Del 10 al 17 de noviembre se desarrolló el 24 Festival de Raíces Africanas Wemilere en el capitalino municipio de Guanabacoa, dedicado este año al Centenario de Nelson Mandela y a la República Sudafricana.
En esta ocasión se realizaron, siempre con la participación popular, pues de ello se trata, actividades como la inauguración del Salón Africano de Artes Plásticas, el Foro Literario, el Taller de Percusión y Danza, Wemilere en el Barrio y el Wemilere infantil, Feria Popular “El diablito” con exposición y ventas de artesanía y artículos religiosos, Festival de Comidas y Bebidas Africanas, retreta en el Parque, Pasacalle con desfile de Gigantería, certamen artístico, exposiciones personales y de artesanía, presentación y ventas de libros, y en especial la jornada académica con el coloquio Presencia, organizado por el Museo Municipal de Guanabacoa.
Recitales, charlas, conferencias y diversos espectáculos para guanabacoenses y bienvenidos de otras regiones de La Habana, de Cuba y del mundo carenaron en la “Villa de Pepe Antonio”o la también llamada “Tierra del babalao" para disfrutar de una fiesta mayor.
Pero lo más importante es el destaque del manto africano que siempre cubre esta municipalidad que atesora multitud de sitios patrimoniales, algunos de significación nacional.
En estos días podría decirse que los tambores repican más alto y más precisos, la danza es más intensa y los cuerpos se energizan y se liberan en dimensiones de emociones, donde el color se enfatiza y contrasta. Se sueña y se vive el recuerdo forjado en más de 400 años.
Mientras en Europa se desarrollaba el Renacimiento, aquí en América comenzaba la introducción de esclavos africanos, que duró unos cuatro siglos. La trata de esclavos no debe ser solo el retrato de una época, tampoco una pintura en lienzo de una cultura, y mucho menos una caricatura del séptimo arte, tampoco un cuento de las Mil y una noches, ella es parte y emerge de nosotros mismos, de las huellas de la evolución, son cicatrices, son heridas aun no sanadas.
¿Podremos ser capaces de imaginarnos la brutalidad, el abuso despiadado del esclavista y el inframundo en el que tuvieron que vivir nuestros parientes antiguos. La humillación, la vejación, el hambre, la impotencia, la desesperación y el sufrimiento atormentaron y traumatizaron a nuestros bisabuelos, de ellos también nos viene la rebeldía y la lucha de resistencia hasta que hace 150 años tomaron en sus manos su propio destino.
El ser arrancados de su suelo y de la familia, las condiciones brutales del viaje en barcos, el hacinamiento, la insalubridad y el hambre, peor que animales. Vivir aquello fue difícil; sobrevivir, peor aun.
En este punto es bueno recordar que ha quedado científicamente demostrado que todos portamos en nuestros cromosomas genes de origen africano, entonces, caramba, que hasta a los que aquí le dicen gallegos, por su piel clara y mejillas rosadas, de alguna manera vienen también del llamado “continente negro”.
Aunque la abolición completa de la esclavitud en Cuba, fue declarada por Carlos Manuel de Céspedes, el 25 de diciembre de 1870, entonces, Presidente de la República de Cuba en Armas, ya desde la Constitución de Guáimaro en 1869 (primera Constitución en Cuba) ya se decía en su artículo 24: “Todos los ciudadanos de la República son enteramente libres”, lo cual pudo ser posible dado el comienzo, un año antes de la Revolución del 10 de octubre.
Todo ello y más es lo que subyace en Wemilere.
Wemilere, según algunos estudiosos quiere decir “reunión de todos los orishas” y según otros, “fiesta profana dedicada a los orishas”. Pero tanto una como otra proponen reunir a los guanabacoenses, darles una fiesta en homenaje a las tradiciones ancestrales y enaltecer con orgullo el legado africano heredado.
Su primer proyecto se concreta en 1989. Este encuentro no fue competitivo, como lo es ahora, pero sí desde entonces estuvo concebido como un encuentro de intercambio de estudio e investigaciones. La profundización en estudios teóricos se hizo evidente. En él se debatirían temas de interés sobre la cultura de raíz africana. Otra de las facetas del evento resultaba en espectáculos artísticos que mantienen activa la vena musical y danzaria. Su variado programa permite la participación de artistas, etnólogos, investigadores, científicos, religiosos y otras personas interesadas en este tema.
En 1995 se incluye en las jornadas teóricas el coloquio Presencia, en sesiones plenas con temáticas abiertas relacionadas con la influencia africana en las culturas cubanas y americanas, que son evaluadas por un prestigioso jurado y debatidas en forma de ponencias.
En 1996 deja de ser Festival de Música y Danza de Raíces Africanas y se convierte en Festival de Raíces Africanas, con el eslogan “Donde las raíces hablan”, que definiría el espíritu de estos encuentros.
Decenas de Grupos profesionales y aficionados han participado en este coloquio a través de los años los cuales ha sido enaltecido por la presencia de embajadores, Ministros de Cultura y otras personalidades de los pueblos de África.
Wemilere es ejemplo de lo mucho que se puede hacer para fortalecer la identidad, para afianzar la cultura, “para sentirnos partes y para ser parte y para que nos reconozcan como parte”, priorizar su engrandecimiento para volver a alcanzar la condición de evento internacional, no solo “evento con presencia extranjera”.
Podría decirse que debiera analizarse cómo lograr más alcance con todo lo que significa los orígenes, tradiciones, cosmovisiones, no solo africanas, sino chinas, españolas, italianas, franceses y otros, no por gusto se habla del ajiaco que somos.
Es el hombre el que conscientemente lleva a cabo los procesos que se traducen en las obras que más tarde quedan, por su valor como patrimonio, por eso el pensamiento, lo espiritual, a partir del ser, como condición y existencia primaria, crea el patrimonio material, y eso es lo que diferencia al más malo de los arquitectos de la más perfecta abeja en la construcción del panal, primero,antes de construir la celdilla, o cualquier obra, estuvo antes en el pensamiento en el pensamiento del arquitecto, como refiriera Carlos Marx.
Por tanto, hay que fortalecer el patrimonio intangible, inmaterial o espiritual, como se le quiera llamar, hay que engrandecer el orgullo de decir; aquí están mis tradiciones, mis raíces, de ellas provengo y en ellas creo y la enriquezco como parte del movimiento perenne de la materia.
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