A pesar de todo, los pesimistas siguen de pie afirmando, reiteradamente, que el final de la radio está cerca, ¡muy cerca! gritan algunos. Sin embargo la realidad, más estremecedora que cualquier opinión, demuestra lo contrario.
Determinados periodistas o realizadores radiales, ansiosos siempre “del palo periodístico”, elogian su inmediatez y otros se oponen a su abulia tradicional.
Para ellos les tenemos una mala noticia: la radio no desaparecerá, siempre y cuando el talento se imponga.
Es cierto que la radio no debe seguir (algunas emisoras sí lo hacen) el modelo de los años cuarenta. Tiempos mozos cuando mi abuela se deleitaba con El derecho de nacer, lloraba desconsoladamente con los culebrones de moda o confirmaba un hecho sólo si lo decía Radio Reloj.
La contemporaneidad dicta otros estilos, otras formas de hacer y concebir historias. El medio que cautiva y atrapa, no sólo en Cuba sino en muchos países del continente, tiene en sí la suerte de no tener grandes competidores en su carrera.
La televisión, por ejemplo, se reinventa cada día. Siempre vale más una imagen que mil palabras, pero, los “adversarios” demuestran que si la imagen no es atractiva, entretenida y espectacular (sí, espectacular, aunque algunos no les guste el término), esa imagen fracasará o tendrá como oponente a una sencilla memoria flash llenas de colores, aunque sin valores.
Los que hacemos radio no sufrimos ese dolor. Acaso, ¿existe un paquete radial que se distribuya “por la izquierda”, donde se incluyan grandes espacios de frecuencias internacionales? No lo estoy proponiendo, sólo imagino. Felizmente, hasta ahora, ese no es el gran dolor de cabeza.
El problema está más cerca. Si no somos capaces de rediseñar la radio actual, acercarla más a los oyentes, explotar más sus recursos y buscar historias, ¡eso!, buscar historias que están al doblar la esquina, encontrar testimonios atractivos y no seguir pensando desde la cúspide, allá en la torre, en la burbuja… Si eso no se logra, es posible que nuestros amigos los pesimistas ganen la batalla. Entonces sí será realidad y no fantasía cada uno de esos discursos tremendistas de que la radio va a desaparecer.
Veremos desvanecerse la posibilidad que tiene el individuo, a través de la radio, de “construir sus propios imaginarios y su propio universo” (Vea Magda Resik: Somos los patrimonialistas de la radio).
La radio va a sobrevivir y en nuestra capacidad de crear está la solución. Si la televisión nos roba el imaginario propio, la radio nos la da. Ella apareció hace más de un siglo, dejemos que siga viendo en paz y con luz propia.
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