Portal Cubarte  -  ¿Y María Silvia dónde está?

¿Y María Silvia dónde está?


y-maria-silvia-donde-esta

Íbamos solo con la expectativa de ver “actuar” a nuestra niña de 3 añitos y nos encontramos la buena nueva de que asistiríamos a mucho más: la inauguración del Palacio Municipal de Pioneros que, para mayor satisfacción nuestra, se localiza en la humilde barriada El fanguito del municipio capitalino Plaza de la Revolución.

Mucho ha cambiado el universo infanto–juvenil desde aquellos días en que el Buró Municipal de la UJC, del que formaba parte, demandaba a las autoridades del territorio recuperar nuestro Palacio. Sobre todo, el consumo cultural de los pioneros, el torrente de subjetividades que impacta en ellos, precisamente en la tan importante etapa de socialización primaria y cuando resultan pendularmente hegemónicas –en la dimensión micropolítica– la ideología, la ética y la cultura socialista.

Conscientes de ello, decidimos entrar al Palacio. Mientras lo recorríamos, aprovechamos la oportunidad de felicitar a los que integraban la presidencia del acto, pero también de expresarle con un “¡Al fin!”, nuestra insatisfacción por tan larga demora. Fue en el último y el más espacioso de los salones, donde encontré –entre juguetes y otros medios de enseñanza manufacturados por profesores y alumnos– el ícono aparentemente neutral, pero lleno de significantes que motivó estas reflexivas notas: Sofía Primera.


Era –inmediatamente observé–, la reproducción más grande del salón, y la más atractiva estéticamente. Un aporte gratuito que le hizo un “colonizado” y/o ingenuo, al segundo entre los más grandes conglomerados multimediáticos del mundo: The Walt Disney Company. Emporio que –como los otros que integran las industrias culturales hegemónicas (ii.cc.hh.)–, está dirigido por quienes saben bien qué tan importante para su bienestar de clase es producir poder económico a través de la plusvalía, como producir y reproducir poder subjetivo a través de sus mercancías culturales. Industrias hegemónicas y dominantes en buena parte del mundo –crecientemente también en nuestro contexto–, en tanto “enredan” todos los campos de expresión semiótica.

Sofía es la protagónica de la película de animados Sofía the First: Once Upon a Princess, estrenada en noviembre del 2012 en el canal Disney Junior. Con una sinopsis que es otra saga del tradicional y “encantador” cuento de La Cenicienta. Aunque, en este caso, es su madre Miranda la que encuentra el zapato del rey del mágico reino de Enchantia (¿no les dice nada ese nombre?). Después del pacto de la suerte, Sofía se convierte en una miembro de la familia real y tiene “la difícil” empresa de empezar a situarse en su gran palacio. Para ello, asiste a una “escuela preparatoria” bajo la tutela de las hadas mágicas Flora, Fauna y Primavera “con el fin de empezar su trabajo como princesa.”

Para ser justos, Sofía no es la peor de la franquicia de princesas de Disney. Ídolos infantiles criticadas por promover –así como se promueve “la democracia” – un estilo de vida irreal, sugerir un ideal de belleza inalcanzable y fomentar “la lucha” con “dulzura, sumisión y belleza”, pautas y orientaciones que se avienen ingenierilmente al american way of dream. Tal cual lo demostraron los autores del siempre importante libro Para leer al Pato Donald.

Sofía Primera, es tal vez la primera princesa que no fue creada para un “príncipe azul”, ni se vale de su belleza para ser feliz. Por el contrario, cual podemos percibir los que auscultamos críticamente lo que nuestros niños consumen, se conduce en base a valores como la honestidad, la tolerancia y la disponibilidad de ayudar a los demás. Es por igual, protectora de los animales, con quienes tiene el don de conversar.

Es también la primera princesa que es niña y –como se manejó controversialmente a raíz de su estreno– pudo ser la primera princesa latina. Cualidades significativas y en las que hallo las claves para una contraofensiva “socialística” que se ha de emprender desde la socialización primaria. Desde el proceso de formación del individuo bajo el influjo social, desde la incorporación primaria de todo un sistema de conocimientos, normas, valores y pautas de comportamientos que culmina cuando el niño comienza a identificarse emocionalmente con su otro significante –“otro generalizado” (Mead, 1982) –; siendo esta identificación lo que lo hace capaz de ser él mismo, de ganar su propia subjetividad.

El niño llega ser lo que los otros significantes consideran, su identidad es tramitada por otros, según su interacción simbólica con los agentes socializadores, la familia, el barrio, el circulo infantil, instituciones como un Palacio de Pioneros, y las cada vez más impactantes producciones multimediales de las ii.cc.hh.

¿No es acaso más efectiva esa identificación cuando más cercano resulta a nuestros niños –en cuanto a edad, psicología, fisonomía, contexto– el personaje “encantador”?

Disney lo sabe bien, pero –aun en contra de nuestra causa– lo desconocemos, o no los valoramos en su justa medida los que desde la izquierda luchamos por un Mundo Mejor, necesario y realizable como se lo debemos hacer creer a nuestros niños y pupilos.

Y si bien, como ya habíamos dicho, la serie de Sofía… promueve cierta subjetividad que se aviene con la nuestra, también lastra o diluye –más allá de su competencia como producto cultural (de masas) – los consensos subjetivos necesarios para asentar y consolidar sostenidamente una cultura política socialista y “socialísticamente” efectiva.

Determinados datos de la situación o el posicionamiento de Sofía, en un mundo de fantasía, pero con referentes históricos o culturales reales, como “vivir en un Palacio”, ser princesa con privilegios y poderes; generan en nuestro contexto y coyuntura, no pocos ruidos, en el acto de comunicar y socializar una cultura “otra” –anticapitalista y “con los pobres de la tierra”–. Inocula sombras, densidades ininteligibles y fisuras, en el proceso continuo –y en espiral– de sucesivos consensos intersubjetivos; consensos entre las pautas de cuna, las narrativas barriales o los discursos de los maestros y los líderes de masas y políticos –no pocas veces hasta antagónicos– y los significantes que como karma portan en su producción, distribución y consumo, las creaciones subjetivas de las instituciones culturales, de la televisión y de todos aquellos –independientemente de la forma de propiedad– que introducen datos, jerarquías y valores a esa urdimbre que es la cultura en la(s) Cuba(s) de hoy.

Nótese que las mercancías culturales que se cotizan por su imagen y su palacio, contribuyen a lo mismo que las otras princess. Los videos juegos que la tiene como protagonista se suman al mismo saco de los totalmente triviales, con incentivos como “andar por la alfombra roja real”, “la fiesta de los pastelitos” o “los trucos mágicos de Sofía”.


La resultante de esta interacción o guerra cultural, no debería ser la aculturación que se esconde en una Dora (La exploradora, de Nickelodeon) vestida de pionera, como también vimos en el Palacio de El fanguito.


Nuestras dos niñas pidieron retratarse junto a Sofía, pero mi esposa las embulló a hacerlo también frente a una maqueta de la Casita de Martí y con otra, en papier-mâché, de una típica cocina cubana. En consecuencia, salimos a buscar por todos los locales del Palacio a la valiente, humana y cariñosa María Silvia, personaje creado por el caricaturista, ilustrador, historietista y guionista Juan Padrón, para las historietas y películas de Elpidio Valdés.

   

En un mural, en pequeño formato, descubrimos al “superhéroe” cubano y a su eterno enemigo el general español Resoples. Y en el patio, donde se realizaban actividades del movimiento de exploradores, nos encontramos con otra reproducción de nuestro intrépido coronel mambí; tan grande como la "técnicamente española" Sofía. Entonces recobramos la esperanza de que pronto lo acompañaría su imprescindible “destacamento de refuerzo” y su linda novia cubana.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte