávez Spínola: La Diosa Madre en la religiosidad popular cubana. Artículo CUBARTE, columna Del Imaginario Popular Cubano.
(5) M. R. Glean y Gerardo E. Chávez Spínola: Ob. cit, p. 537.
(6) Gerardo E.Chávez Spínola: Ob.cit.
(7) Joseph Campell: Ob.cit, p. 268.
(8) Ibídem, p. 42.
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